Opinión
El escupitajo en la boca
Como Casandra, que inútilmente trató de evitar la entrada del Caballo de Troya a su ciudad, las víctimas, con el escupitajo en la boca, no hemos podido evitar la entrada del crimen organizado en la vida de la nación.En la FIL de Guadalajara Jacobo Dayán y yo nos encontramos con Alberto Ruy Sánchez. Hablamos de la profunda crisis de violencia que atraviesa el país. Nos recordó entonces el mito de Casandra –“La hermana de los hombres”– cuando Apolo, después de haberle dado el don de la profecía, le escupe encolerizado en la boca. Desde entonces, Casandra siguió teniendo el don, pero ya nadie creyó en sus vaticinios. Hermana de Paris y Héctor, repetidas veces anunció la caída de Troya, incluso el engaño, dice Dares Frigio, del famoso caballo que victimaría a la ciudad y a sus ciudadanos, pero nadie la escuchó.
No sé si al recordar a Casandra, Ruiz Sánchez pensaba en el discurso que las víctimas, coaligadas en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, pronunciaron en el Zócalo de la Ciudad de México el 8 de mayo de 2011. En todo caso, la evocación me lo recordó. En aquel discurso, que habría que leerse de nuevo íntegramente –tiene una vigencia sobrecogedora– las víctimas dijeron con una claridad digna de Casandra:
“(Hemos venido hasta aquí) para decirles directamente a la cara (…) que con nuestra presencia estamos nombrando esta infame realidad que ustedes, la clase política, los llamados poderes fácticos y sus espantosos monopolios, las jerarquías de los poderes económicos y religiosos, los gobiernos y las fuerzas policiacas han negado y quieren continuar negando, y decirles también que no aceptaremos más una elección si antes los partidos políticos no limpian sus filas de esos que, enmascarados en la legalidad, están coludidos con el crimen y tienen al Estado cooptado e impotente. Porque hasta ahora sólo hemos podido ver eso (...)
Y concluyeron:
“(…) estamos aquí para decirles que es urgente que los ciudadanos, los gobiernos de los tres órdenes, los partidos políticos, los campesinos, los obreros, los indios, los académicos, los intelectuales, los artistas, las Iglesias, las organizaciones civiles, hagamos un pacto, es decir, un compromiso fundamental de paz con justicia y dignidad, que le permita a la nación rehacer su suelo, un pacto en el que reconozcamos y asumamos nuestras diversas responsabilidades, un pacto que le permita a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños recuperar su presente y su futuro, para que dejen de ser las víctimas de esta guerra o el ejército de reserva de la delincuencia.
“Es necesario, por ello, que todos los gobernantes y las fuerzas políticas de este país se den cuenta de que están perdiendo la representación de la nación y la soberanía que recae en el pueblo, es decir, en los ciudadanos que, viniendo de todas partes de la República, nos hemos concentrado aquí, en el Zócalo de la ciudad de México.
Si no lo hacen, y se empeñan en su ceguera, no sólo las instituciones se convertirán en lo que ya comienzan a ser, instituciones vacías de sentido y de dignidad, sino que las elecciones de 2012 serán las de la ignominia, una ignominia que hará más profundas las fosas en donde (…) están enterrando la vida del país.
Los partidos políticos, el Estado –esa espantosa deidad–, y la ciudadanía nos escupieron en la boca como Apolo lo hizo con Casandra: no limpiaron sus filas, las reforzaron; no hicieron ningún pacto, se polarizaron, y los ciudadanos no sólo aceptaron la ignominiosa elección de 2012, sino las subsecuentes. El resultado, como se anunció, ha sido el oprobio y el sometimiento casi absoluto del Estado y el país al crimen organizado.
Cuando hace ya casi 15 años las víctimas pronunciamos ese discurso, había 40 mil asesinados, 10 mil desaparecidos y surgían las primeras extorsiones. Hoy tenemos medio millón de asesinados (Calderón 120 mil, Peña más de 150 mil, López Obrador más de 200 mil y el primer año de Sheinbaum 20 mil), 130 mil desaparecidos en cifras peregrinas (Calderón más de 16 mil, Peña más de 30 mil, AMLO más de 50 mil y el primer año de Sheinbaum casi siete mil), millones de familias destrozadas, extorsiones a todos los niveles, migraciones interiores, amenaza y asesinatos a opositores, a víctimas y a defensores de derechos humanos, un gobierno, autonombrado la Cuarta Transformación, que junto con el crimen organizado se apodera día con día de la libertad y la vida de la gente y una ciudadanía que, en lugar de buscar la manera de refundar al Estado, se prepara para enfrentar, en medio de la polarización, una elección intermedia más ignominiosa que las anteriores.
No nos hemos dado cuenta de que el Estado y el país, capturados cada vez más por el crimen y ajeno, por lo mismo y desde siempre, a un Estado de derecho, es incapaz de juzgarse a sí mismo y de refundarse, y de que en esas condiciones –como lo reiteramos las víctimas en 2018 y a inicios de 2020– la única ruta viable es la unidad nacional que, con apoyo de organismos supranacionales, lleve a cabo una política basada en la Justicia Transicional.
Esa propuesta, pactada públicamente con las víctimas y traicionada por López Obrador y los partidos, nunca, desde hace 15 años, la ciudadanía la ha entendido. Por lo mismo, nunca ha entendido que la democracia, que jamás conoció –la transición fue una burda patraña– sólo es posible en un suelo donde la verdad, la justicia y la paz reinan. Como Casandra, que inútilmente trató de evitar la entrada del Caballo de Troya a su ciudad, las víctimas, con el escupitajo en la boca, no hemos podido evitar la entrada del crimen organizado en la vida de la nación. Despreciadas, marginadas y olvidadas como “la hermana de los hombres”, miramos en medio de nuestra resistencia, cómo el país avanza desesperado y complaciente hacia su ruina.
Además, opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores, la masacre de los LeBarón, detener los megaproyectos y devolverle la gobernabilidad a México.