Miguel Hidalgo

Allende, narrador de una novela-verdad sobre Hidalgo

La consigna del escritor José Luis Trueba Lara es que los mexicanos necesitamos hacer las paces con el pasado “porque el pasado no se puede llevar a tribunales”.
domingo, 19 de septiembre de 2021 · 16:21

La consigna del escritor José Luis Trueba Lara es que los mexicanos necesitamos hacer las paces con el pasado “porque el pasado no se puede llevar a tribunales”. Su propuesta, por ello, no es la historia total –inexistente–, sino literaria; y si bien se mantiene fiel al código de la novela histórica, “no es verídica por sus referentes históricos, sino por la capacidad que tiene la ficción”. Paradoja que resuelve así: “La obra posee lo que pasó, lo que pudo pasar y lo que al autor se le pegó la gana que pasara”.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso) .– La pregunta ¿por qué alguien se levanta en armas? impulsa al escritor y periodista mexicano José Luis Trueba Lara a crear la novela Hidalgo. La otra historia, sobre Miguel Hidalgo y Costilla, quien encabezó la primera etapa de la guerra de la independencia de México.

Desde muy joven lo perseguía esa interrogación, pero no fue sino hasta en 2010 que el también editor, profesor e investigador concreta la idea de escribir el libro, recién aparecido en editorial Océano:

“Ese año del bicentenario del inicio de esta lucha hubo una abundante producción bibliográfica, y yo, que soy lector de historia, fui muy feliz porque entonces tres veces a la semana se lanzaban novedades al respecto. Y como desde chico siempre me preguntaba eso, y aún más: ¿cómo es posible que a esta persona que decide levantarse en armas lo sigan miles y miles?, porque en algunos momentos fueron alrededor de 200 mil personas las que siguen a Hidalgo. Eso se dice rápido, pero que ese número de gente esté dispuesta a matarse por alguien y con él, ¡no es poca cosa!”

Trueba Lara, sociólogo por la Universidad Autónoma Metropolitana, confiesa en entrevista por Zoom que a él le sería imposible convencer a una persona para una lucha así:

“¡No es tan fácil!, y las razones que me daban respecto a Hidalgo siempre me resultaban mágicas, y empecé a indagar más para escribir el volumen. Asimismo, deseaba saber si realmente en 1810 hubo una pandemia de patriotismo.”

Y justo en 2010 descubrió a un historiador estadunidense, Eric van Young, especializado en la época colonial y en la historia cultural, social y política de México en el siglo XIX:

“Él estudió los expedientes de los insurgentes, pero no de los líderes, sino de la gente que iba en la bola, y empieza a descubrir que ninguno de los que estaban metidos en la guerra era por razones patrióticas. Unos querían cobrar venganza por algo que les habían hecho, otros iban a correr una aventura o iban por el saqueo o porque les pagaban. Yo quería rescatar eso.”

Young escribió en 2001 La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, 1810-1821, que el Fondo de Cultura Económica editó en 2006, donde se muestra un perfil de los insurgentes populares. El autor analiza las características sociales de un grupo de unos mil 200 individuos involucrados en actividades insurgentes entre 1810 y 1815.

Hidalgo. La otra historia, de 263 páginas, muestra al llamado Padre de la Patria como caudillo, hábil político, un hombre carismático y también violento líder de ejércitos. Al respecto Trueba Lara (Ciudad de México, 1960) argumenta:

“El problema no era contar la historia de Hidalgo, estuve 10 años leyendo mucho de él. A lo que me enfrentaba era al problema de cómo relatar la novela, y lo primero que se me ocurrió fue contarla desde el punto de vista de sus contemporáneos, y los historiadores contemporáneos tienen muy mala impresión de Hidalgo, no sólo los liberales, sino también los conservadores.

“Por ejemplo, para fray Servando Teresa de Mier su gran héroe fue Ignacio López Rayón. Incluso, Carlos María de Bustamante, que creó al Pípila, tampoco habla bien de Hidalgo. Pero todo eso ya se sabe. De pronto, revisando y revisando, me topé con una declaración del militar insurgente Ignacio Allende, del juicio que le hicieron. Califica a Hidalgo como ‘el bribón del cura’, y enseguida pensé que Allende debía ser el narrador. En ese juicio también cuenta que en algún momento deseó asesinar a Hidalgo.”

