Baja California

El fentanilo se adueña de las calles de Baja California

Al menos desde 2017 el fentanilo desembarcó en el puerto de Ensenada y su consumo se extendió por las calles sin ser detectado por las autoridades sanitarias. Ahora, esa falta de datos dificulta las labores preventivas que realizan organizaciones civiles y humanitarias en Baja California.
sábado, 24 de junio de 2023 · 11:41

Al menos desde 2017 el fentanilo desembarcó en el puerto de Ensenada y su consumo se extendió por las calles sin ser detectado por las autoridades sanitarias. Los datos de sobredosis se escondían entre los efectos de los opioides en general hasta que estalló la crisis internacional por el trasiego de esa droga a Estados Unidos. Ahora esa falta de información dificulta las labores preventivas que realizan organizaciones civiles y humanitarias en la entidad, donde ya es un problema de salud pública.

ENSENADA, B.C. (Proceso).- Mario (pidió ser llamado así, “sólo Mario”) sostiene con su curtida mano derecha una jeringa que contiene lo que cree que es fentanilo. Lo asegura mientras platica recargado en la malla ciclónica que rodea El Corralito, un parque rotario en el puerto de Ensenada.

“Sí, es éste. Esta madre es fentanilo, el hielo (ice), está todo mezclado”, afirma el hombre de 59 años, originario de Colima y también usuario de heroína desde hace casi tres décadas.

Mario se enganchó con la heroína cuando trabajaba en una compañía guardando pescado en un cuarto de refrigeración. Le extrañaba ver a compañeros que sólo usaban una camisa, hasta que descubrió que se inyectaban en los sanitarios para soportar la jornada a tan baja temperatura.

Le ofrecieron la droga y primero la rechazó, aunque terminó por ceder. Sufrió llagas y buscó ayuda médica, pero continuó con el consumo. Llegó a gastarse hasta 800 pesos en dosis. Ahora nada más le invierte de 50 a 100 pesos, al tiempo que sobrevive con trabajos eventuales, como lavar automóviles. Ha llegado a dormir bajo los puentes.

“Es una esclavitud esto, ni te imaginas”, responde sobre lo que podría advertirle a un joven desde su experiencia. Al lado de Mario se sienta otro hombre. Es más reservado, aunque se anima a señalar la vena en su brazo tatuado que ocasionalmente es traspasada por la aguja. No brinda más detalles.  

Casos como el de Mario reflejan que esta droga sintética está en circulación desde hace tiempo en esta ciudad porteña, a 110 kilómetros de la frontera sur de California, Estados Unidos, donde en 2021 se registraron casi siete mil muertes por sobredosis relacionadas con opioides.

De ellas, más de cinco mil 700 estaban asociadas al fentanilo, y en ese mismo año, en el vecino país contaron más de 100 mil muertes por sobredosis.

La prensa estadunidense reflejó los alarmantes datos de salud: dos de cada tres muertes tuvieron como origen esta droga, misma que ahora es decomisada con mayor frecuencia en Baja California.

Rogelio Castro Segovia, director y fundador de la asociación civil Por Amor a las Calles, estima que hay alrededor de mil 800 personas sin techo en el puerto de Ensenada, municipio que en el censo de 2020 registró poco más de 330 mil habitantes.

En esta población, que suele refugiarse debajo de los nueve puentes que cruzan el arroyo local, se ha detectado el consumo de drogas inyectables, además de alcoholismo o problemas mentales.

“Poco a poco va acrecentándose la problemática. Que la presencia del fentanilo ya está en Ensenada, es indudable y lo podemos ver en las personas en situación de calle, en jóvenes”, lamenta.

Para Francisco López Corellia, del módulo de información y traslados del Centro de Recuperación y Rehabilitación para Enfermos de Alcoholismo y Drogadicción (Creead) Zona Uno, AC, de Ensenada, la situación está prácticamente fuera de control:

“Se volaron la barda: todos los días lo vemos llegar”, refiere, e indica que los usuarios consumen el fentanilo fumado, inyectado, inhalado, de la forma en que la encuentren, además de que ha tenido conocimiento que la dosis puede costar 50 pesos en las calles.

“Es una locura: como polvo, piedrita... Algunas se deshacen en agua, otras las rompen para inhalarla. No se sabe ni lo que están agarrando. Cuando empiezan a consumir les dan gato por liebre. Las fórmulas son muy asquerosas”.

Fragmento del reportaje publicado en la edición 2434 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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