Nápoles

Multiétnico y desenfrenado, la alegoría del Nápoles

“El Chucky” Lozano es uno de los futbolistas emergentes de distintas nacionalidades que ayudaron al productor cinematográfico Aurelio De Laurentiis, dueño del club, a entregarle, después de 33 años, el scudetto a una de las aficiones más fieles y castigadas económicamente en Italia.
lunes, 8 de mayo de 2023 · 13:27

El tercer título del Nápoles, el amado equipo de Diego Maradona, es la historia de un resarcimiento social. El mexicano Hirving “El Chucky” Lozano es uno de los futbolistas emergentes de distintas nacionalidades que ayudaron al productor cinematográfico Aurelio De Laurentiis, dueño del club, a entregarle, después de 33 años, el scudetto a una de las aficiones más fieles y castigadas económicamente en Italia. Los festejos dan cuenta de la desbordada felicidad de los napolitanos que, como en todo exceso, dejó lesionados y un muerto.

ROMA (Proceso).– El centro de Nápoles abunda en excentricidades y contrastes. Cualquier italiano lo sabe. El barullo es constante. El tráfico ciudadano, una experiencia de vértigo. Los motociclistas sin casco, las estruendosas cogorzas (borracheras) nocturnas de nativos y turistas, los sin techo que vagan y revuelven en la basura, los camiones de frutas y verduras que se encallan en las calles y braman con la bocina, la gente que grita: todo es ruidoso, exagerado, pantagruélico.

A cambio, la ciudad proporciona escenas pintorescas y alegres, la gente suele ser muy acogedora, la cocina local enloquece cualquier paladar. Desde hace varios meses, sin embargo, el paisaje urbano de la ciudad ha sufrido modificaciones. Banderas y lazos albicelestes han sido colocados prácticamente en todas las calles, atraviesan edificios y palacios, rodean y decoran estatuas, carteles, restaurantes, bares, tiendas, supermercados. Y junto a ellos también sobresalen decenas de gigantografías, láminas y murales de futbolistas diseminados por todos lados.

Retratan a los partenopeos, los jugadores de un equipo joven entrenado por el detallista Luciano Spalletti que está integrado por un conjunto multiétnico capitaneado por el italiano Giovanni Di Lorenzo. Son caras de jugadores que no pertenecen al Olimpo de las mayores potencias futbolísticas; algunos proceden de países que pocos napolitanos podrían encontrar en un mapa.

Se trata del georgiano Jvicha Kvaratskhelia (22 años), el nigeriano Victor Osimhen (24), el mexicano Hirving “El Chucky”
Lozano (27) y el surcoreano Kim Min-jae (26), todos jovencísimos. Desde el jueves 4, después de una temporada en la que se ha mantenido siempre en lo más alto de la tabla, el Nápoles es el nuevo campeón de Italia y estos muchachos han entrado al salón de las leyendas napolitanas internacionales. 

33 años

La ocasión anterior que el Nápoles ganó el scudetto fue en la temporada 1989-90. El ídolo argentino Diego Armando Maradona era la estrella del club. Ese fue el segundo título de su historia, después el equipo vivió un descenso al infierno con una quiebra económica y la bajada a la Serie C, el equivalente a la tercera división. Con su tercer campeonato en la bolsa, fue vengado el honor herido de aquella máquina de éxitos que había sido el club años atrás. Y la ciudad, como se esperaba, enloqueció.

La Liga del calcio se resolvió con un empate 1-1 del Nápoles frente al Udinese, cinco jornadas antes del final de la Serie A y con cifras de vértigo: 80 puntos, 16 más que la Lazio, el segundo equipo en la tabla. El cuadro de Spalletti ganó 25 partidos, empató 5 y perdió sólo 3. Ha marcado 69 goles. Un resultado asombroso para un equipo huérfano de campeonatos de liga durante más de tres décadas. El desenlace estaba cantado desde hace meses, cuando el Nápoles estableció una distancia asombrosa respecto a sus contrincantes.

“Jugaremos para hacernos con el scudetto”, prometió Spalletti al inicio de la temporada. Cumplió con creces su palabra. “Esta gente tiene derecho a vivir estos momentos. Ahora me siento más tranquilo. Lo he conseguido, la felicidad acaba aquí”, declaró el entrenador después del empate que les dio el campenato. “Mi mayor emoción es ver felices a los aficionados napolitanos. El problema fue llegar hasta aquí, pasaron muchos momentos de su vida pensando en esto”, añadió.

El empate con el Udinese le permitió al equipo napolitano obtener ese último punto que necesitaba para que matemáticamente el trofeo sea suyo. Un gol al minuto 52 del atacante Osimhen, una de las grandes estrellas emergentes de la temporada, consagró al Nápoles en la Serie A.

De nada valió el triunfo de la Lazio el miércoles 3 contra el Sassuolo (2-0), después de que la Salernitana del mexicano Guillermo Ochoa pospusiera el domingo 30 de abril la gran fiesta del Nápoles con un empate a uno. El portero se lució con lances espectaculares que le arruinaron el festejo a su compatriota Lozano.

Tras el gol del nigeriano, una masa humana que ya desde temprano se había preparado para la victoria estalló eufórica esa noche en la calles y callejuelas de la ciudad. Prendieron petardos y bengalas de color celeste y corearon las canciones más conocidas de la hinchada napolitana. “Ha pasado tanto tiempo, no nos separaremos jamás. Somos hijos del Vesubio, que tal vez un día estallará. Una vida junto a tí, los domingos a las tres, no logro estar a solas, sin tí”.

