ESPECIAL DE INDEPENDENCIA

Iturbide, víctima de la historia oficial

Es momento de que se sepa una verdad que ha estado oculta durante 200 años, consideran investigadores e historiadores. “Agustín de Iturbide fue el genio que logró la Independencia de México prácticamente sin derramamiento de sangre”, aseguran.
domingo, 19 de septiembre de 2021 · 14:06

Es momento de que se sepa una verdad que ha estado oculta durante 200 años, consideran investigadores e historiadores. “Agustín de Iturbide fue el genio que logró la Independencia de México prácticamente sin derramamiento de sangre”, aseguran. Jaime Olveda Legaspi, doctor en historia por la UNAM, y el general brigadier en retiro Clever Alfonso Chávez Marín, quien consultó un expediente español sobre el libertador, exponen los motivos por los cuales este personaje histórico de México fue relegado a las sombras.

GUADALAJARA, Jal. (proceso.com.mx) .– Durante 200 años se ha ocultado una verdad histórica: Agustín de Iturbide es el libertador, el padre de la Patria. México nació como una monarquía constitucional cuando consiguió declarar su independencia de España, el 27 de septiembre de 1821, explica Jaime Olveda Legaspi, doctor en historia por la UNAM y especialista en historia de México del siglo XIX.

Aclaró que la Independencia de México, que erróneamente la mayoría piensa que se conmemora el 16 de septiembre, no es resultado de la insurgencia, sino de una revolución distinta y pacífica a diferencia de la que comenzó Miguel Hidalgo y Costilla, y a la que siguieron José María Morelos y Vicente Guerrero.

Sobre el cariz pacífico del movimiento, el historiador explicó que fue posible de esa manera porque a una década del inicio de la guerra de independencia ambos bandos se habían quedado sin recursos económicos, y la gente común ya se había cansado del conflicto… Así que los protagonistas del mismo vieron la necesidad de terminar con las hostilidades mediante alianzas.

El restablecimiento de la Constitución de Cádiz en 1820 y los decretos de las cortes españolas que afectaban los intereses de la Iglesia alentaron la disponibilidad para la independencia. Iturbide, que tenía una década combatiendo a los insurgentes, empezó a diseñar un plan libertador para lanzar el grito de Iguala que, a diferencia del de Dolores, llamaba a la concordia, unión y alianza.

En el Plan de Iguala, proclamado el 24 febrero de 1821, quedaron plasmadas las tres garantías: independencia, unión y religión. En el primer trimestre de ese año Iturbide convenció a los comandantes realistas del territorio novohispano sobre la necesidad de concluir la guerra, y se convirtieron en miembros del nuevo Ejército Trigarante para ejecutar el Plan de Iguala.

Después, Iturbide recibió el apoyo de los obispos de la Nueva España, e invitó a Guerrero, quien también aceptó incorporarse. Iturbide, que ingresó al regimiento provincial de infantería de Valladolid de Michoacán a los 14 años, planeó que, primero, se declarara la independencia de las provincias y hasta el final la capital del virreinato.

En Guadalajara se firmó la adhesión al Plan de Iguala, el 13 de junio de 1821; uno de los firmantes fue el español Pedro Celestino Negrete, comandante realista.

Olveda destaca que un grupo de liberales del siglo XIX comenzó a incitar al odio y al repudio contra Iturbide, días antes y después del 27 de septiembre, al acusar, sin fundamento, que el Plan de Iguala era conservador y reaccionario, puesto que uno de sus principios fundamentales era defender la religión católica.

“Pero olvidaron que Hidalgo también comenzó con el Grito de Dolores defendiendo la religión católica, que la Constitución de Apatzingán, hecha por los insurgentes, defendió la religión católica, que los Sentimientos de la Nación, de Morelos, defendía la religión católica”, expone el también investigador.

Un punto importante, agregó, es que los liberales no tomaron en cuenta que el Plan de Iguala estableció una división de poderes al contar con un Congreso, que nombró emperador a Iturbide el 18 de mayo de 1822, y un Tribunal de Justicia.

Los liberales criticaron el nacimiento de un Estado monárquico constitucional y plantearon hacer una república. “Pero Iturbide consideró muy riesgoso someter de sopetón a una sociedad nacida del viejo régimen de la colonia a una estructura moderna, como era la república, y creyó que era necesario un periodo de transición para evitar una nueva revolución”, y se inclinó por una monarquía no absoluta, sino constitucional, “con una división de poderes”, expone el historiador.

Los liberales e historiadores de la primera mitad del siglo XIX construyeron “el mito y la imagen” de que Iturbide era conservador, un traidor, absolutista, enemigo de la independencia y un tirano porque, una vez que se constituyó el imperio, disolvió al Congreso que estaba constituido en su mayoría por partidarios de Iturbide, y un grupo reducido de republicanos que “no entendían bien lo que era una república, porque era un régimen que nadie conocía”.

Sin embargo, Iturbide tomó la decisión de suprimir el Congreso debido a que tuvo muchos “conflictos” con ese poder, y formó una Junta Nacional Constituyente.

Iturbide, al integrar su gobierno sólo incorporó a las élites, no a todos los grupos sociales. “Fue un mal enfoque de él, consideró eso y tuvo su precio”, señala el especialista.

