Teatro

Vicente Leñero, su teatro

En el décimo aniversario de su muerte, el escritor Vicente Leñero es recordado por su hija Estela en su faceta de dramaturgo, mencionando cómo llegó a este género, su incursión en el teatro documental, sus obsesiones y los desafíos que enfrentó en el montaje de algunas de sus obras.
martes, 3 de diciembre de 2024 · 05:00

A mi madre

El 3 de diciembre de 2024 se cumplen diez años de la partida de mi padre. Nació en 1933 y se entregó a la escritura desde muy joven. Aunque estudió Ingeniería civil, muy pronto supo que escribir era lo que le daba oxígeno a su vida. De niño hacía un periódico, La mariposa y también obras de teatro de títeres con sus hermanos. Su campo de acción se extendió a lo que el tiempo y la imaginación le permitió. Era un escritor incansable. Novela, cuento, radio, cine, teatro, periodismo, ensayos y hasta series televisivas. Cada tema, cada inquietud, cada experimento eran su guía para abordar cualquiera de estas áreas. Al teatro llegó, cuenta Esther Seligson, cuando tuvo un atorón en la novela. Con la formación periodística que había adquirido al estudiar en 1956 en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, le llamó la atención el polémico caso del monje Lemercier de Cuernavaca que había introducido el psicoanálisis dentro de su congregación, provocando un escándalo entre la jerarquía eclesiástica. Pueblo rechazado se estrenó en 1968 con la dirección de Ignacio Retes y se convirtió en noticia, pues ponía en evidencia una Iglesia retrógrada e intransigente frente a un personaje, Lemercier, igualmente intransigente y autoritario, pero víctima del poder.

El teatro y sus obsesiones. Foto: Archivo Proceso.

Mi padre profundizó en el teatro documental y escribió varias obras más con ese enfoque: El juicio de León Toral y la madre Conchita y El martirio de Morelos, la cual intentaron censurar en 1981 por tratarse de un personaje histórico que el presidente en turno abanderaba como su ejemplo y que en la obra se develaba la retractación de Morelos y la delación de sus compañeros de lucha en el momento de ser juzgado. Luis de Tavira la dirigió y también dirigió Nadie sabe nada en 1988, la cual sí llegó a ser censurada, entre otras cosas, por las referencias directas que se hacían a los personajes políticos del momento. Era una obra sobre periodistas y la búsqueda de la verdad, una verdad que mi padre siempre buscó y consideraba que no era absoluta. En Nadie sabe nada trabajamos juntos en la construcción de las historias simultáneas. Su principal desafío fue el manejo de los espacios múltiples y simultáneos donde el hilo conductor eran unos documentos comprometedores que se querían publicar en un periódico. El reto era sumamente complicado y había que escribir las historias que sucedían al mismo tiempo en los lugares planteados por mi padre: la redacción de un periódico, la oficina de la procuraduría, una cantina, un cabaret, la calle, un callejón y hasta un vapor. Se llevó a escena con el Centro de Experimentación Teatral del INBA y la escenografía de José de Santiago.

Otra de sus obras con gran complejidad en su forma y contenido fue La noche de Hernán Cortés, dirigida por De Tavira en 1992. Mi padre señalaba que fue la búsqueda más ambiciosa y absoluta que había hecho en el teatro. Jugaba con el tiempo, siendo la memoria el hilo conductor. En esta obra mi padre mostró partes de sí mismo e hizo un recorrido hacia el interior de su alma para entrever aquellas obsesiones que le aquejaban en ese momento. Aquí un fragmento de un diálogo que tiene Cortés con su Secretario:

“CORTÉS: Nunca vas a terminar de escribir esta historia. Todo lo olvidas, siempre estás distraído. No conservas en orden mis papeles. Pierdes las llaves. No sabes dónde pusiste los lentes. Dejas que venzan las letras y los pagarés. Tachoneas mis cartas. Confundes las fechas y la pronunciación de los nombres. Pierdes la memoria. Ése Bernal: ése es tu problema. Estás perdiendo la memoria”.

Es en los noventa cuando mi padre indaga en sus preocupaciones sobre la vejez y escribe La visita del ángel y Hace ya tanto tiempo, que interpretó mi hermana Eugenia, dirigidas por Retes, y Qué pronto se hace tarde, con Raquel Seoane y Blas Braidot del grupo Contigo América.

___________________________________________

Fragmento del texto publicado en la edición 0018 de la revista Proceso, correspondiente a diciembre de 2024, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.

Comentarios