Teatro

Mariana Gándara, la búsqueda incansable del encuentro 

Amigos y colegas hablan de la dramaturga y gestora cultural, resaltando su contribución y los lazos que creó con su trabajo comunitario y docente, dejando un enorme vacío en la escena artística con su muerte.
miércoles, 27 de agosto de 2025 · 05:00

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En palabras de sus amigos, Mariana Gándara era una de esas artistas que dejan el alma en sus creaciones. La directora, dramaturga, gestora cultural y docente, ganadora del reconocimiento “Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos 2020”, murió el pasado 20 de agosto, dejando un enorme vacío en la escena artística.  

Tuvo un pase breve por este mundo: 41 años. Sin embargo, en ese tiempo construyó un legado que trascendió las salas de teatro y llegó hasta otros espacios, gracias a su compromiso con el trabajo comunitario y la docencia, inspirando a cientos de personas en su camino.  

Sus obras se han traducido al inglés y al portugués y se han montado dentro y fuera de México.   

Mariana Gándara no creaba públicos; formaba lazos. Era una fuerza de la naturaleza en constante transformación, que inspiraba a otras personas a conectar con sus sentimientos y atreverse a ser ellos mismos, libres en su autenticidad. Le gustaba hacer comunidad y creaba a partir de la colectividad, nunca en solitario.

Murió a los 41 años. Foto: IG @gandaruka.

En 2009 fundó el Colectivo Macramé, un espacio artístico interdisciplinario con presencia en México y Suiza. Más adelante, entre 2013 y 2017, encabezó la Coordinación de Artes Escénicas del Museo Universitario del Chopo (Much), y la rebautizó como Coordinación de Artes Vivas, lo que transformó la visión de ese espacio. 

En 2018 asumió el liderazgo de la Cátedra Extraordinaria Ingmar Bergman en cine y teatro, y durante su gestión aumentó significativamente su presencia e interacción con la comunidad universitaria.  

Asimismo, se dedicó a la docencia y en 2017 se convirtió en profesora de asignatura del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras, donde cursó la licenciatura en Literatura Dramática y Teatro con especialidad en Dirección. Más adelante realizó estudios en la Central Saint Martins University of the Arts London.


 

El descubrimiento del poder de las relaciones humanas 

Mariana Gándara nació en la Ciudad de México en 1984, hija de los antropólogos Ana María Salazar y Manuel Gándara. Estudió en el Colegio Madrid, una institución fundada por refugiados de diversas nacionalidades, principalmente españoles, que llegaron a México a mediados del siglo XX.  

Ahí conoció a Claudio Martínez, a los seis años. En conversación con Proceso, el hoy compositor y conductor del Canal 22, compartió su experiencia de vida con Mariana Gándara, una de sus amistades más longevas. “Fue un referente para mí. Si me sentía un poquito perdido, era uno de los lugares a los que sabía que iba a llegar y a ser escuchado con amor y a salir con respuestas”. 

Aunque se conocieron desde la infancia, Martínez compartió que se volvieron más cercanos cuando participaron en el proyecto de alfabetización para adultos, “La educación en la que creemos”, del Colegio Madrid. 

El proyecto consistía en acudir a comunidades rurales durante las vacaciones de verano, para trabajar con adultos que no habían tenido la posibilidad de aprender a leer y a escribir, acompañarlos en ese proceso y aprender de ellos.  Se creó en los ochenta, de la mano con el Centro Activo Freire, utilizando una metodología pedagógica basada en el diálogo.  

“No solamente se trata de ir a educar, el proyecto no es ir a enseñar, sino ir a transformarse en conjunto”, compartió Martínez, quien considera que esa experiencia dejó un profundo impacto en Mariana.  

Claudio Martínez. Amigo de la infancia. Foto: X  @claudifonos.

Gándara y Martínez colaboraron como alfabetizadores durante cuatro años, desde 1999 y hasta el 2002, pero después regresaron como coordinadores de dicho proyecto y adultos responsables de los jóvenes alfabetizadores.  

“Para Mariana fue clave entender las relaciones humanas como una potencia transformadora. Y entonces Mariana llevó todo eso a su práctica profesional, pero además a su vida como persona, como ser humano. Para ella lo más importante era el encuentro horizontal, estar en la presencia con otras personas y compartir”, expresó Martínez. 

Su primera obra profesional fue Nadie pertenece aquí más que tú, una traducción libre del libro de cuentos de la escritora norteamericana Miranda July, que fue ganadora del 18º Festival Nacional de Teatro Universitario.


 

Gándara y su público interlocutor 

“Mariana tenía una cosa hermosa: la capacidad de hacer que todo mundo se sintiera querido, escuchado, identificado, acompañado. Mariana no creaba públicos, creaba lazos, creaba puntos de encuentro”, destacó Claudio Martínez.  

