El inamovible Penacho de Moctezuma
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Desde hace más de dos décadas, Austria ha alegado diversos argumentos para que el llamado Penacho de Moctezuma viaje a México. Y como ahora las condiciones legales --e incluso su fragilidad técnica-- no lo permiten, tampoco causó sorpresa la negativa de aquel país a la petición del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien se enfrascó nuevamente en la idea de traerlo para una exposición temporal.
Baste recordar que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) anunció, en un comunicado del lunes 17 enero de 2011, que estaba “a punto de alcanzar un acuerdo histórico” con el gobierno austriaco para traer temporalmente el archifamoso tocado o “corona sagrada real” de plumas de quetzal, supuestamente propiedad original del tlatoani Moctezuma II.
En esas negociaciones participó la Secretaría de Relaciones Exteriores. Ya desde febrero de 2010 se estableció una comisión binacional para estudiar científicamente el estado de conservación del quetzalapanecaiotl, parte del atavío del dios Quetzalcóatl (revista Arqueología Mexicana, septiembre-octubre de 1995) que forma parte del acervo del Museo Etnológico de Viena (MEV).
Al final, no se cumplió el anhelo de la administración de Felipe Calderón, quien jamás solicitó su devolución pese a que en marzo del 2009 legisladores austríacos presentaron un punto de acuerdo al respecto ante el Parlamento de su país, y un par de meses más tarde, en mayo, el diputado oaxaqueño Humberto López Mena propuso a la Comisión Permanente de la LXII Legislatura lo propio para que el Ejecutivo enviara dicha solicitud.
En el boletín 4196 emitido por la Cámara de Diputados, se detalla que “Abelardo Rodríguez, presidente mexicano de 1932 a 1934, luchó por recuperar el penacho, y que al no conseguirlo mandó hacer una copia para exponerla en el Museo de Antropología de la capital” (hacia 1940). “Asimismo, [López Mena] indica que el presidente Ernesto Zedillo, en su momento, y el dirigente de la organización internacional Yankuikanahuak, [el también danzante] Xokonoshtletl Gómora, hicieron gestiones para que el penacho se encuentre en el país y pueda ser admirado por los mexicanos”.
Lo cierto es que la doctora en Historia del Arte por la UNAM, María Olvido Moreno Guzmán, logró con el INAH su incorporación al proyecto de investigación, restauración y conservación de la magistral pieza --junto a la profesora en conservación de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Berlín, Melanie Ruth Korn--, analizándola desde el punto de vista histórico, estético, técnico y científico, con participación de expertos en antropología, arqueología, botánica, historia, sociología, química e historia del arte, entre otras disciplinas (Arqueología Mexicana, septiembre-octubre de 2019).
La experiencia de Moreno Guzmán fue registrada por Jaime Kuri en el documental El Penacho de Moctezuma. Plumaria del México antiguo. Ahí se relata parte de su historia, desde que se supo por primera vez de su existencia en 1596 (76 años después de la llegada de Hernán Cortés a Tenochtitlán). Se le encontró, dice, en el Inventario de Bienes del Archiduque Fernando II de Tirol (registrado como “gorro morisco” en el Cuarto de Maravillas del Castillo de Ambras, de Insbruck, Austria), precisando que no es un copilli, “pues éstos son como una tiara que se colocaba sobre la frente de los gobernantes, aunque sí se creó para ser portado en la cabeza durante horas, sin provocar cansancio” (https://www.youtube.com/watch?v=dR6UDB0Lh0Y).
En el documental, Sabine Haag, directora del Museo de Historia del Arte de Viena, advierte que “aun si su transportación fuese posible, sabemos por experiencia que habrá numerosas cuestiones de orden legal”. Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH, concluye paradójicamente que no importaba si el penacho perteneció al tlatoani, si fue regalo o robo, pues “donde quiera que se encuentre cualquier objeto anterior a la conquista española es patrimonio nacional”. Así lo marca la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos de 1972.
Por su parte, el director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Diego Prieto, desde París, Francia --a donde asistió a la apertura de la exposición Los Olmecas y las culturas del Golfo de México en el Museo del Quai Branly-Jacques Chirac--, dijo a Proceso vía telefónica que la defensa del patrimonio mexicano en cualquier lugar del mundo es una cuestión de principios, y que el año entrante, en que el país conmemorará 200 años de vida independiente, “es ocasión para el diálogo intercultural con todos los pueblos, ya que México es nación pluricultural que fue cuna de uno de los grandes impulsos civilizatorios originarios de la historia humana, y que reconoce su lugar en la diversidad y el diálogo intercultural entre todos los pueblos y las naciones.
“Nuestro patrimonio es también de la humanidad. Somos una nación que favorece la fraternidad, el intercambio, la paz y el diálogo constructivo, con base en el respeto y la diversidad”.
En ese sentido, el presidente López Obrador, señaló, “podría autorizar la exportación temporal de un bien del patrimonio mexicano que, habiendo regresado al país, pudiese retornar al museo en el que estaba”.
Curador del MEV, Gerard van Bussel afirma a su vez en el citado documental que con la restauración la obra quedó limpia y estabilizada; se le construyó una vitrina especial contra vibraciones semejantes a un pequeño sismo. Pero insiste en lo que ha reiterado por estos días a la prensa de que “es una pieza muy frágil... Se llegó a la conclusión de que las vibraciones en un avión, en un camión o en un barco serían muy fuertes”. No obstante, durante la inauguración del renovado Weltmuseum de Viena en octubre de 2017 --donde el 15 de octubre pasado se abrió la exposición Azteken con el flamante penacho como estrella de la exhibición, luego de tres años reparándose--, se ve a folcloristas zapateando con sonajas frente a la vitrina (https://youtu.be/u62DCgH6lBY).