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“El hotel de los corazones rotos”, de Eduardo Rabasa, ofrece un vistazo a la huelga de la UNAM

El escritor comenta en entrevista que la historia “es una ventana indiscreta, donde se ve la vida de los personajes, y escrita en primera persona”.
lunes, 6 de octubre de 2025 · 14:34

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El narrador, ensayista y editor (es uno de los fundadores de la Editorial Sexto Piso), Eduardo Rabasa (Ciudad de México, 1978) es autor de la nueva novela “El hotel de los corazones rotos”, de Galaxia Gutenberg, donde ofrece un retrato de la Ciudad de México a comienzos de 1999 y un vistazo a la huelga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) de entonces con dos personajes jóvenes, Bruno Bolado y Milena. 

Rabasa comenta en entrevista que la historia “es una ventana indiscreta, donde se ve la vida de los personajes, y escrita en primera persona”. Detalla:  

“Cuando la trama la narra el protagonista, hay ciertas consecuencias. Puedes escribir sobre lo que ve, piensa y habla el personaje, y para mí es muy importante en ese sentido que lo diga como realmente lo diría. Es decir, tratar de reproducir lo más fielmente la voz de un chico de esa edad, 21 años, en su entorno, sus intereses y sus referencias”. 

En la novela, Bruno no ha logrado terminar la preparatoria abierta y pasa sus días alcoholizado en un bar, fantaseando con escribir una radionovela titulada?“El hotel de los corazones rotos”. Hasta que un día se topa con lo que parece ser una botarga de Elvis Presley colgada a bordo de un microbús y decide seguirle los pasos, sin imaginar el agujero hacia un submundo turbio que está por conocer. De la mano de un sujeto llamado El Agallas, que lo envuelve en una trama de delirio, paranoias y venganzas de la que Bruno no alcanzará a saber ni cómo entró ni dónde se encuentra la salida. 

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Poco tiempo después, su universo se pone aún más de cabeza cuando se enamora de Milena, una enigmática estudiante de Letras Inglesas en la UNAM que escribe su tesis sobre la escritora Sylvia Plath. Cuando estalla la huelga estudiantil, sus vidas paralelas se alejan otro tanto, pues mientras Milena participa en la defensa de la educación pública y gratuita, Bruno no se atreve a confesarle su identidad clandestina, ni tampoco sus labores ayudando a unos amigos a bordo de una ambulancia falsa que recorre la ciudad en busca de heridos para trasladar al hospital. 

El además autor de “La suma de los ceros”, “Cinta negra” y “El destino es un conejo que te da órdenes”, platica que la novela “El hotel de los corazones rotos” surgió hace muchos años influenciado por dos fuentes: 

“Una, es por un volumen, que para mí es muy importante, llamado ‘Opiniones de un payaso’, del Premio Nobel de Literatura alemán en 1972, Heinrich Böll, quien cuenta en primera persona la historia de un chico que es un payaso alcohólico, fracasado y lo deja su novia. El personaje es entrañable, maravilloso, y es un libro donde aparentemente no pasa nada y pasa todo, además, es de 300 páginas, y a través de la voz, la vida y la mirada del muchacho, se ofrece una radiografía de la Alemania de la época de la posguerra, la familia, la religión, el amor.  

“Esa novela me pegó mucho, porque justo dije: “¡Claro, en este tipo de historias o de microcosmos a veces se cuenta con muchos más matices las cosas que pasan en una sociedad, las ideas, los valores y las emociones”.  

Entonces, tenía esa idea en la cabeza de hacer algo así: 

“Dos. Después, mi imaginación, se cruzó con algo que en México es muy importante, creo, en el folclore nacional, como las botargas, porque te digo, en el libro de Böll es un payaso, y a mí se me ocurrió llevarlo al espacio urbano, en la ciudad de México de 1999, el entonces Distrito Federal, pero que lo personajes no fueran payasos, sino una botarga. Y un día, por ejemplo, iban en Insurgentes y estaba una botarga de un caballito de mar bailando, sonriendo, y piensa uno: ‘¡Ay!, pobre chico, muerto de calor, seguramente le están pagando cincuenta pesos, lo pueden atropellar, le avientan cosas…’.  

