Unesco

Mondiacult: El mercado y la burocracia

Tres voces analizan el encuentro de la UNESCO con más de 150 países, celebrado en México. La declaratoria final expresa buenos propósitos, pero los especialistas advierten, por un lado, abstracciones, y por el otro, maraña burocrática.
sábado, 15 de octubre de 2022 · 10:43

Tres voces analizan el encuentro de la UNESCO con más de 150 países, celebrado en México. La declaratoria final expresa buenos propósitos, pero los especialistas advierten, por un lado, abstracciones, y por el otro, maraña burocrática. En el fondo, una preocupación por el mercado y el turismo y no por la cultura profunda. Hablan Luis Ignacio Sáinz, exsecretario técnico del INAH; el sociólogo Pablo Gaytán, del Frente Ciudadano para la Defensa y Mejora de Chapultepec; y Javier Tovarich, del Movimiento Colectivo por la Cultura y el Arte de México (Moccam), quienes, pese a su experiencia, no fueron convocados.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Proteger, velar, fomentar, esforzarse, conservar, abogar, instar, alentar, promover, son los verbos utilizados en la Declaración Final de la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre las Políticas Culturales y el Desarrollo Sostenible (Mondiacult 2022), realizada en México del 28 al 30 de septiembre pasado, suscrita por 150 países.

De esta manera se hace un llamado a realizar acciones en temas como diversidad cultural y lingüística, patrimonio tangible e intangible, sector cultural, derechos humanos, retorno y restitución de bienes culturales exportados ilegalmente, medio ambiente, industrias creativas, igualdad de género, desarrollo económico, tecnológico, digital…

Siete páginas de buenos propósitos en torno a los cuales hablan el consultor independiente Luis Ignacio Sáinz, exsecretario técnico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y quien colaboró en el área de Asuntos Culturales de la cancillería a mediados de los años ochenta; el sociólogo Pablo Gaytán, miembro del Frente Ciudadano para la Defensa y Mejora de Chapultepec; y el actor Javier Tovarich, miembro del Movimiento Colectivo por la Cultura y el Arte de México (MOCCAM). Los tres vivieron el encuentro a la distancia; pese a su experiencia, no fueron convocados.

Sin idea social

Especialista también en arte y arquitectura, Sáinz señala que quienes acuden a este tipo de reuniones, la de 1982 (también en México), la de Estocolmo en 1998 y ésta de 2022, son las burocracias culturales y diplomáticas, de tal suerte que se hacen “reflexiones genéricas” que resultan en “una suma inútil de buenos propósitos”:

“En 82 la declaratoria supuso, ¡imagínate!, 54 considerandos que son absolutamente filosóficos, o sea, ni quién vaya a discutir lo que dicen, porque hablan de la importancia de la cultura, dan una interpretación, una nueva definición y esas cosas. Pero como si realmente estuvieran inventando el agua tibia, y creo que es una forma de justificar su ser burocrático.”

Confiesa que le sorprendió ver en las fotos al embajador en Turquía, José Luis Martínez, quien era subdirector de Asuntos Culturales en 1982 cuando el fallecido Rafael Tovar y de Teresa estaba al frente de la dirección. En opinión suya, Tovar “no tenía la menor idea” de los temas y Martínez sí por su formación como diplomático de carrera, además de ser hijo del historiador José Luis Martínez, pero “tiene 40 años en la misma necedad”:

“Ellos no tienen una idea social de la cultura, solamente la conocen en términos turísticos, no de la vida de los pueblos originarios, sea en México, en Turquía o en África.”

Enfatiza que la reunión fue “una suma abstracta de buenos propósitos que no van a ocurrir, aunque digan que se van a articular los presupuestos en la materia con las políticas generales de la ONU de desarrollo sustentable, la verdad no es así”. Menciona lo sucedido entre Rusia y Ucrania, junto con los países europeos –que él no busca banalizar–, pero “muestra que seguimos con una visión eurocéntrica indefendible”.

De la reunión, añade, saldrán un sin fin de grupos de trabajo, reuniones regionales y más gasto de las burocracias:

“Gasto que no llega a las comunidades, a los productores de cultura, porque en el caso nuestro hay una destrucción absoluta de los presupuestos y del respeto a las instituciones. Por ejemplo, es más el dinero que recibe el proyecto de Gabriel Orozco y compañía en Chapultepec, del que reciben las instituciones, sin que el trabajo de las propias instituciones sea reivindicable por completo… también es algo que debería revisarse.”

