Beisbol

Charros de Jalisco, un proyecto exitoso con pleitos internos

Creado hace siete años, el equipo de beisbol Charros de Jalisco ha sido un éxito deportivo y financiero. Sin embargo, en 2020 estalló un conflicto interno por un mal manejo de 73 millones de pesos en dos años.
sábado, 27 de marzo de 2021 · 15:01

Creado hace siete años, el equipo de beisbol Charros de Jalisco ha sido un éxito deportivo y financiero. Sin embargo, en 2020 estalló un conflicto entre quien hasta octubre último fungió como presidente del consejo de administración, Salvador Quirarte, y Armando Navarro, quien con otros nueve socios posee 73% de las acciones. Éstos cuestionan a Quirarte el mal manejo de 73 millones de pesos sólo durante 2018 y 2019, mientras él acusa a Navarro de despojo por no entregarle 16% de las acciones que prometió venderle.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La disputa por 16% de las acciones del club de beisbol Charros de Jalisco provocó un pleito entre Salvador Quirarte, uno de los socios y quien se dice despojado, y un grupo de otros nueve accionistas que encabeza Armando Navarro, quienes a su vez lo acusan de haber cometido malos manejos por al menos 73 millones de pesos, aprovechándose de su cargo como presidente del consejo de ­administración. 

Por un lado, Quirarte asegura que Navarro se comprometió en octubre de 2017 a entregarle ese 16% a más tardar en octubre de 2019. Como prueba de ello enseña un contrato de promesa de compraventa con el que pretende obligarlo en los juzgados a que respete el acuerdo.

Navarro aclara que el origen del conflicto radica en que los nueve socios mencionados mandaron hacer una auditoría que puso al descubierto que durante 2018 y 2019 Quirarte los estuvo timando, por lo que lo denunciarán penalmente para que devuelva al menos 25 millones de pesos que utilizó de manera indebida. 

Navarro y Quirarte se asociaron en 2014 para que renaciera la franquicia de los Charros de Jalisco, equipo que entre 1990 y 1995 formó parte de la Liga Mexicana de Beisbol (LMB). Ese último año, Navarro vendió el equipo al empresario Alfredo Harp Helú y desde entonces se convirtió en los Guerreros de Oaxaca.

Nueve años después, Quirarte y Navarro coincidieron para revivir el club en Guadalajara, ahora en la Liga Mexicana del Pacífico (LMP). 

Navarro tenía el registro de la marca Charros de Jalisco y Quirarte era amigo del entonces gobernador Aristóteles Sandoval, quien aceptó poner 50 millones de pesos del erario estatal para remodelar el estadio de atletismo de los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011, que se convirtió en un parque de beisbol.

El empresario sinaloense Jaime Castro puso en venta la franquicia de los Algodoneros de Guasave, quienes para la temporada 2014-15 de la LMP se convirtieron en los Charros de Jalisco, porque Quirarte pagó poco más de 25% del costo, mientras que los socios pagaron el resto.

En siete años los Charros de Jalisco han sido protagonistas en el beisbol invernal. En la campaña 2018-19 obtuvieron su primer título, pero en enero de 2020 estallaron los problemas entre los socios. 

En entrevista con Proceso, Navarro cuenta que el conflicto comenzó cuando dos de los socios, Carlos Calo Valenzuela (de la empresa Desarrollo y Creación de Infraestructura, S.A.P.I. de C.V.) y Leonardo Placencia (propietario de Centro Mueblero Placencia, S.A. de C.V.) recibieron quejas por parte de un grupo de proveedores –entre ellos las marcas de uniformes y equipamiento deportivo UDI y Arrieta– porque los Charros les debían dinero.

Desde que nació el equipo, el responsable de administrarlo y operarlo fue Quirarte. Él era la única cara visible. Navarro sólo aparecía en los días de los juegos, y en las asambleas de la LMP fungía como presidente deportivo. 

Navarro asegura que, ante las quejas, Valenzuela y Placencia le pidieron cuentas a Quirarte. 

