Cine

Annette: entre la genialidad y la locura

Annette no es para todos los paladares y puede parecer demasiada larga, aunque es, definitivamente, una obra que debe ser vista, admirada y fagocitada con paciencia.
sábado, 4 de septiembre de 2021 · 23:48

MONTERREY, NL (proceso.com.mx).– Annette (Annette, 2021) tiene un pie en la genialidad y el otro en la locura.

El realizador Leos Carax presenta una pieza de arte cinematográfico que es abstracta y surrealista, en un sentido de difusa creatividad que puede ser brillante y, al mismo tiempo, de un capricho guiado por la excentricidad gratuita. Se toma cualquier licencia para hablar con rudeza, e incluso con desdén, a un público al que le exige atención. Porque lo que aquí se ve es un drama musical que, en una época de hiperconectividad, utiliza recursos narrativos que parecen superados, como la demasiado familiar progresión dramática a través de las melodías, pero con elementos criminógenos que pueden resultar repulsivos y fuera de tono.

Con un formato teatral y con recurrentes efectos de videoclip, es una especie bizarra de anti La La Land, dirigida con el manual del absurdo brillante de Peter Greenaway, a quien le pide prestados algunos elementos de El Bebé de Macon (The Baby of Macon, 93).

Como ejercicio fílmico retorcido, contiene una sinopsis que es complicada de exponer, debido a que el discurso y sus propósitos parecen dispersos: Henry (Adam Driver) es un comediante de stand up, agresivo e irreverente, que conecta muy bien con el público a través de monólogos provocadores en los que parece improvisar todo. Se enamora de Ann (Marion Cotillard), una diva de la ópera, con quien comienza a vivir un romance emocionalmente tórrido que, lentamente, se va contaminando con algunas toxinas que él secreta de su propia personalidad impetuosa y destructiva. La peripecia de la pareja consumida por su propio éxito es bastante recurrida en cine, aunque no de esta forma, llena de simbolismos y enmarcada en una atmósfera demencial de fama y glamour.

Hasta que nace la pequeña Annette, de singular fenotipo, que se convierte en la efímera unión de la pareja, que implosiona por la atención de los medios y el frenesí de Henry, que lleva sus ímpetus a extremos demoledores. Entonces, de la nena surgen algunas cualidades inesperadas, que la convierten en una figura de los escenarios.

La historia gira en torno al excelente Driver, que se convierte en un improbable figurín de musical. Modulado, aunque carente de tesituras, emplea su voz ronca para conducir la acción, pero lo hace con una entonación chocante, por cuánto se expresa cantando en situaciones inapropiadas. En momentos de solemnidad, debiera estar concentrado, pero, con actitud irritante, sigue y sigue gorjeando con versos.

El genio Carax, de producción intermitente, y a quien el mundo le debe la alucinante Holy Motors (2012), regresa con una poderosa anécdota original de Ron y Russel Mael, los Sparks Brothers, que hace que el termómetro suba y baje al ritmo de las brillantes melodías, que son como un metrónomo de los acontecimientos de éxtasis y agonía, que se suceden galopantes, hasta alcanzar extremos desquiciantes.

Annette no es para todos los paladares y puede parecer demasiada larga, aunque es, definitivamente, una obra que debe ser vista, admirada y fagocitada con paciencia.

 

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