Subraya el también autor de Garra de Jaguar, Moctezuma y Malinche que los protagonista de la primera fase independentista, como Juan Aldama e Ignacio Allende, que incluye en el volumen, “los pongo con sus claroscuros y debilidades, lo mismo efectúo con los contrarios, como el militar español Félix María Calleja”.

Menciona que tardó una década en investigar y leer documentos y libros de la independencia de México, y en un año escribió la novela. Le da gusto que ya esté en el mercado, pues el 27 de septiembre se cumplen 200 años de su consumación.

–¿Qué implica desmitificar a Miguel Hidalgo y Costilla en este momento?

–Lo que necesitamos los mexicanos es reconciliarnos ya de una vez y para siempre con el pasado. El pasado no se puede cambiar, el pasado no se puede llevar a tribunales. Cuando en un país nos las pasamos mirando el pasado para arreglar el pasado, olvidamos el presente y nos impedimos ver el futuro. Debemos hacer las paces con el pasado, discutirlo con la pasión que nos permite que las personas que piensan diferente se puedan sentar a la mesa.

“Hay que entender nuestros errores. Hoy enfrentamos una crisis económica, hay que analizar las crisis del pasado, porque algo nos dejaron. Yo no quiero un pasado promisorio o un pasado de platas, bronces y de mármoles o pirámides de cartón-piedra o monumentos, yo lo que quiero es un pasado donde estén todos, porque si en el pasado están todos, en el presente también. Deseo con mi novela la reflexión.”

Ni juicio ni adulación

Especializado en ciencias políticas del Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos, justifica que Hidalgo. La otra historia no busca decir “la verdad químicamente pura sobre Hidalgo y, por supuesto, tampoco intento someterlo a un juicio sumarísimo que lo condene a la ignominia. Ninguna de esas cosas me interesa”. Abunda:

“El libro sólo es una novela que en cierta medida sigue aquellos pasos y los traiciona sin ningún pudor. Esta obra no es verídica por sus referentes históricos, sino por la capacidad que tiene la ficción.”

Aclara que es fiel al código de la novela histórica:

“La obra posee lo que pasó, lo que pudo pasar y lo que al autor se le pegó la gana que pasara.”

Por ello, señala que el lector merece que en el último capítulo el escritor “haga un estriptis”. Se refiere que al final de todas sus novelas históricas incluye “Una nota para los curiosos”, donde explica lo que inventó y de dónde sacó lo real pero también lo dudoso; sobre esto último, dice:

“Por ejemplo, los hijos y amoríos de Hidalgo son un tema que ha provocado ríos de tinta. Entonces yo opté porque tuviera mujeres e hijos, pero agrego información de los que han negado eso, como el texto de Javier Sánchez Ruiz y Juan Gómez Gallardo Latapí, titulado Las falsas paternidades del Padre de la Patria (en Estudios de historia moderna y contemporánea de México (número 44, julio-diciembre de 2012). Aquí se muestra cómo se urdieron esas falsedades y nos revela de qué manera terminaron perpetuándose a pesar de su nula sustancia. En una novela, los chismes y las maledicencias siempre dan buena tela para cortar.”

Así que “Una nota para los curiosos” le parece necesaria, “porque si no, corres el riesgo (que no me parece honrado) de engañar a la gente, y le haces pasar una mentira como verdad”. Le gustaría, dice, “que esta novela te lleve a otro libro, sobre todo de historia”.

–Que Allende sea el narrador es un atractivo de la novela.

–Cuando empiezo a trabajar una novela, el problema más rudo es inventarle un lenguaje al narrador. Es decir, si yo la voy a contar no escribo una novela, mejor realizó un ensayo, y se acabó, pero cuando voy a escribir una novela debo crear un lenguaje que sea lo suficientemente verdadero para que parezca de aquella época y aparezca el personaje.

“Por otro lado, ese lenguaje también debe ser lo suficientemente falso para que pueda atrapar al lector. Si se revisa el volumen con cuidado, no hay ningún insulto actual, todos los insultos son de aquella época. Los refranes que se usan son de aquel tiempo, y esto me permite a mí ir creando una verosimilitud. Por supuesto que no es un lenguaje del siglo XIX, es un lenguaje del siglo XXI, con una acercamiento al XIX, y eso es lo que le da cuerpo a Allende.”

