Opinión

Quítese esa vulnerabilidad, presidenta

Aunque México es frágil frente a Estados Unidos, no está inerme. Si Claudia Sheinbaum decidiera responder las agresiones, podría entre otras cosas dejar de contener la migración, lo que metería a Trump en serios aprietos.
miércoles, 20 de agosto de 2025 · 05:00

Comienzo por las obviedades. La relación con Estados Unidos siempre ha representado para México un desafío extraordinario, dadas las asimetrías entre ambos países, y el reto ha crecido exponencialmente con Donald Trump en la Casa Blanca. De hecho, en esta su segunda Presidencia las adversidades para nuestro país son mayores, porque el trumpismo de MAGA controla al Partido Republicano y el Partido Republicano controla al Congreso, y en la Suprema Corte hay una mayoría conservadora que refrenda en buena medida el margen de discrecionalidad presidencial. Peor aún, un Trump recargado, con más oficio político que en su primer mandato y con un equipo de incondicionales que sabe qué hacer para complacerlo, tiene algo muy cercano a una patente de corso. No cuenta con tantos votos ni con los niveles de aprobación de otros mandatarios populistas, pero ni falta que le hace: lo que tiene le basta para hacer prácticamente lo que le venga en gana.

¿Qué puede hacer un gobierno estadunidense rudo para doblegarnos? Lo que está haciendo –bombardeo de aranceles y toda clase de trabas a nuestras exportaciones, de las cuales más o menos 85% van para allá– y más. La industria mexicana dejaría de operar en menos de una semana si se cerrara la llave del gas que importamos de Texas, lo que sería devastador para la economía nacional. No dejo de preguntarme, dicho sea de paso, por qué Andrés Manuel López Obrador, tan celoso de la soberanía petrolera, no hizo algo para reducir esa dependencia o al menos para aumentar nuestra capacidad de almacenamiento. En fin, sólo dejo como ejemplo algunos de los botones que puede apretar Donald Trump para dañarnos sin llegar a la fuerza bruta.

Sheinbaum. Defensa de AMLO. Foto: Eduardo Miranda.

Aunque México es frágil frente a Estados Unidos, no está inerme. Si Claudia Sheinbaum decidiera responder las agresiones, podría entre otras cosas dejar de contener la migración, lo que metería a Trump en serios aprietos. Sí, escalar la confrontación podría traernos consecuencias graves, pero a nadie de aquel lado le conviene afectarnos al grado de crear condiciones de turbulencia social que se les revertirían por la vecindad, cosa que entienden algunos de quienes manejan su seguridad nacional. El problema de la presidenta es que a nuestras desventajas inevitables añade una que no está obligada a asumir: la defensa de AMLO y los suyos. Esa vulnerabilidad podría desaparecer si ella, que no tiene vínculos con el crimen organizado, optara por retirar la defensa del gobierno de su predecesor.

Lo está haciendo por la vía de los hechos, es verdad. Cada golpe que da a los cárteles es una bofetada factual a su antecesor y su infame estrategia de laissez faire frente a la criminalidad. Cada laboratorio de fentanilo desmantelado refuta los dichos oficiales del sexenio pasado, cada operativo contra el huachicol fiscal –con todo y trenes, barcos y una impresionante logística que funcionó sin contratiempos durante el sexenio pasado– pone en evidencia la permisividad de AMLO. Y dedicar un programa especial para contrarrestar la extorsión, el delito que más creció en la medida en que las fuerzas del orden se replegaron, es un reconocimiento implícito del desastre heredado. Pero creo que eso no será suficiente para Donald Trump, a quien le gusta otro tipo de espectacularidad.

Me temo que lo que quieren los estadunidenses –y aquí incluyo a las agencias de seguridad e inteligencia– son cabezas de políticos. En eso parecen coincidir el presidente, su gabinete y esa parte del establishment. Lo han expresado también el vicepresidente, el secretario de Estado, el próximo titular de la DEA y varios más: es la corrupción en las autoridades mexicanas la que potencia a la delincuencia de gran escala. ¡Ni cómo desmentirlos! Ya no es suficiente para ellos extraditar capos: quieren a sus socios en el poder político. Y si bien esa sociedad corrupta ha existido desde que empezó a traficarse droga y sobran cómplices de todos los partidos y filiaciones, todo indica que los vecinos quieren carne fresca. Algún gobernador, un líder legislativo, un secretario. Todos ellos estuvieron activos en el oficialismo desde 2018. Yo no sé qué listas haya ni quiénes estén en la mira; de lo que no me cabe duda es de las ganas de la Casa Blanca de exhibir la podredumbre del régimen, porque así mata dos pájaros de un tiro: merma el tráfico de drogas y, en tanto su contraparte gubernamental regatee acciones correctivas, la pone en una posición de debilidad en cualquier negociación.

He aquí el quid del asunto. Sheinbaum no quiere malquistarse con la red de operadores y con la base social obradorista porque piensa que eso le generaría ingobernabilidad, y hasta ahora ha preferido pagar el costo político allá a pagarlo acá. Tengo para mí que eso durará hasta que le eleven el precio en moneda judicial, lo que podría ocurrir en cuanto los testimonios de los líderes del Cártel de Sinaloa confinados en Estados Unidos empiecen a articular procesos legales. Por cierto, quizá no lleguen a exigirle cuentas a AMLO, si su buena relación con Trump rinde frutos; podrían saciarse con algunos de sus colaboradores. Lo que me parece imposible –e indeseable, como lo es cualquier mensaje de impunidad– es que se pueda mantener a salvo el obradorismo. Y a ella, paradójicamente, le ayudaría que el gobierno estadunidense la presionara a actuar contra algunos de sus representantes porque así podría comenzar a desmantelar el intento de Maximato.

Posiblemente no lo vea así ahora, pero supongo que más temprano que tarde se impondrá la lógica del poder. La más reciente declaración de Donald Trump, en el sentido de que nuestras autoridades están “petrificadas” ante el crimen organizado, son la enésima muestra de que no van a quitar el dedo del renglón. Reitero lo que dije hace varios meses (“El regalo de la 4T a Trump”, Milenio, 10/02/25): “La presidenta tiene que escoger entre defender a AMLO o defender a México. Estas opciones son, hoy por hoy, mutuamente excluyentes”. Aun en el supuesto de que el expresidente no haya establecido nexos directos con las organizaciones delictivas, nadie puede negar que su decisión de dejarlas hacer y pasar tuvo como consecuencia una expansión criminal que dañó profundamente a México y que esa es una responsabilidad que no puede eludir. Y en el caso de su gente cercana hay mucho más que eso. ¿Cómo va a defender la poseedora del bastón de mando al líder del Senado, por ejemplo, que como gobernador encargó la seguridad de su estado a quien hoy está acusado de jefaturar a la célula local del cártel más sanguinario? Para dejarlo caer le bastaría seguir dos creencias de su mentor: que un gobernante sabe todo lo que pasa en su gobierno y que a la hora de demostrar complicidades los dichos son tan válidos como los hechos, como sucedió en el juicio de García Luna. Lo dicho: esta es la oportunidad de Claudia Sheinbaum de sacudirse una vulnerabilidad que no tiene por qué cargar.

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Texto de Opinión publicado en la edición 26 de la revista Proceso, correspondiente a agosto de 2025, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.

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