Claudia Sheinbaum

Una toma de mando sin guion propio

Claudia Sheinbaum, primera mujer en asumir la Presidencia, emuló el discurso y formas de su mentor, sin trazar un mensaje político propio. Con un gabinete marcado por leales a su antecesor, la presidenta enfrenta un reto: tener el control del poder que AMLO le heredó en manos de terceros.
viernes, 4 de octubre de 2024 · 05:00

La primera presidenta en la historia de México, Claudia Sheinbaum Pardo, inicia su gobierno siguiendo el guion dictado por su antecesor y mentor político, Andrés Manuel López Obrador, con poco de sello propio y herencias que le quitan espacio de maniobra.

El martes 1 de octubre, en su primer discurso tras recibir la banda presidencial en el Congreso de la Unión, cumplió y se ajustó al esquema trazado por el tabasqueño.

Ante diputados y senadores representantes de la recién iniciada LXVI Legislatura, la mandataria federal se limitó a revindicar y a comprometerse a mantener el modelo “de desarrollo” diseñado por el expresidente, sin ninguna propuesta política original y ningún concepto propio, excepto cuando se refirió a las mujeres, al medio ambiente y propuso hacer de México una “potencia científica y de la innovación”.

Durante los 45 minutos de su discurso, refrendó los principios del modelo de gobierno llamado “Humanismo mexicano”, impulsado por López Obrador, a quien por enésima vez llamó “el mejor presidente de México” y le agregó: el “hermano, amigo, compañero”. 

Sus primeras palabras fueron para su tutor político, a quien conoció en el año 2000 y la invitó a ser su secretaria de Medio Ambiente en la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal: 

El dirigente político y luchador social más importante de la historia moderna. El presidente más querido, sólo comparable con Lázaro Cárdenas, el que inició y termina su mandato con más amor de su pueblo, y para millones, aunque a él no le gusta que se lo digan, el mejor presidente de México. El que inició la revolución pacífica de la Cuarta Transformación.

A su llegada al recinto de San Lázaro, Sheinbaum Pardo fue aplaudida como la primera en alcanzar la Presidencia de México, pero quedó opacada por las porras de “¡Es un honor estar con Obrador!” que, sin duda, otra vez, como en las giras del periodo de transición, fueron más.

Los vítores siguieron cuando mencionó las acciones del gobierno del tabasqueño y llamó a “evaluar con la cabeza fría” los datos sobre reducción de pobreza y desigualdad, menos deuda y una moneda fuerte, bienestar con empresarios y bancos que ganaron, récord de inversión extranjera y aumento de salarios.

Entonces soltó: “Cambió el modelo de desarrollo del país, del fracasado modelo neoliberal y el régimen de corrupción y privilegios a uno que surgió de la fecunda historia de México, del amor al pueblo y de la honestidad; lo llamamos el ‘Humanismo mexicano’. Por eso, hablamos de una transformación profunda. Y aceptémoslo, a todas y a todos les ha ido mejor”.

Luego, lanzó el decálogo de los principios de ese modelo 4T, los mismos que repitió en la precampaña y la campaña presidencial; esos mismos que López Obrador repetía en sus conferencias “mañaneras”. También lo hizo en un tema de seguridad: “No regresará la irresponsable guerra contra el narco, de Calderón, que tanto daño le sigue haciendo a México”. Incluso, se dio tiempo de repetir la defensa de la reforma al Poder Judicial, frente a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Norma Piña.

En medio de las porras de “¡pre-si-den-ta!”, cuando ella pidió ser llamada así, “con a”, la morenista tuvo un lapsus de segundos que dejaron ver que seguía pensando en “el presidente” López Obrador, aunque ella ya tenía puesta la banda presidencial.

Ante los representantes populares y los de los 105 países que acudieron a su toma de protesta, Sheinbaum Pardo abrazó tres veces al tabasqueño, quien, fuera de todo protocolo, le levantó el brazo en signo de victoria. 

Ese gesto fue similar al de aquel 29 de septiembre de 2021 en la alcaldía Tláhuac, cuando le alzó el brazo y la señaló como diciendo “es ella”. 

Ese día, Sheinbaum y su antecesor estaban a unas cuadras de distancia de la llamada “zona cero”, donde cuatro meses antes había colapsado una trabe metálica de la Línea 12 del Metro, causando la muerte de 26 personas y lesiones a más de 100. Una de las peores tragedias de la gestión de la morenista en la Jefatura de Gobierno de la CDMX.

Y al igual que el tabasqueño, acudió después al Zócalo para la llamada ceremonia de entrega del “bastón de mando” en la que presentó sus 100 compromisos de gobierno, como lo hizo López Obrador hace seis años.

 

Incertidumbre económica

Al arranque de su gestión como presidenta, Sheinbaum tiene varios retos por cubrir. Entre ellos, el económico, contrario a lo que dijo en su discurso de toma de posesión. El panorama que hereda recuerda aquella frase de la transición entre los gobiernos de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo sobre el legado de una economía prendida “con alfileres”:

Sheinbaum recibe un país con una deuda pública de 16 billones de pesos, un déficit fiscal de 6%, un número creciente de hogares que reciben ayudas gubernamentales, una inflación en torno a 5%, un crecimiento anual de apenas 1% en el sexenio –el peor en los últimos 36 años–, y la empresa Petróleos Mexicanos con una deuda de 100 mil millones de dólares, sin considerar pasivos con proveedores...

Fragmento del reportaje publicado en la edición 0016 de la revista Proceso, correspondiente a octubre de 2024, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.

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