A partir de ese lenguaje, menciona, va incorporando el resto del mundo:

“En el libro hay mucho del universo de los indígenas y cosas del mundo sagrado y profano, aparecen ángeles porque era una época muy religiosa. Me tardo mucho leyendo e investigando. Hay que saber qué comían, cómo preparaban la comida, a qué olía… no es que todo eso lo vaya a usar, pero se debe saber. Igual, cómo cargaban un cañón, cómo se organizaban los ejércitos, si se ponían de acuerdo antes del combate o nada más contaban uno-dos-tres y se arrancaban corriendo. Hay que averiguar eso.”

También aparecen los hermanos varones de Hidalgo, Manuel y Mariano. El primero pierde el equilibrio mental, y el segundo siempre acompañó y apoyó al sacerdote como su hombre de confianza.

–¿Es verdad que era el que guardaba las monedas y barras de plata de los saqueos?

–Los hermanos de Hidalgo son todo un tema. El que enloquece, lo cual fue cierto, me parece sensacional; digo en la novela cómo y por qué enloquece, eso yo lo inventé. Es verdad que Hidalgo y sus hermanos compran haciendas con un préstamo del obispo de Valladolid, y nunca pagan, entonces los sacan y quedan en la calle, por eso Manuel pierde la cordura. Y Mariano estudió derecho canónico, trabaja con la Inquisición y después se vuelve el pagador de las tropas de Hidalgo, administraba la lana. Fue un hombre poderosísimo, y todo lo que cuento de él es real, y también muere fusilado.

En la trama, la razón de por qué Hidalgo no toma la Ciudad de México es porque peligraba la vida de sus hermanas. Trueba Lara explica:

“Esa situación la inventé, aunque las hermanas, quienes vivían en la capital, sí son reales. Ahí es un asunto que nunca ha quedado claro y pasarán otros 200 años y no se sabrá. Después de la batalla del Monte de las Cruces, cercano a Toluca, Hidalgo se va y no entra a la Ciudad de México. Se dice que existió una carta (otros dicen que no) donde el virrey le advierte que si entra a la Ciudad de México dañaría a las hermanas, y eso lo retomé, no en favor de la verdad, sino en favor de la literatura.”

La narración destaca que los seguidores de Hidalgo, a quienes llamaba “mis hijos”, lo dejaron solo poco a poco. En unas líneas de la novela se lee en voz de Allende:

La capital se nos escapó de las manos y los palurdos siguieron huyendo sin que nadie pudiera detenerlos. A cada paso que dábamos, nuestra columna enflaquecía. Si don Miguel les ofrecía un peso a los hombres de caballería y cuatro reales a los de a pie, ya no servía de nada. El miedo era más que la plata y las bendiciones con cruces de cabeza. Cerca de nosotros sólo estaban las tropas realistas dispuestas a combatirnos en batallas hechas y derechas. En esos momentos nomás sentíamos el aliento de la niña blanca que afilaba su guadaña mientras las chispas de su mollejón nos chamuscaban el alma,

A pesar de todo lo que pasaba, Hidalgo fingía sin que la verdad pudiera alcanzarlo. Por más dura que fuera, la realidad no se reflejaba en sus pupilas ni tenía cabida en sus palabras.

–Ellos sí saben lo que tienen que hacer –nos decía impostando la gallardía que siempre le faltó a su alma enclenque–. Mis hijos no nos abandonaron… Todo lo que ustedes murmuran son mentiras que tratan de opacar nuestra victoria.

Al final, Trueba Lara subraya:

“Las descalificaciones me causan pereza. Este es un libro muy entretenido. Espero que remueva, que incite a reflexionar.”

Entre los libros de historia en los cuales se basó se encuentran Historia de la revolución de la Nueva España, de fray Servando Teresa de Mier; Cuadro histórico de la revolución mexicana, de Carlos María de Bustamante; Ensayo histórico de la revoluciones de México, desde 1808 hasta 1930, de Lorenzo de Zavala; La independencia, de Antonio Annino y Rafael Rojas; Documentos históricos mexicanos y Documentos para la historia de la guerra de la independencia de México, de Genaro García; Hidalgo. La vida del héroe, de Luis Castillo Ledón, e Hidalgo. Maestro, párroco e insurgente y Miguel Hidalgo, de José Manuel Villalpando, y más. También Ignacio Allende: una biografía de Adriana Fernanda Rivas de la Chica, y Allende, primer soldado de la nación de Armando de María…

Para equilibrar con la literatura, Trueba Lara agrega una cronología de los hechos reales en su trabajo literario Hidalgo. La otra historia.  

Reportaje publicado el 12 de septiembre en la edición 2341 de la revista Proceso cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

Comentarios