Karolina Gilas
Autocracia, S.A.
Este nuevo autoritarismo es flexible y adaptable. Los autócratas han aprendido a usar las herramientas de la democracia para socavarla desde dentro. Quizá el ejemplo más claro de esta estrategia sea la manipulación de las elecciones.En un mundo cada vez más interconectado, donde la democracia parecía estar en ascenso tras el fin de la Guerra Fría, hoy estamos ante una realidad desconcertante: el resurgimiento y fortalecimiento de regímenes autocráticos. El nuevo libro de Anne Applebaum arroja luz sobre este fenómeno, revelando cómo los autócratas modernos han evolucionado y se han adaptado a los desafíos del siglo XXI, creando un sistema global interconectado que ella denomina “Autocracia, S.A.” (Autocracy, Inc.).
La tesis central de Applebaum resulta tan fascinante como alarmante. Lejos de ser regímenes aislados, las autocracias contemporáneas operan como una especie de “sindicato” global, apoyándose mutuamente en aspectos económicos, políticos y tecnológicos. Esta red de colaboración trasciende las diferencias ideológicas que en el pasado habrían sido insalvables. Ya no estamos ante el choque de grandes ideologías como el comunismo soviético o el fascismo; en su lugar, nos enfrentamos a un pragmatismo descarnado cuyo único fin es la preservación del poder.
Este nuevo autoritarismo es flexible y adaptable. Los autócratas han aprendido a usar las herramientas de la democracia para socavarla desde dentro. Quizá el ejemplo más claro de esta estrategia sea la manipulación de las elecciones. En lugar de abolirlas por completo, estos regímenes celebran comicios cuidadosamente controlados que proporcionan una fachada de legitimidad democrática. Rusia, bajo el mandato de Vladimir Putin, es un caso paradigmático: se realizan elecciones periódicas, pero el resultado está predeterminado mediante la supresión de votantes, la manipulación de resultados y la intimidación de la oposición.
El control de la información es otro pilar fundamental de estas autocracias modernas. En la era de la información, quien controla la narrativa, controla la realidad. Los autócratas han comprendido esta máxima a la perfección desarrollando sofisticados sistemas de control mediático y campañas de desinformación. En Hungría Viktor Orbán ha desmantelado de manera sistemática los medios independientes, consolidando así su poder y control narrativo. Esta estrategia no sólo silencia la disidencia interna, sino que también confunde a los observadores externos creando una niebla informativa que dificulta la comprensión de la realidad del país.
Por supuesto, el control de la información va más allá de los medios tradicionales. Las redes sociales y las plataformas digitales se han convertido en un nuevo campo de batalla. Los regímenes autocráticos han aprendido a utilizar estas herramientas para manipular la opinión pública, difundir fake news y desacreditar a sus oponentes.
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Fragmento del texto de Opinión publicado en la edición 0016 de la revista Proceso, correspondiente a octubre de 2024, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.