Juan Villoro
El ser filosófico de Luis Villoro
A cien años de su nacimiento y ocho de haber fallecido, las ideas filosóficas, políticas, sociales de Luis Villoro se mantienen absolutamente vigentes. Sus estudios demuestran, incluso, que avizoró muchos de los problemas actuales.Los homenajes que El Colegio Nacional y la UNAM le brindaron en el centenario de su nacimiento fueron ejemplo insólito de cómo una persona dedicada a la filosofía en este país puede ser apreciada con tanta seriedad y simpatía. Para dos académicos cercanos al profesor de origen catalán, Guillermo Hurtado y Aurelia Valero, logró conjuntar el rigor reflexivo y la ubicación de los problemas más acuciosos del mundo actual, se movió entre lo divino y el activismo político, entre la academia y la realidad inmediata, guiado por un apego a la idea comunitaria. De ahí sus argumentos para creer en una nueva sociedad.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– A cien años de su nacimiento y ocho de haber fallecido, las ideas filosóficas, políticas, sociales de Luis Villoro Toranzo (1922-2014) se mantienen absolutamente vigentes. Sus estudios demuestran, incluso, que avizoró muchos de los problemas actuales.
Un claro ejemplo está, en el campo de la filosofía política, en sus planteamientos sobre los problemas de la democracia liberal, señala el filósofo e historiador Guillermo Hurtado Pérez, coordinador del libro de reciente aparición La identidad múltiple, editado por El Colegio Nacional (Colnal), en el cual se reúnen ensayos, algunos inéditos, atesorados por su hijo Juan Villoro.
El investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), recuerda en entrevista con Proceso que, en su momento, Luis Villoro describió que aparentemente la democracia liberal había alcanzado un nivel de estabilidad y se creyó que era definitivo, “el modelo más acabado de la democracia, y todo el mundo se iba a ir convirtiendo a ese modelo eventualmente”.
Ahora se está viendo que ese sistema político está sufriendo tensiones muy graves en varios países, por ejemplo Estados Unidos:
“Todo eso lo vio con mucha claridad desde hace mucho tiempo. Y él piensa que otro tipo de democracia es posible, no sólo posible, llega a la conclusión de que ya era real, que existía en las comunidades zapatistas y en otro tipo de comunidades semejantes, en donde la democracia se lleva a cabo de manera diferente.”
Hurtado participó en sendos homenajes por los cien años del pensador, quien nació en Barcelona el 3 de noviembre de 1922 y falleció el 5 de marzo de 2014 en la Ciudad de México. El primero fue en el Colnal, donde presentó el libro antes citado. Y el segundo en la UNAM, con diversos especialistas que abordaron su personalidad multifacética: epistemólogo, activista y militante político, teórico de la cultura e historiador, entre otros aspectos.
“La descripción multifacético me parece acertada. Villoro fue un filósofo profesional, académico, dedicado a su labor universitaria, y fue más que eso también. Para Villoro –lo dijo en varios lugares– la filosofía es más que una profesión, es una actitud ante la vida y tiene que ver, cómo lo entendía él, con una posición crítica, y eso se combinaba de manera perfecta en su propia vida con su activismo político.
“No fue un filósofo encerrado en una torre de marfil, salió a la calle y no sólo a la calle, se fue a la montaña zapatista. Quizá ahora nos acordamos más de su vinculación con el zapatismo, cuando la verdad siempre estuvo muy activo en la política nacional, mucho antes, y siempre fue muy congruente y vertical, fue un hombre de una verticalidad impresionante, nunca sucumbió al canto de las sirenas del poder. Tuvo algunas responsabilidades administrativas, diplomáticas (fue embajador ante la UNESCO de 1983 a 1987), y no obstante siempre lo hizo manteniendo una independencia absoluta”.
En la ceremonia de homenaje efectuada en el Colnal se puso énfasis en su “figura ejemplar, de una honestidad intachable”, lo cual refrenda Hurtado, para quien Villoro se comprometió no sólo con las causas sociales de México sino del mundo. A decir suyo, “todas las personas que lo conocieron, que estuvieron cerca de él, quedaron tocadas por su ejemplaridad”.
El pensador
Se le pregunta a Hurtado si Villoro, dado su compromiso y activismo social, tuvo un perfil más de sociólogo y no el del filósofo que en el imaginario de la gente se la pasa ensimismado. El también cofundador del Observatorio Filosófico de México, con Gabriel Vargas y José Alfredo Torres, disiente:
“No, Villoro fue un filósofo en el más puro sentido de la palabra. Entonces, si se quedaba pensando en los problemas más abstractos, uno podía verlo hasta con la mirada perdida. Lo interesante es que no sólo se quedaba ahí, sino que además iba a las comunidades, trabajaba con la gente, la escuchaba. O sea, hacía las dos cosas, no nos vayamos con la finta de que no hacía la más pura y difícil filosofía, la más abstracta. Tenía momentos de reflexión muy profunda, en los que estaba totalmente absorto.”