Los festejos siguieron en los días siguientes. Y la exaltación también tuvo su lado oscuro. Entre el jueves y el viernes, más de 200 personas resultaron heridas y un joven de 26 años falleció en el hospital Antonio Cardarelli tras ser tiroteado, un episodio que la prensa local sugirió que no tuvo relación con la celebración sino que se trató de un delito relacionado con el crimen organizado.

“El muerto está ligado a una dinámica que no tiene nada que ver con la fiesta”, explicó el alcalde de Nápoles, Gaetano Manfredi, en declaraciones a la emisora pública Rai Radio. “Es una persona con antecedentes penales importantes. Probablemente se ha tratado de un ajuste de cuentas. Así que no transmitamos un mensaje equivocado”, añadió Manfredi, después de que familiares y amigos del fallecido provocaran destrozos en el área de urgencias del hospital.

La ciudad de Nápoles sufre desde hace décadas el azote de una de las mafias más peligrosas de Italia, la Camorra napolitana a la que supuestamente pertenecía el joven. Otra mujer, en cambio, fue atropellada y otros tuvieron contusiones fruto de peleas callejeras, heridas por inhalación de humo, por el lanzamiento de fuegos artificiales y bengalas y hubo quien tuvo ataques de pánico.
En el estadio Diego Armando Maradona, como fue nombrada hace poco la casa del equipo en homenaje al argentino, allí, donde habían sido colocadas grandes pantallas para ver el partido y llegaron a sumarse más de 50 mil aficionados, algunos ultras se enzarzaron incluso en una violenta pelea al acabar el partido con el Udinese. Decenas de agentes de la policía tuvieron que intervenir, muchos de los cuales habían sido desplegados desde otras ciudades italianas y resultaron levemente heridos.

Los pobres del sur

El futbol italiano tenía una deuda con el maltratado y empobrecido sur del país, esos scudetti han estado en manos de los clubes del norte en los últimos veinte años. En estos días los napolitanos no se olvidaron de hacerlo presente. La respuesta de cada aficionado da cuenta de la magnitud del significado de la victoria para cualquiera que tenga un mínimo interés por el futbol. Nadie permaneció indiferente. Hombres y mujeres, familias, ancianos e incluso niños participaron en la fiesta que, tal y como avisó una alerta del consulado estadounidense en la ciudad, durará probablemente varios días más, tal vez semanas.

“No se trata sólo de futbol. Es el símbolo del resarcimiento social”, opinó Gaia Forte, una actriz de una compañía teatral local. “Este scudetto representa una revancha, son nuestras ganas de salir a la luz”, coincidió Archimede, un napolitano de 45 años. “Nosotros no somos ricos, nos critican, nos desprecian; nos merecíamos al fin una buena noticia. Es difícil expresar la alegría que este trofeo significa para nosotros”, dijo su amigo Luca, un obrero de 55 años.

Tal vez también por eso Maradona, quien ayudó al Nápoles a coserse en el pecho sus dos primeras estrellas de campeón y que también perteneció a una familia humilde, ha sido venerado como nunca en las últimas semanas en la ciudad. La enorme cantidad de gente que visitó su mural en la Plaza de los Artistas, en el Barrio Español de Nápoles, fue testigo de ello. 

Durante días miles se congregaron allí y en las calles adyacentes, para dar las gracias al inmaterial Maradona. “Mamá, ¿sabes por qué me late el corazón? He visto a Maradona, he visto a Maradona…”, se oía, una y otra vez. “Olé, olé, olé, Diego...”, retumbó en ese sitio y también en los barrios acomodados y pobres más alejados.

“¿Cómo se llama mi jugador favorito? Yo lo llamo Khavaradona, es un genio. ¿Quién lo hubiera dicho? Estamos todos sorprendidos”, dice Antonio, un jubilado que, como todos en Nápoles, fusiona el nombre del difunto argentino y el de Kvaratskhelia, el goleador originario de Georgia de nombre y apellido impronunciables, uno de los talentos emergentes descubiertos en esta liga.

“Sabíamos que ganaríamos y hemos ganado. Es una felicidad que no se puede expresar con las palabras”, suelta Francesco, de 16 años. “Este triunfo llegó con un equipo de jóvenes, gente humilde que se integró en esta ciudad como si fueran de aquí de toda la vida, que no se comportaron como una prima donna”, añade Carlo Tarallo, periodista napolitano de 50 años.

El mérito también es del productor cinematográfico Aurelio De Laurentiis, propietario del club desde esa famosa quiebra en 2004, quien logró la resurrección del Nápoles. “Queríamos ganar y hemos ganado todos juntos”, dijo en su primera declaración tras el triunfo.

“Este equipo se había cargado de responsabilidad, necesitábamos un puñado de aire fresco en el grupo y ahora hemos ganado sabiendo que hemos construido este scudetto a lo largo de los años. Hoy es la coronación de una espera de 33 años. Cuando llegué dije que en diez años estaríamos en Europa, una promesa cumplida de antemano; luego dije: ‘diez años para el scudetto’ y lo ganamos con antelación. Ahora hay que volver a ganarlo y nos falta llegar a la Champions”, advirtió De Laurentiis. 

Reportaje publicado el 7 de mayo en la edición 2427 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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