Cultura

El museo del muralismo, lejos de la grandeza

Para el más activo y prolífico muralista mexicano, Ariosto Otero, un recinto dedicado a la creación mural –de acuerdo a su idea y a la de artistas precedentes– debió incluir no sólo a unos cuántos y no sólo a los muertos.
domingo, 27 de octubre de 2024 · 07:00

Dice el muralista Ariosto Otero respecto al recién inaugurado Museo Vivo del Muralismo (MVM):

“Ese no era el proyecto que propuse. El testimonio está en Proceso, no se trataba de hacer un museo sobre los muertos...”

La propuesta original “era más generosa, y no para enterrarlo en un momento, en una historia”.

Además de recordar que se olvidó otro eje para asegurar su continuidad: la escuela del muralismo.

Hace seis años, el 22 de diciembre de 2018, en Proceso (#2198) se publicó un texto a partir del anuncio hecho por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cuando todavía era presidente electo: abriría un “Museo Muralista Mexicano”, cuya fecha límite sería el 2021 con sede en el edificio de la Secretaría de Educación Pública (SEP), pues ésta, especificó, se mudaría a la ciudad de Puebla como parte de un proyecto de descentralización que finalmente no se concretó.

Entonces Otero, el artista contemporáneo con más obra pública, afirmó a este medio, entusiasmado:

“Pensé: eso es lo que entregué, esa es la respuesta al museo… A partir de José Vasconcelos se encumbró una fuerza creativa en el muralismo que hasta ahora fue menospreciada por las diversas administraciones, jamás ha existido un museo sobre el muralismo, y ni qué decir de una escuela por la que tanto preguntan los extranjeros al ver lo que tenemos. Nos lo merecemos como mexicanos, tenemos todos los méritos, nos lo debemos y lo debemos al mundo”.

Explicó que de tiempo atrás hizo llegar el proyecto a diversas autoridades sin éxito, y que a AMLO lo envió a través de José Alfonso Suárez del Real, entonces secretario de Cultura capitalina. Decía ahí el muralista: “La idea es que sea sede de clases y talleres, con miras a una escuela, un museo y una escuela que irían de la mano”.

La copia del documento justificaba que se trataría de un museo abierto a la investigación y análisis de la obra mural. Se leía:

Un museo didáctico narrativo, épico, escenográfico y arquitectónico como la misma obra, que invite al visitante al reencuentro con la historia nacional a través de la obra mural y sus creadores; recogerá los bocetos, apuntes y proyectos de muralistas de otras latitudes que deseen…

Pero la idea, el ideal, no eran nuevos. Ya en 1983 (Proceso #368) la pintora Fanny Rabel (1922-2008) apuntaba la necesidad de un espacio así:

“Hay artistas que cuando muramos no se sabrá dónde está nuestra obra, porque yo no tengo dinero para fundar un museo o promover becas con mi nombre. Hay artistas que pintamos para la gente, otros para unos cuántos. Queremos comunicar, pero moriremos sin que nos conozcan. El mural, por ser un bien público (se suponía), quedaba; pero si ahora tiran edificios… y los modernos se caen solitos.

“Se necesita un centro que concentre toda la historia del muralismo. Y el taller que sea la herencia, para que siga una tradición, con su renovación de lenguaje (no se trata de repetir); un taller de investigación serviría para renovar ese lenguaje continuamente”.

El hoy...

Ahora, en entrevista desde su taller situado en San Ángel, rodeado de bocetos, obras, y proyectos, Ariosto Otero, quien este año cumple 44 de trayectoria, opinó sobre el Museo Vivo del Muralismo inaugurado por AMLO el pasado 25 de septiembre:

“No era por ahí, no era hacer un museo sobre los muertos porque los muralistas seguimos, estamos en los andamios.

“Ahora me surgen las dudas de si recibió el proyecto, porque aunque dijo que sería en la SEP, dudaba, porque se iba a convertir en lo que se acaba de convertir, el museo de Diego Rivera, de David Alfaro Siqueiros, Raúl Anguiano, Manuel Rodríguez Lozano y otros más que están ahí.

“Recalcando lo que siempre digo, no creo en ‘los tres grandes’, ¿por qué? ¿Y Jorge González Camarena, Juan O’Gorman, Alfredo Zalce, José Chávez Morado, Pablo O’Higgins, Ramón Alva de la Canal, y todos aquellos que se subieron a los andamios, dónde quedan? En los muros de la secretaría no, y la propuesta del museo era algo más generoso para el muralismo, no para enterrarlo de un momento, de una historia, porque eso es lo que está sucediendo”.

Fragmento del texto publicado en la edición 0016 de la revista Proceso, correspondiente a octubre de 2024, cuyo ejemplar digital puede adquirirse en este enlace.

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