Opinión

Las relaciones México-Estados Unidos; ¿hasta dónde pueden llegar las presiones?

Las agencias encargadas de dar seguimiento y adquirir información sobre la delincuencia organizada en México es una tarea que lleva años de ejercerse por parte de Estados Unidos.
domingo, 28 de septiembre de 2025 · 06:30

Han pasado ya varias semanas desde la visita de Marco Rubio a México y ésta sigue siendo vista como un éxito diplomático por la manera tan cordial con que se comunicaron sus resultados. La declaración conjunta y la conferencia de prensa ofrecida por los cancilleres de los dos países no se refirieron a los problemas concretos que se habían abordado, pero sí dejó constancia del entendimiento logrado cuando Rubio declaró: “México y Estados Unidos han alcanzado niveles históricos de cooperación —añadió— que respetan la integridad y la soberanía de las dos naciones”.

A medida que avanza el tiempo, identificar hasta dónde llegan los “niveles históricos de cooperación” y determinar si pueden mantenerse levanta muchas interrogantes. Lo cierto es que la cooperación México-Estados Unidos en materia de seguridad es particularmente difícil si atendemos, por una parte, a la narrativa de la época Trump 2.0 en lo referente a la lucha contra los cárteles del narcotráfico; por la otra, a los problemas heredados por la presidenta Sheinbaum del primer gobierno de la 4T, permisivo ante las acciones de dichos cárteles.

Se advierte, para empezar, que hay una clara asimetría en la información e inteligencia que tienen México y Estados Unidos. Las agencias encargadas de dar seguimiento y adquirir información sobre la delincuencia organizada en México es una tarea que lleva años de ejercerse por parte de Estados Unidos. Baste recordar la captura del Mayo Zambada para tener una idea de lo involucradas que estaban las agencias de seguridad estadunidenses con los mandos más importantes del Cártel de Sinaloa.

Muy distinta fue la aproximación de la parte mexicana al mencionado cártel en los años del gobierno de López Obrador. Los “abrazos no balazos” tuvieron su mejor expresión en la relación con ese grupo delictivo. Se dio preferencia entonces a combatir las causas, confiando en que ello detendría a los jóvenes que anhelaban convertirse en sicarios. Los resultados están a la vista. Un crecimiento notable de las áreas del territorio mexicano controladas por el crimen organizado.

El problema que hereda Claudia no es menor. Debe revertir la política de su antecesor en materia de combate al crimen organizado y, al mismo tiempo, detener los afanes intervencionistas que acompañan la decisión estadunidense de lograr que México tenga una cooperación histórica con Estados Unidos en materia de seguridad.

Importa hacer notar que no se trata solamente del tráfico de drogas. Aunque no se tiene información verificable de la conversación que mantuvo Marco Rubio con la presidenta, hay suficientes indicios para suponer que se dieron a conocer los datos que tienen las autoridades estadunidenses sobre el llamado huachicol fiscal, en otras palabras el contrabando de combustible desde Estados Unidos a México verdaderamente escandaloso, tanto por las dimensiones de los miles de millones de dólares involucrados, como por la participación de altos mandos del gobierno mexicano en época del expresidente López Obrador, entre ellos mandos de la Secretaría de la Marina, una de las instituciones más respetadas por la ciudadanía mexicana.

¿Hasta donde llegarán las presiones ejercidas por el gobierno de Trump para que la presidenta Sheinbaum lleve hasta “sus últimas consecuencias” este asunto?

Responder obliga a tomar en cuenta dos temas: el grado en que estén envueltas personalidades muy cercanas al expresidente López Obrador y el grado en que se profundice una división —que ya se avizora— en las filas del partido dominante.

La división de Morena es un tema complejo que lleva de por medio la estabilidad en general del sistema político mexicano. El obradorismo, inspirado en la ideología y el carisma de una personalidad como López Obrador, tiene profundas raíces en la ciudadanía mexicana. La presidenta Sheinbaum misma forma parte de las lealtades y pasiones que dieron forma a la 4T.

El rompimiento con López Obrador, esperado por numerosos intelectuales y comentaristas en México, puede producir cismas cuyas turbulencias y su duración son difíciles de prever. Depende mucho de lo que ocurra en momentos políticos claves tanto en México como en Estados Unidos. Las elecciones intermedias en Estados Unidos y la renovación de mandato en México son momentos definitorios.

Trump. Presiones. Foto: Evan Vucci / AP.

El tema nos conduce a recordar la importancia que la estabilidad política en México tiene para el país del norte. En fechas recientes se habla del interés del gobierno de Trump en diseñar una nueva época para la Doctrina Monroe a fin de restablecer su dominio sobre el conjunto de América latina.

No puede verse a México como parte de ese proyecto. La vecindad con Estados Unidos hace de México un caso muy diferente. Se trata del principal socio comercial de la gran potencia, con economías profundamente vinculadas que, de separarse, tendrían graves consecuencias para los intereses de productores y consumidores de ambos países.

Se trata de dos naciones con enormes diferencias y, al mismo tiempo, muy interdependientes. Tal interdependencia, que para algunos es una desgracia, para otros es una gran oportunidad para México. En efecto, las cartas que la presidenta mexicana puede poner sobre la mesa son, justamente, las que hacen valer el precio de la interdependencia.

Partiendo de tales reflexiones viene la pregunta: ¿hasta dónde puede presionar Trump a México? Y, a su vez, ¿hasta dónde puede resistir Claudia?

Contestar esa pregunta obliga a ver los diversos elementos que conforman la interdependencia México-Estados Unidos. En primer lugar, la económica. El sector exportador, pieza central de la economía mexicana se dirige en 83% hacia Estados Unidos. La pertenencia al T-MEC, cuyas negociaciones para su revisión se inician los próximos días, será fundamental para el futuro de Norteamérica.

En segundo lugar, no se puede perder de vista la presencia de 38 millones de mexicanos que viven en Estados Unidos, la minoría más grande del mundo viviendo en un país vecino. Se calcula que aproximadamente 5.8 millones son trabajadores indocumentados cuyas remesas constituyen una importante fuente de ingresos para sus familias y para el equilibrio de la balanza de pagos en México.

Ahora bien, esos trabajadores son centrales para el funcionamiento de diversos sectores de la economía estadunidense. Prescindir de ellos supondría grandes pérdidas, entre otros, en sectores agrícolas, de la construcción y de los servicios de apoyo social.

En resumen, la relación México-Estados Unidos obliga a la negociación constante, evitando presionar hasta el punto que la liga pueda romperse. De ocurrir, las consecuencias para México y Estados Unidos serían muy negativas, sobre todo para la parte más débil que es México.

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