VII Cumbre de la Celac

Una Celac fragmentada y con ausencias

En la VII Cumbre de la Celac, realizada en Buenos Aires el pasado martes, destacó la ausencia del presidente López Obrador, el liderazgo de Lula da Silva y la falta de consenso sobre temas complejos, como la crisis peruana y los presos políticos en Nicaragua.
sábado, 4 de febrero de 2023 · 08:30

En la VII Cumbre de la Celac, realizada en Buenos Aires el pasado martes, destacaron la ausencia del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador –quien, según analistas, perdió la oportunidad de convertirse en líder regional, debido a que sus intereses apuntan hacia Washington–, el liderazgo de Lula da Silva y la falta de consenso sobre temas complejos, como la crisis peruana y los presos políticos en Nicaragua.

BOGOTÁ (Proceso).- Para quienes pensaban que el viraje en la región se traduciría en un impulso definitivo a la integración de América Latina, la VII Cumbre Presidencial de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) realizada el pasado martes 24 en Buenos Aires fue una decepción.

El cónclave, en el que Argentina, como presidente pro témpore de la Celac, esperaba promover el fortalecimiento institucional de ese foro, culminó con una declaración de buenos propósitos en la que fueron omitidos temas cruciales de la coyuntura regional, como la crisis peruana, y además quedaron claras las diferencias entre los presidentes izquierdistas del área.

El mandatario chileno, Gabriel Boric, una figura del nuevo progresismo latinoamericano, pidió pronunciamientos conjuntos para condenar la dura represión desatada por la presidenta peruana Dina Boluarte contra las protestas sociales, para exigir la liberación de presos políticos en Nicaragua y para garantizar elecciones libres en Venezuela en 2024.

Pero esos asuntos ni siquiera fueron abordados por falta de consenso y quedaron fuera de la Declaración de Buenos Aires, un documento de 28 cuartillas y 111 puntos plagado de las tibias generalidades –“celebramos”, “reiteramos”, “saludamos”– que han dicho desde los noventa los gobernantes de la región cada vez que se reúnen para hablar de integración.

El presidente colombiano, Gustavo Petro, otro exponente del nuevo progresismo, incluso criticó la falta de acción: “Hablamos mucho de unirnos, pero hacemos poco por hacerlo. Esa historia tiene que cambiar, de la retórica tenemos que pasar a la realidad” y a los “proyectos concretos”, dijo.

Por lo pronto, la realidad es esquiva con la integración y la unidad, a pesar de que la mayoría de países de la región son hoy gobernados por mandatarios izquierdistas, desde México hasta Argentina, pasando por Chile y Colombia. Y a partir del pasado 1 de enero Brasil se sumó al bloque progresista con la llegada al poder de Luiz Inácio Lula da Silva.

Por eso se esperaba que la VII Cumbre de la Celac se convirtiera en la presentación ante el mundo de una Latinoamérica unida y decidida a emprender proyectos integracionistas de gran calado, lo que no ocurrió. Además de la crisis peruana, afloraron diferencias en otros temas, como la lucha contra el cambio climático, la política de drogas y la respuesta coordinada frente a desastres sanitarios, como la pandemia de covid-19.

El internacionalista Ernesto Vivares dice a Proceso que el encuentro en Buenos Aires fue “prácticamente nulo en atender los temas delicados de la región y en definir una hoja de ruta de la integración regional”.

Para el maestro en estudios internacionales por la Universidad de Birmingham y doctor en política por la de Sheffield, ambas en el Reino Unido, sin un replanteamiento de fondo y sin una revisión crítica de los fallidos procesos integracionistas del pasado “difícilmente vamos a tener en el futuro una cumbre más sustanciosa que la que vimos ahora”.

El gran ausente

La cumbre contó con la asistencia de mandatarios de peso, entre ellos Lula, el anfitrión Alberto Fernández, Petro y Boric. Pero la ausencia del mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien se excusó de asistir porque, según dijo, tenía que supervisar las obras del Tren Maya, fue muy notoria.

