México-Estados Unidos
Los mexicanos le hacemos los mandados a Trump
Va a costar mucho recobrar nuestro crédito como país independiente y nuestro orgullo como mexicanos; no es ningún consuelo que nuestra presidenta diga que aquí el pueblo manda, sabiendo que ella, su gabinete y todos los morenistas hacen lo que Trump ordena.El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declaró: “México hace lo que Estados Unidos le dice que haga; y Canadá hace lo que le decimos que haga.” (Reforma, 15 de agosto de 2025, p. 11). Esta noticia salió en todos los medios, tanto los impresos como los digitales y televisivos. El señor Trump no utilizó figuras retóricas como: en México, con respeto a su soberanía, sus autoridades colaboran con nosotros; o existe plena colaboración de nuestros gobiernos en la lucha contra el narcotráfico u otras parecida.
Nada de eso. Su declaración fue brutal, tajante, clara y sin rodeos: los mexicanos le hacemos los mandados al presidente Trump.
Nuestro gobierno no esperaba una encuerada de esa naturaleza y, mucho menos, de quien vino. Las encueradas siempre son mal venidas; las que se hacen en público son inoportunas y políticamente dañinas; entre naciones resultan ofensivas.
Es un secreto a voces que los gobiernos de México hacen lo que les indicaba el presidente en turno de Estados Unidos. Eso ha sido así desde siempre, con sus honrosas excepciones. Esa circunstancia se acentuó durante los gobiernos de Enrique Peña Nieto y, sobre todo, en el de Andrés Manuel López Obrador. Los presidentes del país del norte, por prudencia, no lo decían en público. Era un secreto a voces. Trump, cuya lengua no tiene hueso que le impida hablar, lo dijo públicamente.
Durante el sexenio de AMLO, el mismo Trump, refiriéndose a Marcelo Ebrard, entonces secretario de Relaciones Exteriores, dijo que en las entrevistas que había tenido con funcionarios norteamericanos se había agachado. Más claro no canta un gallo.
La presidenta Sheinbaum, para desvirtuar la hablada que le echó el presidente Trump, declaró que en México manda el pueblo. Su declaración, aparte de ser demagógica, no corresponde a la realidad. No aportó elementos de los que se desprenda su actuar independiente. Tampoco acreditó, con pruebas, que seamos soberanos y que su gobierno sostenga una política propia y nacionalista.
Pueblo es una entelequia en la que cabe todo y nada. Si se hiciera una encuesta objetiva, con una pregunta no tendenciosa ni de respuesta obvia, como las que acostumbraba AMLO, lo más seguro es que el resultado sería que nadie o muy pocos estarían enterados de lo que Sheinbaum está haciendo o disponiendo en nuestro nombre. Un voto depositado en las urnas no es un mandato para hacer y deshacer.
El suscrito, como mexicano, me considero parte del pueblo y declaro que en ningún momento le he dado alguna orden o instrucción a la presidenta de la República; en cambio, tengo la convicción de que nunca seré oído por ella en la adopción de alguna determinación; tampoco le importa lo que opino. Doy un ejemplo: le ordeno que cumpla cabalmente la Constitución.
La presidenta, ante tan grosera declaración, no fue capaz de llamar el embajador en Washington para consultas. Nunca hubo un desmentido oficial ni se exigió aclaraciones. Otro presidente lo hubiera hecho. No pasó nada. El momento bochornoso lo dejó a la desmemoria.
¿Cuándo un auténtico gobierno de izquierda iba a aceptar que, quien encabeza el imperio, dijera que México hace lo que se le manda? Las cosas andan mal cuando lo dicen y más cuando existen ejemplos de que lo afirmado es cierto. Éstos muestran que es nuestro gobierno, no México, quien hace lo que se le manda.

La entrega en agosto de 26 mexicanos es una prueba: se hizo sin haber observado el riguroso trámite que, con intervención de una autoridad judicial, establece el artículo 119 constitucional. La presidenta está impedida, por sí, para hacer entrega de mexicanos. En su ánimo de ser obsequiosa no le importó ignorar la Constitución. Eso es muy grave.
Qué ventaneada nos dio Trump con su hablada; incluyo a la presidenta, a su gabinete, a los morenistas, que en teoría se muestran tan nacionalistas y celosos defensores de nuestra independencia; la ventaneada también la sufrimos nosotros los mexicanos.
El dron que se paseó sobre el Estado de México es un ejemplo más de que lo que dice el señor Trump es cierto. García Harfuch declaró que voló por parte del territorio nacional a petición del gobierno mexicano.
Esa acción plantea algunas interrogantes: ¿el dron era militar? ¿México tuvo acceso directo y en tiempo real a toda la información que recabó? ¿Algún funcionario mexicano estuvo en el lugar de donde salió? ¿Tuvo acceso al dron y certificó que no era militar? ¿La simple autorización de la presidenta o del propio secretario de seguridad es suficiente para autorizar ese tipo de vuelos en territorio nacional?
Si el dron es militar, ¿por virtud de una reforma constitucional aprobada la semana pasada, que no fue sancionada por el Congreso de la Unión y por las legislaturas de los estados, el Senado fue privado de la facultad de autorizar el paso de una unidad militar por el territorio nacional que le confiere la fracción III del artículo 76 constitucional?
También tengo la sospecha de que, por una reforma hecha únicamente por la presidenta de la República, se cambió el artículo 119 constitucional y de que, a partir de este agosto, la extradición es una facultad que le corresponde a ella y a su gabinete en forma privativa.
Al cesto de la basura el verso del Himno Nacional que dice: Un soldado en cada hijo te dio… Tenemos que cambiar la letra y sustituirla por otra que diga más o menos: Un sirviente en cada hijo te dio. Qué fea exhibida nos dio Trump.
Va a costar mucho recobrar nuestro crédito como país independiente y nuestro orgullo como mexicanos; no es ningún consuelo que nuestra presidenta diga que aquí el pueblo manda, sabiendo que ella, su gabinete y todos los morenistas hacen lo que Trump ordena; y en lo que no, para eso tiene la mandataria a uno que vive en Palenque, Chiapas.
Como dice la canción: “Por una vez que lloré, ya me decían el llorón”. En el caso de la señora Sheinbaum y los morenistas cabe decir: por todas las veces que me agaché, ya me decían el agachón. No se vale.