“Entonces, me pareció que entre esas dos vertientes había una confluencia para contar esta historia de Bruno, una persona obsesionada con Elvis Presley y sabe todo del cantante y actor, y le parece una especie de señal del destino, como chafa en un sentido, porque no es que se ganó la lotería, y sigue este signo y logra que lo contraten para habitar esa botarga y un poquito así fue como se desarrolló la historia”.  

-En realidad son varios personajes, ¿cómo los fue pensando? 

-Bruno, quien es un joven medio alcoholizado, está repitiendo un poco la vida del padre sin hacer gran cosa, más que fantasear con escribir una radionovela, y conoce a una estudiante de letras inglesas de la UNAM, Milena, que realiza su tesis sobre Plath y lee a Friedrich Nietzsche, Arthur Schopenhauer, G. K. Chesterton y Joseph Conrad, en fin. Entonces, le abre todo un mundo de ideas, emociones, música e incluso de cine. Él se enamora perdidamente, pero no sólo se enamora de ella, sino que se enamora de esa otra realidad paralela que ella le abre.  

“La narración está ambientada en 1999, el año de la huelga de la UNAM. A mí me tocó, estaba en ciencias políticas, pero bueno, a mí y a mucha gente nos tocó esa huelga. Y Milena participa activamente en la huelga, que como sabemos fue un parteaguas muy fuerte en la historia reciente mexicana, porque era todo el debate sobre la educación gratuita, y me acuerdo mucho de la propaganda, sobretodo en los medios masivos, las televisoras, nos tachaban de flojos, parásitos, piojosos, marihuaneros. De hecho sale Proceso nombrado en la novela porque dice Milena: ‘Todos nos atacan, salvo La Jornada y Proceso que nos dan voz’”.  

Sobre que el Distrito Federal es igual protagonista, dice: 

“A mí me encanta la Ciudad de México, pero es complicada, siempre con marchas y conflictos, ahorita mismo se habla del asesinato en el CCH SUR, en ese sentido parecería que no ha cambiado, pero si ha cambiado mucho físicamente. Me tocó hacer un ejercicio de tratar de recordar cómo era hace 25 años, y, por ejemplo, saltan detalles que son nostálgicos, de que estaba llena de taxis, vochos verdes, y eran parte importante del paisaje urbano, o Insurgentes, que sí se perdió mucho de su caos con la entrada del Metrobús”.  

-¿Cómo construiste a Bruno y a la chica? 

-Fue tratar de acordarme cómo era esa edad y qué lo movía a uno. La verdad en la actualidad no tengo mucho contacto con gente muy joven, bueno, en mi chamba sí, pero no tengo hijos, ni un sobrino cercano de 20 años que me cuente su vida. Tengo la impresión, sobre todo con las redes y con las cosas que leemos, que han cambiado mucho, mucho. Me da risa el bar que sale ahí "El Pedro Infante no ha muerto”, yo me la viví así. Perdí varios años de mi juventud y ahora digo: “¡Ay!, ¡qué güey!”, pero en ese momento ni me cuestionaba, era como lo que había que hacer. A esa edad no contaba con una gran conciencia del futuro, ni de qué quería hacer. No me importaba, únicamente dónde me iba a emborrachar al día siguiente. Y es el caso de Bruno. Milena no es así. Supongo que ella es más una proyección de lo que yo hubiera querido ser a esa edad. 

Con “El hotel de los corazones rotos”, Rabasa cambió su escritura respecto a sus anteriores libros: 

“Las otras eran novelas que tenían que ver con la narrativa del neoliberalismo y la lucha de los individuos, con el éxito y el fracaso. Ésta creo que es una historia más pura y dura. Fue una experiencia nueva y la verdad estoy contento”.  

 

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