Música

Epitafio a la poesía musical de Mikis Theodorakis

El compositor griego dejó resonando una vastísima obra musical intrincadamente comprometida con la poesía, el cine y las revueltas libertarias.
viernes, 3 de septiembre de 2021 · 23:47

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Con la partida el jueves 2 de septiembre del gran compositor contemporáneo de origen cretense Mikis Theodorakis, se ha ido también una parte de la modernidad, quizá la más luminosa, de la cultura fundadora de Occidente.

Por fortuna, Theodorakis dejó resonando —a manera de epitafio— una vastísima obra musical intrincadamente comprometida con la poesía, el cine y las revueltas libertarias, que definieron su personalidad artística grandiosa y rebelde.

Mikis Theodorakis es reconocido sobre todo por la composición del soundtrack de la muy exitosa película Zorba El Griego (Mihalis Kakoyannis, 1965), en la que un inmenso Alexis Zorbas (Anthony Quinn —quien sería uno de sus aliados en las diversas aventuras con artistas del continente americano—), termina bailando un sirtaki, danza griega que se ha convertido en una de las piezas más populares del planeta. No obstante, en su vastísima obra discográfica orquestal, en la que los instrumentos tradicionales de Grecia están presentes, el acercamiento tanto al cine como a la poesía fue notable y trascendente.

“Electra” e izquierdismo

Desde sus inicios, al crear la banda sonora de Electra (1962, del mismo Kakoyannis), premiada en Cannes, revisión de la pieza clásica de Eurípides, con la renombrada actriz Irene Papas; o Fedra (1962, de Jules Dassin), con Melina Mercouri en una actuación impactante cantando el “Tema de amor” creado por Theodorakis, el compositor de amplias convicciones antifascistas fue en sus años jóvenes, junto con el poeta Yannis Ritsos, una referencia para la resistencia griega antes, durante y en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Su famosa “Canción del capitán Zacarías” fue un tema emblemático de esas luchas, definidas por la acción política, como militante con Ritsos en el Frente de Liberación Nacional.

Fue justamente una interpretación compositiva del poemario Epitafios de Ritsos (memorial de una matanza de obreros, altamente popular por publicarse en entregas en el diario Rizospastis y que fue quemado públicamente por el régimen del general fascista Ioannis Metaxás al pie de la Acrópolis en 1936), la que le valió iniciar una prolífica inmersión de su música en la poesía y el activismo, que abarcó colaboraciones con la llamada “Generación del 30” griega, como el propio Ritsos, Odysseas Elytis (“Mikres Kyklades”) y Giorgos Séferis (“Epifanía”), además de versionar algunas obras de García Lorca, Helena Sylva, Georg Kapernaros y Iacovos Kampanellis.

Después del éxito de sus soundtracks de inicios de los sesenta, su activismo político comunista le llevó a la cárcel en 1967 con Ritsos y otros opositores a la dictadura del ex agente de la CIA Geórgios Papadoupulos, siendo desterrado a París (en 1970), donde pudo continuar una obra rica y diversa, con perspectiva de lucha de las izquierdas internacionales. Como memoria de su encarcelamiento, con los textos de Ritsos compuso la música de las 18 canciones para mi amarga patria (1974).

En ese sentido, destacan sus versiones orquestales tanto de los mitos griegos, como la dedicada al Edipo tirano (1970, basada en el poema de Angelos Siikelianos y titulada Marcha del espíritu), con la London Symphony Orchestra, dirigida por el propio Theodorakis, como las versiones críticas del sufrimiento griego contemporáneo en el poema épico People’s Music: The Struggles of the Greek People, con textos de Yannis Kambenalis y Kostas Warnalis, publicado en la Unión Soviética ese mismo año.

Vuelo de voces con Neruda

Sin embargo, por la envergadura del texto y la incursión en un idioma distinto, memorable es, en ese sentido, el acercamiento musical de Theodorakis al telúrico poemario Canto general, de Pablo Neruda.

Se trata de un oratorio en colaboración con el chileno antes de su muerte (algunos poemas incluso en la voz del Nobel), de la cual se enteró Theodorakis estando en México en 1973. De publicación póstuma (1975), Canto general incluye algunos poemas musicalizados como “Amor América”, “Los libertadores”, “La United Fruit Co.”, “Vegetaciones”, “América insurrecta” y “Sandino”, contando en la Cantata con la voz de su incansable colaboradora, Maria Farantouri, con Petros Pandis, Las Percusiones de Estrasburgo y el Coro Nacional de Francia. Tuvo la fortuna el director-compositor, de estrenarla en el Teatro Nacional de Santiago en 1993, 20 años después de la muerte del Nobel chileno.

De hecho, algunos de esos poemas de Neruda musicalizados por Theodorakis (en versión del grupo folclórico chileno Los Calchakis), forman parte de otro hito cinematográfico entre sus muchas colaboraciones: Estado de sitio (de Konstantin Costa-Gavras, 1972), relato de un secuestro a diplomáticos estadounidenses realizado por la guerrilla urbana de los Tupamaros en la Uruguay previa a la dictadura, filmada en el periodo de Salvador Allende en Chile, y que recibiera el premio BAFTA en 1974.

Mención especial merece el encargo que le hiciera Neruda para que el poema “Emiliano Zapata” fuese parte del Canto general, también interpretado por Farandouri, que puede escucharse con el Coro de San Jacobo y la Orquesta de Estocolmo, dirigida por el propio Theodorakis.

En esta obra de plena madurez sinfónica y coral, con temas pastorales de flautas y solos de cuerdas, una batería (el compositor incorporó también sonidos del rock a su universo musical), y en la que el texto que dedicó el chileno al “Caudillo del Sur”, resuena como un cántico, a la vez indiano y europeo: universal.

Grabada en el Olympia Halle de Munich, figura en la cubierta un detalle del mural Del porfirismo a la revolución (1966) de David Alfaro Siqueiros, compañero de esas afinidades ideológicas que interpretaron el mundo en la posguerra, durante la guerra fría, etapa que Theodorakis embelleció infinitamente con sus piezas entrañables.

 

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