Carlos Martínez Assad

La fragilidad del alto al fuego en Líbano y en Gaza

Ahora se explicita una alianza (de Israel) con el gobierno de Estados Unidos que se perfila cercano a las acciones que originaron la Alemania nazi, aunque se trate de un nuevo fenómeno y se llame de otra manera.
miércoles, 5 de febrero de 2025 · 13:15

Dos convenios de alto al fuego pueden cambiar los constantes enfrentamientos del ejército de Israel y Hamas por una parte, y contra Hezbolá, por la otra. 

Gaza y Líbano han sido los escenarios comprometidos por más de 14 meses desde aquella infausta mañana del 7 de octubre de 2023, con el asalto de Hamas en territorio israelí, con las consecuencias ya conocidas. 

El acuerdo de Israel con el brazo armado de Gaza, por la mediación de Estados Unidos, Egipto y Catar, fue sellado el 19 de enero último, con los rehenes como prenda de una negociación que la sociedad israelí ha demandado a su gobierno desde que inició el conflicto. 

En las diferentes fases establecidas del alto al fuego y  la liberación de grupo de rehenes marcarán si se sigue a la siguiente, aunque urgidos como están los de Hamas han decidido por fin entregarlos. 

En Líbano el acuerdo se dio el 27 de noviembre pasado para el cese al fuego entre Hezbolá e Israel, con un esfuerzo en el que se comprometieron Estados Unidos, Francia, Arabia Saudita, Jordania, Egipto y Emiratos Árabes. 

Menos cruento el conflicto, sin embargo, llegó a su fin luego del descabezamiento de Hezbolá con el asesinato de sus líderes más visibles y respetados por la comunidad chiita del país. Pero también la toma de territorio en el sur, comprometiendo los recursos importantes del agua. 

Ahora viene el gran desafío de qué hacer el día después. En principio, en términos estrictos, no ha ocurrido porque Israel se mantiene no solamente en Gaza sino en las tierras que ha tomado en Cisjordania como lo muestra su asedio al campo de Jenin, a donde se ha extendido el conflicto que en este caso compromete a la Autoridad Palestina, reconocida por los Acuerdos de Oslo. 

Israel ha prometido liberar territorios según el cumplimiento de las negociaciones acordadas, pero no hay certeza de si ocurrirá porque, por ejemplo, con el colapso del régimen de la familia Bachar en Siria, aprovechó para tomar aún otra fracción de territorio, en particular el más próximo al Golán que Israel tomó desde 1967 y sólo Estados Unidos ha reconocido su soberanía contra el resto de los países de la Organización de las Naciones Unidas.

La destrucción de Israel en Líbano. Foto: Ariel Schalit / AP 

Los graves problemas dejados por estas guerras han desembocado en una crisis humanitaria que puede agravarse todavía. Los 600 camiones con alimentos que el acuerdo establece para la población palestina no se sabe cuánto tiempo puede permanecer. Ni siquiera si es suficiente para casi dos millones de personas que lo han perdido todo y que eufemísticamente se les ha permitido regresar a sus hogares cuando ni siquiera es factible saber dónde se encuentran entre las montañas de escombros. 

Tampoco contarán con la infraestructura que les permita tener el agua indispensable para vivir, ni luz. Ya no tienen los hospitales que atendían a su población, los niños no podrán asistir a las escuelas y los adultos no contarán con un trabajo para sostener a la familia. Lo más grave es que no hay en el futuro inmediato activos económicos para el desarrollo.    

Y en medio de ese de por sí drástico panorama, la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha cancelado todas las ayudas sociales y una de las más graves es la de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA, por sus siglas en inglés)  que hasta ahora es la organización humanitaria que ha coordinado la ayuda a los más de cinco millones de refugiados que viven en campamentos en países del Medio Oriente. 

Para darse cuenta de la importancia de su apoyo, desde el alto al fuego ha dispuesto de mil camiones para llevar ayuda humanitaria a Gaza. Sin su existencia será imposible la gestión de todos esos campamentos. Trump ha anunciado el 4 de febrero último, con Benjamin Netanyahu como testigo de visita en Washington, que se hará cargo de Gaza y sacará a todos los palestinos a otros países.

En Líbano los golpes de Israel continuaron en particular en la franja fronteriza donde algunas localidades continúan tomadas; Netanyahu expresó que continuarían allí hasta el 18 de febrero. Y de nuevo, los libaneses continúan escuchando la voz del oficial de las Fuerzas de Defensa de Israel, Avichay Adraee, prohibiéndoles volver a sus casas. A las localidades liberadas han regresado, no sin dificultades, casi 900 mil personas del más de 1 millón 200 mil que fueron desplazadas. 

 

Pese a todo, la esperanza ha renacido en gran parte del país, en particular en la población cristiana que fue la mejor librada en los bombardeos y la que ha visto con complacencia el nuevo gobierno que se está formando con el presidente Joseph Aoun y el primer ministro Nawaff Salam, el prestigiado presidente de la Corte Internacional de Justicia de la Haya.

Especialistas están considerando que además de los miles de millones necesarios para la reconstrucción de lo destruido, incluyendo la infraestructura, podrá ser factible en Líbano, en un gobierno donde no funja Hezbolá, que los préstamos internacionales puedan fluir con mayor facilidad.

En Gaza, objetivo de Trump, dos millones de personas lo han perdido todo. Foto: Abdel Kareem Hana / AP

El cálculo es más pesimista para Gaza donde, además del gran capital que se requiere, estará en la situación en la que se encontraba previamente a la guerra en más de 15 años. Un tiempo que es imposible garantizar, primero porque los palestinos no pueden esperar y, segundo, de ponerse en práctica la afirmación que con desfachatez hizo Trump, que Egipto recibirá a un millón y medio de gazatíes y Jordania a 500 mil, los problemas serán otros. 

Por supuesto las primeras opiniones que se conocen de esos gobiernos es negativa. Y ni que se diga de los palestinos que con el ideario que han transmitido de generación en generación está el de volver a la tierra de la que fueron expulsados en 1948 sin importar las pésimas condiciones en las que viven en los países árabes.  

Resulta que es bienvenido el alto al fuego en una contienda que ha causado tantas víctimas y afectaciones entre los distintos contendientes. Sin embargo, llega muy tarde cuando hay evidencias de que hubo posibilidades de establecerlo desde hace cuando menos medio año. 

 

Pero allí entran las razones políticas que se dicen de Estado y que los dirigentes israelíes con el paso de los años y en nombre de la lucha sionista (de la vulnerabilidad judía) fusionaron el nacionalismo radical con el territorialismo religioso y el autoritarismo con el militarismo. 

Para colmo, ahora se explicita una alianza con el gobierno de Estados Unidos que se perfila cercano a las acciones que originaron la Alemania nazi, aunque se trate de un nuevo fenómeno y se llame de otra manera.

         

 

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