Para su amigo, Gándara en su papel de artista era, sobre todo, una anfitriona. “Te invitaba a ver algo, pero muchas veces era ir a encontrarte contigo mismo; sus obras no fueron para público pasivo”.  

En las obras de Gándara, la interacción con el público era una constante. Martínez lo describe como “salir de sus obras con el corazón más grande, pero con la cabeza llena de dudas que te ayudaban a transformarte”.  

Algunas de las formas en que Mariana interactuaba con el público era repartir cuadernos pequeños en algunos momentos de las obras, en las que podían escribir. Por ejemplo, en Nada siempre todo nunca se invitó a las personas a escribir algo que quisiera hacer e intercambiarlo después con otro miembro de la audiencia.   

Al preguntarle qué motivaba a Mariana, Martínez consideró que su motor era, por un lado, hacer a la gente más sensible, más humana, y también compartir el mundo como lo experimentaba.  

Gándara era una mujer culta, que leía, que viajaba, que exploraba. “Era una consumidora de cultura gigantesca, que absorbía constantemente el mundo, como si fuera una esponja creativa”, expresó Martínez.  


 

Crear desde la colectividad 

“Mariana sabía que nada de lo que se le ocurriera le podía salir sola. Se rodeaba de gente increíble”, expresó Martínez.  

“Entonces lo que hizo Mariana fue dejar un pedazo de sí en cada lugar en el que estuvo”. 

“Todos estamos ahora muy tristes y sentidos porque nos atravesó también como persona. Y creo que su legado es que siempre se pueden hacer las cosas desde el corazón, en comunidad y con amor”.  

De acuerdo con Martínez, en la docencia Mariana se desempeñó también desde la apertura y la búsqueda de conexión. “Mariana no se paraba a dar cátedra, Mariana se paraba a dialogar y a escuchar", dijo. 


 

Su papel como curadora 

David Gutiérrez Castañeda, sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia, doctor en Historia del Arte por la UNAM, y amigo de Gándara, explicó a Proceso que cuando la artista asumió la coordinación de Artes Escénicas en el Museo del Chopo y la renombró a Artes Vivas, abrió un espacio para un grupo de artistas interdisciplinarios y les brindó un apoyo institucional que antes no existía.  

“El término artes vivas es una provocación que tiene una historia, que para mí es una historia personal. Nació en la Universidad Nacional de Colombia y se volvió una palabra muy polémica dentro del mundo de las artes escénicas”, explicó.  

Cuando Mariana acuñó el término y lo trasladó al contexto mexicano, permitió que floreciera un espacio de experimentación que ponía a prueba los límites de las artes escénicas y el teatro, involucrando al público, pero sin convertirse en performance.  

Además de dar cabida a la experimentación, Mariana fue fiel a su proceso de creación que tenía como piedra angular el encuentro. “La obra nunca era la consigna de Mariana”, explicó David Gutiérrez.  

Castañeda. Amigo. Foto: culturaunam.mx.

Explicó que Mariana invitaba a los artistas, a las y los actores a experimentar con el texto y crear su propia propuesta para hacerlo cobrar vida. Y aunque actuaba como una guía tenía claro su papel como un ancla y soporte, no como alguien que daba órdenes. 


 

Su último proyecto 

De acuerdo con David Gutiérrez, Mariana fue diagnosticada con cáncer de colon en fase terminal a finales de 2021. Al conocer la noticia, comenzó a explorar el tema de la vida y la muerte en el cáncer, que dio vida a su último proyecto.  

De forma similar con su última puesta en escena Ovillo, que borda las experiencias de personas migrantes, Gándara buscaba bordar las vivencias de diferentes personas con la enfermedad.  

Durante su última entrevista, con Estela Leñero para su podcast De este lado del teatro, Mariana Gándara habló sobre su proyecto “Todo lo vivo tiene fecha de caducidad” en el que lanzó una convocatoria para que las personas sin experiencia escénica participaran en el proceso de creación.  

No se necesitaba nada, más que “la disposición a encarar nuestra propia finitud”; se trataba de un taller laboratorio en el que se trabajaba la relación con la propia muerte.  

"Cuando abrimos ese espacio para nombrar lo efímero que es nuestro paso por este mundo, no hay manera de evitar que lo siguiente que ocurra sea un impulso vital (...) al contactar con eso, se llena uno de todos los anhelos que tiene (...) con eso queremos construir una obra de teatro”, expresó Gándara en la entrevista.   

Mariana Gándara fue una persona generosa con su sensibilidad y creatividad.  “Dejaba toda su personalidad en cada cosa que hacía (...) nunca fue avara con su cariño y con lo que era. Y lo mejor que te podía pasar era conocer a Mariana”, expresó Claudio Martínez.   

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