'Memoria en pie 1968-2018”, con tres CDs

jueves, 18 de octubre de 2018 · 12:42
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Memoria en pie. 1968-2018. 50 años de resistencia artística, crítica, independiente y popular es el tomo de 239 páginas y tres discos compactos de la Colección Ojo de Gato en Editorial Tintable (www.tintable.com.mx), con apoyos de la Secretaría de Cultura, se presenta el viernes 19 a las 9:45 horas en “Autoridad del Centro Histórico”. Moderados por la cantautora María Eva Avilés asistirán al estreno en “Autoridad...” (República de Argentina 8, Centro Histórico de la Ciudad de México): Modesto López, de Ediciones Pentagrama; el diseñador gráfico Leonel Sahagún; Jesús González Schmal, Jorge Velazco García (bajista de Guadalupe Pineda, El canto de la tribu) y el prologuista Humberto Musacchio. El martes 23 de octubre habrá otra presentación con el poeta chiapaneco y musicólogo Roberto López Moreno; Ismael Maylo Colmenares (del grupo Los Nakos); Alma Soto Zárraga (El Chamuco), el artista plástico Jorge Pérezvega, y Astrid Velasco, coordinados por Leonel Sahagún, en el Museo de la Ciudad de México, José María Pino Suárez 30, a las 19 horas. Memoria en pie consta de los apartados en Artes Visuales, Caricatura, Fotografía, Música, Danza, Cine y Teatro, Literatura y Periodismo. Los tres discos fueron compilados por Ramón Sánchez Aviña, Marco Briseño, Modesto López y el promotor Enrique Aguilar, conteniendo 36 canciones y 173 imágenes. Enseguida, ofrecemos a nuestros lectores fragmentos de este tomo por el periodista Iván Castro, colaborador de Indie Rocks!, “La Última Carcajada de la Cumbancha (LUCC). Una conversación con Lalo Barajas”, cortesía del gestor cultural de Arte Obrera (ARO) Eduardo Barajas, para nuestros lectores. El LUCC de “Lalo” Barajas Lalo Barajas fue la cabeza de uno de los primeros espacios abiertos multidisciplinarios del arte en la Ciudad de México, el LUCC (La Última Carcajada de la Cumbancha). Tiene estudios en Comunicación y comenzó su carrera profesional en una agencia publicitaria. Poco después dio un giro y empezó a hacer proyectos rurales que marcaron una línea importante en su trabajo. Después pasó a los contenidos culturales y a los proyectos de empoderamiento social en televisión. Comenzó a involucrarse en la organización de eventos musicales que incluían artistas como Pablo Milanés o Tito Puente, cuando era más joven. Cansado de lo anterior, se dio cuenta que no había muchos espacios para la cultura, a la cual veía muy institucionalizada. En ese contexto, a finales de la década de los ochenta, gestó lo que se convirtió en el LUCC. Pero para Lalo el LUCC nació mucho antes. Él fue parte de una generación que vivió en su niñez y en carne propia el movimiento del 68. Sus padres y sus cuatro hermanos habitaron el corazón mismo de la catástrofe: el edificio Aguascalientes de Tlatelolco. Así, fue testigo de primera mano de la masacre, una desgracia que marcó su vida personal y profesional. “Surge de una generación espontánea en la que veníamos chavitos del 68. En cuanto empezamos a tener un poco de posibilidades de decisión o iniciativa, comenzamos a hacer proyectos que generaran un cambio.” Lalo fue agudo al notar una ausencia importante de lugares abiertos y receptivos a la juventud y sus expresiones artísticas. Había un rechazo hacia ese tipo de proyectos, era una consigna casi natural, no hablada e institucional de un no a los jóvenes y a ese tipo de proyectos juveniles. Finalmente, tras recurrir al delito por falsificar documentos necesarios para la apertura del lugar, el LUCC abrió sus puertas en la calle Perpetua número 4, colonia San José Insurgentes, en 1987. “A la inauguración asistieron Eugenia León, Jesusa Rodríguez y otros. Mi público era ‘intelectualoso’: pintores, actores, directores de teatro y periodistas, atraídos los primeros días por Jesusa y Eugenia. Llevé incluso al icono Vicente Garrido, autor del tema ‘No me platiques más’ para unas sesiones bohemias. Muchos de los recursos que aplicamos al LUCC venían de la comunidad de pintores (…) “Tenía mucha cercanía con los grupos de rock porque para mantener el proyecto mientras me daban la licencia tuve que hacer tocadas. Programaba cosas extrañísimas como a Botellita de Jerez, Son de Merengue y a Caifanes o Recuerdos del Son y El Personal, de Guadalajara. El LUCC siempre se caracterizó por este juego lúdico. Nunca pretendimos ser el stage rock; entendíamos la realidad del rock. Programaba mucho a Café Tacvba, a Maldita vecindad y seguí con los grupos como Son de Merengue y otros alternativos, teníamos además danza y muchos performances. Yo creo que fue la cuna del performance. Me vinculé mucho con gente que estaba en esa especie de ‘cultura irreverente’.” Lalo considera al LUCC como una especie de laboratorio, de lugar de capacitación y de taller para el desarrollo, la maduración y la difusión de proyectos culturales. “En los cinco años que duró el LUCC, el rock mexicano y en español era muy incipiente. De entrada no había staff, promotores ni mánagers. Creo que ahí se empezaron a gestar muchas cosas. Hacíamos interdisciplina y buscábamos el acercamiento más que de la herramienta, del discurso, sin dejar