“López Obrador fue el gran ausente del progresismo en esa cumbre y en ese sentido fue el gran perdedor, porque desaprovechó una oportunidad para mostrarse como líder y actor de los grandes procesos políticos de América Latina”, dice el internacionalista de la Universidad de Toulouse Mauricio Jaramillo Jassir.

El gran protagonista de la cumbre fue Lula, que sin hablar mucho logró que la noticia del cónclave fuera para muchos el regreso de Brasil a la Celac luego de tres años de ausencia por decisión del anterior presidente de ese país, el ultraderechista Jair Bolsonaro.

Para Jaramillo Jassir, Lula mostró en ese encuentro, el primero en el que participa después de asumir la presidencia, que es “el gran líder” de América Latina y que va a tener, como se esperaba, una política exterior muy activa. “Todos lo respetan, hasta un sector de la centroderecha”, señala el maestro en relaciones internacionales y doctor en ciencia política por la Universidad de Toulouse I. En cambio, dice, López Obrador nunca quiso o nunca pudo desempeñar ese rol y su ausencia en Buenos Aires “es una muestra de esto”.

El día de la Cumbre de la Celac, López Obrador dijo en México que “son más las coincidencias que las diferencias” con sus colegas latinoamericanos, y en un mensaje en video que hizo llegar a esa reunión pidió a sus homólogos, al igual que Boric, demandar el cese de la represión en Perú.

Además abogó por la liberación del expresidente peruano Pedro Castillo, “porque está injustamente encarcelado”. Su petición no se abrió paso.

La principal diferencia respecto de la crisis peruana es que Lula reconoce a Dina Boluarte como presidenta de Perú, al igual que Boric –quien a la vez deplora la violencia contra los manifestantes–, mientras que López Obrador y los mandatarios Gustavo Petro (Colombia), Luis Arce (Bolivia) y Xiomara Castro (Honduras) mantienen su apoyo a Castillo.

El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, quien representó a López Obrador en la cita, intentó sin éxito que la propuesta de su jefe fuera atendida, pero según dijo una fuente diplomática a este semanario, “en las sesiones privadas quedaron sobre el tapete de discusión muchas discrepancias y se optó por soslayarlas y abordar los temas en los que hay consenso”.

Retórica integracionista

El punto 11 de la Declaración de Buenos Aires es ilustrativo de la clase de temas que producen unanimidad en la Celac. En esa parte del documento, los jefes de Estado resaltan “la importancia de los camélidos (la llama, la alpaca, el guanaco y la vicuña, que son camélidos sudamericanos), su significativo aporte a la seguridad alimentaria y su contribución para la supervivencia de las poblaciones (…) por lo que reafirmamos nuestro compromiso para el éxito de la celebración del Año Internacional de los Camélidos en 2024”.

En cambio, en la parte ambiental se optó por una vaga declaración en la que los gobernantes latinoamericanos y caribeños plantean que “observan con aprecio la propuesta de constituir un Grupo de Amigos de Armonía con la Naturaleza”, pero no asumieron ningún compromiso sobre reforestación ni para llevar una postura común a la 28 conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, que se celebrará a finales de 2023 en los Emiratos Árabes Unidos.

En política de drogas, la Declaración de Buenos Aires omite un tema que han impulsado Colombia y México: el cambio de enfoque de la fracasada estrategia contra los estupefacientes auspiciada por Estados Unidos, y se queda en un intrascendente llamado a “adoptar políticas eficaces con un enfoque preventivo, integrado, multidisciplinario y equilibrado”.

En la Declaración de Buenos Aires, los gobernantes de la Celac refrendaron su compromiso con la democracia, la promoción, protección y respeto de los derechos humanos y con las instituciones democráticas.

Frente al presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, y los cancilleres de Venezuela, Yván Gil, y de Nicaragua, Denis Moncada, el mandatario uruguayo, el centroderechista Luis Lacalle Pou, afirmó que a pesar de lo planteado en el documento, “acá hay países que no respetan ni la democracia ni las instituciones ni los derechos humanos”.

