pandemia
"Cosas imposibles"
El director mismo subraya las cualidades humanas como la resiliencia y la bondad tan necesarias en tiempos de pandemia.Al estreno de este quinto largometraje de Ernesto Contreras se le adhiere, desde comentarios publicados hasta los más confiables que circulan de boca a oreja, la etiqueta de tratarse de una película ligera, un tanto comercial, bien hecha y entretenida, como si fuese necesario excusarse por disfrutarla de principio a fin. El director mismo subraya las cualidades humanas de Cosas imposibles (México, 2020) como la resiliencia y la bondad tan necesarias en tiempos de pandemia.
Todo lo anterior resulta cierto, pero debe agregarse que el éxito de una película no depende de buenas intenciones, y se requiere de mucho talento para sostener el peso de la ligereza. Consciente de la tendencia a encuadrar este tipo de cine, Contreras advierte, en la entrevista de Columba Vértiz en estas páginas, que se trata de un relato sencillo en apariencia, y que en el encuentro con el guion premiado de Fanie Soto descubrió temas que él ha venido explorando en sus cintas anteriores.
Imposible parece la relación de amistad que surge entre Matilde (Nora Velázquez), viuda sesentona lastimada por casi medio siglo de abuso y humillaciones del difunto marido, y Miguel (Benny Emmanuel), un hábil vendedor de 19 años; imposible, también, desarrollar empatía en un contexto urbano donde el lugar común que explotaría el cine serían violencia y narcotráfico; aquí, la unidad habitacional es jaula y refugio, como el que la veterinaria (Luisa Huertas) encontró para escapar de sus propios fantasmas; la prisión es social y mental, Matilde vive prisionera por el espectro de su esposo (Salvador Garcini), quien la atormenta a cada paso.
Aún más imposible (si cupiera) habrá sido dimensionar a estos personajes y lograr que el público los entienda, se interese por su relación y desee que escapen de sus prisiones mentales, determinismos sociales y culturales; el afecto del director por sus personajes se deja sentir, pero los actores ganan su lugar, y son ellos los primeros que parecen sorprendidos en el desarrollo de la premisa. Matilde se abre a la dimensión que le propone Miguel, porque éste percibe que tal dimensión existe en ella misma; las travesuras que hacen juntos no son mero relajo para entretener, sino expresión de contenidos inhibidos, como ocurre con el bate de beisbol del marido.
Ernesto Contreras sabe extraer al personaje desde una zona de realidad en la psique de sus actores, logra llevarlos al lugar que busca con naturalidad, al igual que observa y determina colores, espacios y locaciones que el espectador normalmente no vería, o que sólo relacionaría con violencia y peligro; es patente, desde Párpados azules (2007), la cualidad del director de abrir estos espacios cerrados, pasos a desnivel, puentes de peatones, una forma de realismo poético.
Quizá inspirado un tanto en el cine de Tsai Ming-liang (El agujero, por ejemplo), Cosas imposibles incluye ciertos números musicales, muy a la mexicana, fantasías que liberan tensión con mucha ironía; Contreras gira un tanto el recurso y lo integra de manera suave, sin ruptura, como si estos cantantes fuesen parte natural de esos espacios urbanos, o del transporte público.