Y era tan capaz de ello, añade, como de pasarse horas en una asamblea con la gente, aprendiendo de ella “con una gran humildad intelectual”. Y así lo recuerdan los zapatistas, “se sentaba y sabía escuchar, encontrar en la voz de cualquier persona algo que pudiera aprender, eso muestra su altura intelectual, porque no iba a darles cátedra, no iba a decirles lo que tenían que hacer”.
Ciertamente, dice, hablaba con la autoridad de un pensador con un “enorme poderío intelectual” y, a la vez, con la sensibilidad de comprender las necesidades de la gente; “hizo trabajo académico muy cercano a la historia, a la teoría política, la antropología, la sociología, sí, pero no se le puede restar a Villoro, en ningún momento, el calificativo de gran filósofo”.
–En esos momentos de abstracción, ¿en qué pensaba?
–En los grandes problemas de la filosofía: existe o no existe Dios, cuál es el destino de la vida humana, cómo entender el fundamento de la moral. Escribió textos muy hondos y hermosos sobre la espiritualidad, la religión. Por ejemplo, tiene un ensayo muy conocido y leído, La Mezquita Azul, en el que relata de manera filosófica una experiencia que tuvo en Estambul en una mezquita y cómo sintió la presencia de lo divino en cierto momento de su vida.
“Nos hablaba de Dios, del cosmos, del ser humano, el sentido de la vida, la diferencia entre el bien y el mal… Es impresionante la cantidad de temas que trató. Podría decir que no dejó temas y ninguna de las filosofías sin tratar, abordó casi todo, como son los grandes filósofos. Mire, los grandes filósofos de la historia se ocupan de la mayoría de los temas de la filosofía, piense en Aristóteles o en Kant, se ocuparon de muchísimos temas y los combinaron y los conectaron todos. Villoro es un pensador de ese calibre, ni más ni menos”.
Menciona que precisamente en el libro Creer, saber, conocer, publicado en 1982, Villoro conecta varios temas, como epistemología, ética, política, con lo cual se anticipó a corrientes que hasta hoy se desarrollan en, por ejemplo, la filosofía anglosajona.
–¿Era creyente?
Reflexiona segundos antes de responder:
–Es toda una pregunta. En su infancia, Villoro tuvo una educación muy religiosa, católica, pero en la adolescencia se aleja de la religión institucionalizada, de cualquier Iglesia en ese sentido. Aunque a lo largo de su vida siguió pensando en el tema de lo divino, yo creo que rechazó la idea de un dios personal. En algunos de sus trabajos explora una visión diferente, quizá más cercana al panteísmo y a la religiosidad oriental, en particular la religión hindú.
Detalla que no puede afirmarse que Villoro fue ateo, porque no lo fue, y tampoco se puede decir que fue un hombre religioso. Hurtado considera que su vida fue más bien una búsqueda de lo divino y de cómo entenderlo:
“Porque aquí siempre estuvo presente el filósofo. Eso es lo bonito en el artículo que le señalé, La Mezquita Azul. Tiene dos partes, la primera es la descripción del acontecimiento y la segunda es un análisis filosófico del hecho. El Villoro religioso nunca estuvo separado del filósofo, quizá hubo cierta tensión que lo acompañó toda su vida. Y, bueno, su perfil indica en ese sentido: ‘Un hombre en busca de espiritualidad que es, al mismo tiempo, un filósofo que exige razones y evidencias de la mayor fortaleza’.”
Hurtado no fue discípulo del intelectual de origen catalán y madre mexicana; cuenta que lo conoció como colega y entabló amistad con él, que le pidió ayuda en el proceso de creación de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Villoro era 40 años mayor que el historiador, quien afirma que siempre lo vio con respeto y admiración y hasta hoy sigue aprendiendo de él. Fue el escritor Juan Villoro quien le pidió hacer el libro conmemorativo y quien le dijo que hay todavía muchos escritos inéditos de su padre.
Entre los temas de este nuevo volumen menciona la filosofía política de la Ciudad de México, la democracia mexicana, y uno que es abstracto y a la vez muy palpable sobre la justicia y cómo entenderla:
“Él dice que la filosofía ha querido definir la justicia por sí sola, y lo que debe hacerse es partir de la experiencia de la injusticia. Es la negativa, o sea entender un concepto desde su ausencia, para tener una mejor visión. Es una aproximación filosófica que en un país como México, donde hay más injusticia que justicia, resulta un camino más cercano y es una manera de hacer filosofía más próxima a las realidades de la gente.”
El investigador reitera que Villoro seguirá vigente, pues en el IIF hay un fondo de archivos de varios filósofos, como Samuel Ramos, José Gaos, Adolfo Sánchez Vázquez, y Juan Villoro donó el archivo de su padre, que tiene muchos manuscritos, desde artículos que escribió y no se publicaron, hasta sus clases, porque dedicaba tiempo a prepararlas:
“Villoro vivió en una época en la que la presión por publicar por los puntitos del Sistema Nacional de Investigadores no existía, y además él estaba más allá de esas cosas, entonces hacía sus escritos y a veces no los mandaba a publicar. Yo creo que se puede recuperar ese material, es una labor de equipo, ojalá que sí y que en años futuros tengamos la sorpresa de tener más libros de Villoro.”
Reportaje publicado el 13 de noviembre en la edición 2402 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.