La vuelta de Brasil

Ernesto Vivares, un especialista en integración regional que da clases en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Ecuador, dice que hay que situar la VII Cumbre de la Celac en el contexto de la reciente llegada de Lula al poder en Brasil y en su proceso de retorno a las políticas regional e internacional, que su antecesor Bolsonaro había desatendido.

“Ésta fue la cumbre de la vuelta de Brasil a la Celac, más que una cumbre para avanzar en un plan concreto de integración”, señala el académico.

Argentina, que ejerció la presidencia pro témpore de ese foro durante el último año, tenía listo un plan de reingeniería que preparó un grupo encabezado por el expresidente colombiano Ernesto Samper y que contemplaba la creación de una secretaría ejecutiva de la Celac que ejercería como una suerte de cancillería latinoamericana.

Samper encontró que ese foro “así como está, no nos sirve” porque es un espacio de reunión sin ninguna capacidad ejecutiva. Y recomendó dar a la Celac una estructura institucional y un presupuesto propio. Ese proyecto fue impulsado por el presidente argentino Alberto Fernández, pero, al menos por ahora, no logró consenso ni para comenzar a debatirlo.

De acuerdo con Vivares, la VII Cumbre de la Celac “deja gusto a poco porque quedó en los abrazos presidenciales, en acuerdos genéricos y en mucha indecisión para avanzar, por ejemplo, en coordinación de políticas y leyes de medio ambiente, en temas de seguridad ciudadana y en la lucha contra las drogas y la expansión de los cárteles del narcotráfico”.

Para Jaramillo Jassir, profesor de asuntos internacionales de la Universidad del Rosario en Colombia, otro tema pendiente de la Celac es reactivar sus labores de representación de América Latina frente a otros bloques, como lo hizo en el pasado con la Unión Europea, China y Rusia.

El latinoamericanismo de AMLO

Jaramillo Jassir y Vivares coinciden en que López Obrador ya no tiene ni mucho espacio ni mucho tiempo –le quedan menos de dos años de gobierno– para ejercer un liderazgo en América Latina. Y esperan que ese papel lo cumpla, de ahora en adelante, Lula, quien inicia su mandato de cuatro años.

“El que se acuse a López Obrador de tener un latinoamericanismo retórico es muy contundente. Lo que pasa es que había una expectativa muy grande de lo que podía en América Latina, por el peso de México y porque él fue el primer gobernante que llegó al poder en esta nueva oleada progresista; pero ha sido más pasivo de lo que se creía”, asegura Jaramillo Jassir.

Dice que si bien México ha jugado un papel constructivo en la crisis boliviana (que provocó la caída de Evo Morales como presidente en 2019), en el diálogo político en Venezuela y, en menor medida, en la reciente crisis política peruana, no parece tener una política consistente hacia América Latina, sino acciones puntuales frente a temas que le interesan en lo particular.

Para Vivares, autor de los libros Regionalismo, desarrollo y boom de las materias primas en América del Sur y Hacia una economía política del nuevo regionalismo sudamericano, lo que ha demostrado la política exterior de López Obrador, al igual que la de sus antecesores, es que “los intereses duros de México están en Norteamérica como región”, donde se concentra más de 90% de su comercio.

Por eso, asegura, lo que ha hecho el presidente mexicano es priorizar su relación con Estados Unidos y, a veces, intervenir rápidamente en la región cuando hay fenómenos de inestabilidad. Y esto lo hace “con un discurso de alto contenido populista que busca construir legitimidades identitarias”.

De acuerdo con Vivares, en los hechos Brasil volvió a asumir el liderazgo regional en la Cumbre de la Celac, y esto es parte de una reconfiguración de América Latina en la que el epicentro de la región está en el sur, en Sudamérica.

“México nunca va a dejar ese rol de protector y de soporte a las democracias latinoamericanas, pero el núcleo de su economía está en el norte, y la política depende de la economía tanto como la economía depende de la política”, afirma el experto en integración regional. 

Reportaje publicado el 29 de enero en la edición 2414 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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