Se intenta, sigue, hacer una articulación con temas “más duros”, como el cambio climático, la equidad de género y el respeto a las identidades de género, pero nadie se mete con el asunto de la ablación de las menores de edad en África o de las comunidades africanas en Europa, o de la trata en el cual México ocupa el segundo lugar “y el presidente dice que son usos y costumbres”. Hablan de derechos humanos, “pero epidérmicamente no va a pasar nada, no se van a generar políticas específicas, por más que los tratados internacionales tengan el mismo peso o eventualmente más que las constituciones nacionales.

“En nuestro caso da muchísima tristeza, pero no vi a ningún representante indígena, cuando tenemos 64 o 68 pueblos originarios, según contemos los idiomas… No digo que sean representativos del Estado nación, pero seguimos con los criterios de homologación forzada de identidades.”

Recordó que en la reunión de 1982, la declaratoria se firmó el 6 de agosto, y señaló que coinciden en que se realizan en momentos “especialmente críticos de las administraciones”. Cuando José López Portillo había perdido todo y nada le funcionaba, hizo la convocatoria. Ahora –“independientemente de los buenos oficios de Juan José Bremer (embajador ante UNESCO), que merece todo el respeto, pero está metido en esta jerga de la diplomacia– esta administración está metida en un callejón sin salida, trae a 150 representantes como si se hubiera distinguido por su interés en la diversidad y la pluralidad de la cultura, es muy retórico y demagógico”.

“Turistificar”

Para Pablo Gaytán, estudioso entre otros temas de las culturas metropolitanas, las políticas impulsadas por la UNESCO –“organismo financiado por los países miembros” recuerda– tienen propósitos mercantilistas. Cita al sociólogo francés Luc Boltanski, quien habla de “enriquecimiento” a partir del patrimonio:

“Él dice que hay un proceso de mercantilización y construcción de toda una industria creativa en torno a lo que se va considerando Patrimonio de la Humanidad y patrimonio de la ciudad, en la cual no hay un interés genuino por conservar, preservar o potenciar el conocimiento profundo.”

Pone como ejemplo las colonias Juárez, Roma o Condesa, que son centros importantes de la Ciudad de México y aun del país, donde se impulsa la idea de conservación y rescate de la arquitectura de las épocas porfiriana y del desarrollo estabilizador, para crear centros culturales y museos, pero con la idea de comercializar.

Un caso, cita, es el departamento que fue del escritor estadunidense William Burroughs y en donde se cuenta asesinó a su esposa Joan Vollmer. La idea es convertirlo en un mito para una industria del entretenimiento y hacerlo patrimonio de la ciudad, todo con fines turísticos, porque a decir suyo, la tendencia en varios países es la sustitución de las políticas culturales por la “turistificación” y la idea de vender, “sobre todo al exterior”.

Todo esto, de acuerdo con la idea de Boltanski, es una metáfora de un yacimiento como los de minerales (aunque a Gaytán no le gusta el concepto de extractivismo, prefiere el de enriquecimiento), para alimentar a las élites empresariales del arte contemporáneo.

A él le parece, en cambio, que debería impulsarse más el patrimonio histórico profundo e invertir más en el INAH, para que trabaje en el rescate de la memoria colectiva; considera que es más importante que el rescate de ciertos lugares de mediados del siglo XX.

Y se refiere, en otro orden de ideas, a la contradicción entre lo que se planteó en Mondiacult respecto del ­deterioro de la vida cultural. Hay una paradoja, señala, porque en la vida cotidiana los trabajadores de las instituciones responsables de las políticas culturales tienen condiciones de vida raquíticas, de precarización, entonces hay una clara contradicción entre la retórica de las instituciones globales que sugieren encontrar vías para la no precarización y la falta de recursos que se padece aquí.

Buenos propósitos

Actor de cine, teatro y televisión, Tovarich ve un acierto en la celebración de la cumbre, tras 40 años de la primera, y espera el comienzo de los trabajos para lograr el objetivo 18 en la Agenda del Desarrollo 2030. Coincide en particular con los temas de igualdad de género y de regulación de las plataformas digitales. En este último, dijo, la Asociación Nacional de Actores ya está trabajando respecto de Netflix.

Sin embargo, comenta la idea del “trabajo decente” expuesto en algunas mesas sobre desarrollo económico, pues en su opinión puede interpretarse desde el punto de vista moral y no relativo a un trabajo digno, lo cual deja de lado o en una simulación que todo trabajo debe ser redituable.

Señala que si realmente se quieren lograr los propósitos del documento final y de lo planteado en el encuentro, la directora general de UNESCO, Audrey Azoulay, debe asumir el compromiso de dar seguimiento y ejercer presión en los países y la comunidad internacional.De ahí en fuera, no ve mayor relevancia, porque apenas van a trabajar en el objetivo de reconocer a la cultura como un bien público mundial, entonces no se puede hablar de nada que no sean buenos propósitos.  

Reportaje publicado el 9 de octubre en la edición 2397 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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