de meter grupos latinosos. Creo que una de las misiones principales del LUCC fue articular. Lo que viví en Tlatelolco en la primaria era que el LUCC podría articular un grupo. Nos invitaron dos veces a un evento internacional que se hacía en Nueva York, el New York Music Seminar. Ahí estaba Tracy Chapman empezando y a nosotros nos invitaron a dar conferencias de espacios alternativos autogestivos cuando ni siquiera sabíamos bien qué estábamos haciendo ni teníamos idea de la repercusión que podía tener, simplemente lo estábamos viviendo.” Sobre el fundamental tema político, Lalo tiene una opinión particular que repercutió sustancialmente en el LUCC: “En realidad viví de muy cerca lo del 68 y después muchas decepciones de la clase política, a favor o en contra. De hecho, la decisión de cerrar el LUCC en el ’92 fue mía. Tuvimos muchas clausuras, pero volvíamos a abrir porque pedíamos firmas, íbamos a los medios, hacíamos conferencias; el unomásuno nos apoyaba; hacíamos una resistencia fuerte y nos volvían a abrir. Entró Amalia García (del PRD) a apoyarnos. Pero también iba una mujer del PAN que representaba a los vecinos, nosotros con Amalia García. Entonces me di cuenta que ya éramos parte de una bandera política y no me gustó nada (…) “La verdad es que desafortunadamente no hay espacios. Los medios comerciales y de comunicación cerrados sofocaron las expresiones juveniles y sus movimientos sociales y dejó de haber espacios y tendencias. Es ridículo que el IMER no toque música de los grupos nuevos; es ridículo que todas las estaciones estén cerradas a lo que se produce en México. La televisión y los medios están cerrados. Algunos reporteros de prensa escrita son buenos, pero fuera de eso están sofocando. Es como vivir en una cajuela de un coche viejo donde no puedes respirar aire fresco (…) “Yo creo que el LUCC fue una especie de catalizador de ese sentimiento; de un sentimiento de ‘hasta la madrez’ del PRI, de un gobierno paternalista. Era la búsqueda de una identidad de una juventud disidente donde los chavos actuaban y se vestían de una manera distinta. Lo que hizo al LUCC fue una identidad y el sentido de pertenencia de una sociedad chilanga, mexicana, con sonidos y valores mexicanos que reconocía a Tin Tan. Era el orgullo de ser lo que eres, no de cantar en inglés.” Los cincuenta años del 68 están latentes y siguen vivos en la memoria mexicana. Su influencia en un espacio como el LUCC fue absoluta. “Yo creo que finalmente el LUCC no hubiera nacido si yo y varios más no hubiéramos venido de esa generación de niños del 68. Fue muy significativa la influencia de una posición más allá del conformismo, de: ‘¿Los jóvenes qué hacen? Estudian, obedecen y se divierten sanamente’; esa era una visión de un gobierno autoritario. Nosotros sufrimos las consecuencias de una lucha grave, fatal, de estos jóvenes que fueron muy reprimidos por una identidad distinta. En cuanto tuvimos la posibilidad, encontramos los propios lenguajes y la propia salida, y eso fue lo que apoyamos. Yo creo que fue fundamental haber vivido el 68 (…) “El sistema va contra todo tipo de generar identidad y cohesión. No hay foros, no hay salidas, no han vinculación. En el 68, lo que parecía una juventud ñoña se convirtió en un movimiento súper fuerte que marcó en todos los sentidos a esa generación. Es el terremoto del ’85, sucedió también algo que nadie esperaba, que sorprendió. Y ahora en el sismo de 2017 pasó lo mismo: los chavos dejaron el celular, las tablets, y estaban en la calle armando campamentos, haciendo tortas: los fresas y los no fresas. Hay algo en el sentimiento arraigado de la sociedad mexicana que despierta y detona esa solidaridad; ese sentido de pertenencia a pesar de los medios chafas que hemos tenido siempre, de los medios chafas que hemos tenido siempre, de los medios impresos chayoterísimos, de una radio envenenadora. En realidad, no hay una lealtad ni de los medios ni de las empresas (…) “Creo que la música se opacó un poco y dejó de estar presente como representante de la parte social. Ahí creo que hubo un desfase y el tema contestatario se quedó en la parte rupestre, en el canto de la guitarra acústica; no se actualizó y prefieren cantar ñoñerías. El ska puede ser, pero las letras no dan mucho. Creo que la música se auto opacó. La danza contemporánea estuvo muy fuerte del ’85 para acá con la danza callejera que tiene fuertes planteamientos sociales, pero ha sido intermitente. Yo creo que mucha de la culpa de esto es la falta de políticas culturales (…) “Hablamos de los cincuenta años del 68, que es algo muy fuerte en tres ámbitos: el deportivo, que fue la mayor fiesta con doscientos diez países que vinieron y con sucesos muy importantes como las dos Alemanias aquí; la España democrática que estaba en el exilio y que participó; las dos Chinas que participaron con una sola bandera; el ámbito social, y el cultural. “Fue increíble la Olimpiada que ocurrió hace 50 años, pero creo que desde la parte institucional todo sigue igual. La parte social es la que ya está resolviendo las cosas y teniendo iniciativa. Siguen estando en deuda muy grande las instituciones con la sociedad.”

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