Cine

"La tragedia de Macbeth"

¿En qué contribuye una nueva adaptación al cine de una obra de Shakespeare? La respuesta depende, por supuesto, de la capacidad del realizador para convertir el texto del bardo en imágenes.
sábado, 26 de febrero de 2022 · 16:20

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– ¿En qué contribuye una nueva adaptación al cine de una obra de Shakespeare? La respuesta depende, por supuesto, de la capacidad del realizador para convertir el texto del bardo en imágenes.

Joel Cohen lo logra con La tragedia de Macbeth (The Tragedy of Macbeth; E.U., 2021); esto, sin desvirtuar el texto pese al mosaico de acentos yuxtapuestos de los americanos Denzel Washington (Macbeth) y Francis McDormand (Lady Macbeth), del británico Bertie Carvel (Banquo), o del irlandés Brendan Gleeson (el rey Duncan): todo queda a cargo de los actores para transmitir la densidad afectiva, el patetismo de la obra más sangrienta del canon shakespeariano.

El noble escocés Macbeth, héroe de batalla, fiel a su señor el rey Duncan, tentado por la ambición que le inspiran un trío de brujas, las hermanas fatídicas (the wierd sisters), e incitado por su esposa, asesina al rey, usurpa el poder y comienza una cadena de crímenes cada vez más inútiles y grotescos. La obra fue escrita por Shakespeare alrededor de 1606, quizá para congratularse con el rey Jacobo I, escocés, experto en demología y aficionado a la quema de brujas.

Apoyado por la fotografía en negro y blanco del francés Bruno Delbonnel, y el diseño de Stefan Dechant (Avatar, Parque Jurásico), Joel Cohen recrea un ambiente de pesadilla inspirado en el expresionismo del cine alemán de los años veinte, sombras y geometría desajustada, más el surrealismo de los cuadros de De Chirico. La composición que resulta de este ambicioso proyecto mantiene la tensión constante entre los males antagónicos que sugiere el texto, agorafobia y claustrofobia, terror de espacios abiertos como si fallase la fuerza de gravedad, y un vórtex negro succionara seres humanos y cosas; terror, en sentido opuesto, de vivir atrapado en el pantano de sangre que Macbeth, asesino de su propio sueño, ha derramado.

Si la abstracción en negro y blanco sigue el camino que marcara Orson Wells con su propio Macbeth (1948) obsesionado por el poder, el diseño y el ambiente, tan fascinantes como irreales provienen de Carl Dreyer (Vampyr, 1932); de manera sutil, Joel Cohen sugiere temas de vampirismo como ocurre con la escenificación del momento en que la gente del rey va a descubrirlo asesinado, Denzel Washington aparece como una sombra maléfica, más aún, en la manera en que se acerca al lecho del rey y la daga que le clava en el cuello; Lady Macbeth, también, aparece como sombra de la noche junto al acantilado.

Es cierto que no hay química sexual en la relación entre MacDormand y Denzel Washington, sobre todo si se compara con la versión del Macbeth de Kurzel (2015) con Michael Fassbender y Marion Cotillard, pero Joel Cohen muestra una pareja envejecida, Washington interpreta a un Macbeth desgastado por las continuas batallas, y el crimen y la usurpación funcionan como una pócima afrodisiaca, fallida.

Joel Cohen, huérfano esta vez de su hermano, se muestra capaz de crear poesía visual, sin teatralidad y sin salir del ámbito del sueño, incluso aquellas secuencias asociadas con hechos reales, dentro de la historia, como la matanza de una familia completa; es formidable la resolución visual en las escenas de las brujas interpretadas por Kathryn Hunter, entre buitre y mujer, o en la invasión del bosque frente al castillo. 

Crítica publicada el 20 de febrero en la edición 2364 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

 

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