Javier Sicilia

Los pobres

El lema de López Obrador se refiere a ellos y en su nombre aplicó programas sociales –un eufemismo del asistencialismo, de la caridad pervertida en dádiva–, persiguió opositores, destruyó instituciones y llevó a sus seguidores a la abyección.
domingo, 27 de octubre de 2024 · 07:00

Uno de los lemas de campaña de López Obrador, tal vez el más poderoso, ha sido: “Por el bien de México, primero los pobres”.  Con ese lema, que toca las fibras más sensibles de Occidente, llegó a la Presidencia de la República y con él se va. ¿Lo logró?

La palabra pobreza es amplia. Significa “carencia”, “pequeñez”, desamparo”. Un pobre, en este sentido, es cualquiera que cae en estado de indefensión: un huérfano, un enfermo, un migrante, alguien incapaz de proveerse de la mínima subsistencia, una madre y un padre a quienes le desaparecieron o le asesinaron a un hijo o a una hija. La gama es inmensa. El judeocristianismo, reelaborado por el desarrollo económico, lo redujo a quienes carecen de capacidad de producir y consumir, que el marxismo identificó con los explotados por el capitalismo. 

El lema de López Obrador se refiere a ellos y en su nombre aplicó programas sociales –un eufemismo del asistencialismo, de la caridad pervertida en dádiva–, persiguió opositores, destruyó instituciones, llevó a sus seguidores a la abyección –expresiones del resentimiento cristiano tan bien analizado por Nietzsche en La genealogía de la moral– y devastó como un neoliberal el medioambiente y la vida de los pueblos. El resultado no ha sido la erradicación de la pobreza, sino el incremento de la indefensión. 

 

México no sólo sigue siendo un país de pobres en el sentido en que López Obrador lo entiende, sino uno cuyos habitantes están indefensos ante la violencia y la impunidad: un país de pobres en el sentido más amplio y pleno de lo que la palabra significa. 

 

López Obrador lo sabía. Era consciente de que el crimen organizado, una forma extrema del capitalismo, junto con las complicidades del Estado y sus pactos de impunidad, los producía, y que las víctimas –esos seres que han sido llevados a la mínima sobrevivencia– eran y siguen siendo, desde la época de Calderón, su presencia más clara. 

Pero lejos de atacar el problema de fondo, decidió reducirlo a un asunto meramente económico y resolverlo mediante el asistencialismo más pedestre y el resentimiento más extremo. Hay así 500 mil víctimas...

Fragmento del texto de Opinión publicado en la edición 0016 de la revista Proceso, correspondiente a octubre de 2024, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.

Comentarios