Cuando creció la inconformidad con el Plan de Veracruz y el de Casa Mata, Iturbide no se aferró al poder, decidió abdicar y se autoexilio en Europa.

Enemigos de Iturbide

Olveda insiste en que la primera generación de liberales y de historiadores del siglo XIX, encargados de la historia oficial, “se convirtieron en los enemigos de Iturbide, tergiversaron la historia, ocultaron su nombre y sepultaron en el olvido la fecha del 27 de septiembre; y todo quedó en el 16 de septiembre”. Además, crearon la idea que Vicente Guerrero es el consumador de la Independencia.

El también académico mencionó que otro factor que influyó para borrar de la historia a Iturbide es que, durante un siglo, el 27 de septiembre sólo se conmemoró en el ámbito privado. Por ejemplo, en la Ciudad de México se congregaban en el templo de la Profesa; la gente relacionó ese acto como elitista y religioso, y a la fiesta del 16 de septiembre como una celebración popular y abierta.

Aclaró que la ceremonia del 27 de septiembre era privada debido a la animadversión hacia Iturbide. “Hacer una fiesta en espacios abiertos podría provocar enfrentamientos entre partidarios y enemigos de Iturbide. Por eso, insiste, se hacía al interior de los templos y sólo acudían las familias adineradas” para recordar que él fue el libertador de México.

Recuerda que en 1910 el entonces presidente Porfirio Díaz hizo una gran fiesta el 16 de septiembre para conmemorar el primer siglo de la Independencia del México –cuando en realidad fue el inicio de una insurrección que terminó una década después– y la gran figura fue Miguel Hidalgo y Costilla.

Para el 27 de septiembre de 1921, fecha del primer bicentenario de la consumación de la Independencia, el presidente Álvaro Obregón “no hizo gran cosa”. La conmemoración tuvo mayor resonancia en el extranjero; por ejemplo, en España muchos de sus ayuntamientos publicaron felicitaciones al gobierno de México por su primer centenario de la consumación de la Independencia.

Incluso el “resentimiento” de Obregón hacia Iturbide era tan grande que, en ese mismo año, mandó quitar su nombre de la Cámara de Diputados.

Expediente español

El general brigadier y médico militar retirado Clever Alfonso Chávez Marín acudió al archivo general militar del ejército español en Segovia, donde solicitó varios expedientes, uno de ellos el de Iturbide, que está dividido en dos legajos. Uno consta de 267 fojas y está clasificado con el título: “Expediente General de la Insurrección de D. Agustín de Iturbide en Nueva España. 17 de octubre de 1882”. El otro contiene diferentes documentos.

El resultado de su investigación quedó en su libro Consumación de la Independencia Mexicana. En uno de los documentos del expediente generado en España se menciona que Iturbide “es un enemigo temible por sus conocimientos locales, ser hijo del país, por las muchas expediciones que ha dirigido, poseer la táctica y porque los planes que anuncia pueden seducir a muchos incautos y lisonjear las miras ambiciosas, de no pocos, que aspiran a la emancipación de aquellas posesiones de su metrópoli”.

El desprestigio hacia Iturbide se inició antes de la consumación de la Independencia, puesto que en algunos desplegados se aseguró que sería el monarca absoluto y que expulsaría a todos los españoles. Iturbide reviró que luchaba para terminar con la monarquía absoluta y recalcó que sus padres eran españoles.

Chávez coincide con Olveda en que la historia oficial “ha satanizado a Iturbide”, y señala a Vicente Rocafuerte, expresidente de Ecuador –quien recibió dinero de Estados Unidos, en especial de la masonería yorkina de Filadelfia, para evitar el reconocimiento del imperio–, como uno de los responsables de las calumnias.

La masonería yorkina de Filadelfia apoyó a los revolucionarios de la Independencia de Estados Unidos y estaba contra el imperio español, dice.

Mientras que la masonería escocesa “tuvo gran participación en la consumación de la Independencia mexicana” al respaldar a Iturbide, puesto que “coincidían con sus ideas”.

El general refiere que la situación política para Iturbide se agravó cuando se negó a vender parte de México –territorio que posteriormente fue arrebatado por Estados Unidos– al diplomático Joel Poinsett. La opción para el extranjero fue buscar a Antonio López de Santa Anna y a Guerrero, quienes cedieron ante su pretensión.

En esa época el Congreso, recuerda, estaba integrado por personas relacionadas con Poinsett y decidió promulgar un decreto para declarar traidor a Iturbide, aunque éste desconocía tal decisión.

Así que el exemperador regresó del exilio cuando se enteró de un supuesto intento de reconquista por parte de la Santa Alianza y fue capturado en Tamaulipas, donde murió fusilado el 19 de julio de 1824.

Con su investigación, Chávez Marín llegó a la conclusión de que Iturbide fue un genio porque logró la independencia de México “prácticamente sin derramamiento de sangre”, por lo que “debe reconocérsele y darle el lugar que le corresponde”.

Recuerda que en 1971 el entonces presidente Luis Echeverría, mediante un decreto, ordenó al Congreso declarar a Guerrero consumador de la independencia. “La historia no es de investigar, es lo que el político dicta con un decreto. ¿Y qué hacen los demás?, seguir el decreto”, lamenta.

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