Solicitaron que se realizara una auditoría, pero Quirarte sólo les dio largas, hasta que Placencia logró que un contralor entrara casi por la fuerza para auditar los años de 2018 y 2019, que escogió como muestra para revisar. El resultado fue que los estados financieros que habían recibido eran falsos. 

“Le dijimos: ‘La ropa sucia se lava en casa. Esto es fácil, rinde cuentas y el dinero que falte lo pagas con acciones o como sea, no pasa nada’. Esto fue interno hasta finales de enero, cuando él hizo una asamblea donde me dio por presente y yo no estuve. Teníamos que dar un aviso público de que no respondemos por lo que él haga. Por eso esto salió a la luz. Lo convocamos a la conciliación y a que repare el daño. Todo lo demás que diga sobre las acciones y que yo no he aportado la marca es una cortina de humo.

“Las diferencias contables de esos dos años, según la auditoría, son 73 millones de pesos. De ahí habrá muchas cosas que él pueda justificar. Insisto: son diferencias contables, no faltantes, quiero ser muy honesto. Lo que buscamos es reclamar judicialmente que se regrese a los Charros el dinero que él no pueda acreditar”, explica Navarro.

Pero Quirarte tiene otra versión de la historia. Asegura, también en entrevista con Proceso, que el pleito se inició cuando a raíz de la pandemia bajó la intensidad de sus actividades. Entonces recordó que Navarro no había hecho entrega de la marca Charros de Jalisco a cambio de lo cual, según dice, recibiría 11% de las acciones del club.

Quirarte insiste en que durante meses pidió a Navarro que aportara la marca, pero lejos de eso lo que comenzó, asegura, fue una embestida por parte de Navarro con otros socios para acusarlo “falsamente” de malos manejos financieros. 

“Durante seis años trabajé 14 horas al día y por estar muy ocupado no le di importancia a que entregara la marca ni a que me devolviera ese 16% que es mío. Yo le pedí que me guardara esas acciones porque en su momento, por cuestiones fiscales, no sabía si ponerlas a mi nombre o al de mis hijas y dejé que pasara el tiempo.

“Llegó la pandemia y me puse a ordenar pendientes. Me senté con Navarro y le dije que hiciera la aportación de la marca. Inicialmente me dijo que sí, pero la marca ya tiene un problema. En 2014 tenía un valor; siete años después, con el éxito de los Charros, ya vale más y cuando haga la aportación hay que pagar un ISR muy alto. Ahí empezó el viacrucis. Armando me dijo: ‘Dame más acciones’. La gota que derrama el vaso es la llegada de Mariachis de Guadalajara (uno de los dos equipos de expansión que jugarán en 2021 en la LMB) porque Carlos Valenzuela hijo es el dueño y quiere aprovechar toda la infraestructura de Charros para su nuevo proyecto”, revela Quirarte. 

Las acusaciones

Lo cierto es que a partir de octubre del año pasado la información del pleito entre socios se dispersó mediante una serie de rumores. El grupo de nueve socios convocó a una asamblea que se celebró el 9 de septiembre. En ella, Quirarte fue destituido como presidente del consejo, sin su presencia, y los accionistas se erigieron como un grupo que tiene 73% de las acciones –Quirarte tiene 25.5%; su hermano Álvaro, 0.75%, y su amigo de toda la vida Juan Carlos Rendón, otro 0.75%– de la empresa llamada Juegos y Espectáculos, S.A. de C.V., una de muchas que a su vez dependen de Holding Deportiva de Jalisco, S.A. de C.V., poseedora de la franquicia Charros de Jalisco. 

Juegos y Espectáculos, S.A. de C.V., por su parte, tiene la concesión del estadio de beisbol. 

Quirarte lanzó en la prensa una publicación para “desconvocar” a la asamblea del 9 de septiembre. Así, durante la temporada 2020-21, que comenzó en octubre y terminó en enero, todos los socios guardaron silencio mientras el equipo disputaba los juegos del calendario regular y luego los playoffs, donde fue eliminado.

La guerra entre las partes alcanzó su punto más álgido el 3 de febrero, cuando Quirarte convocó a una rueda de prensa para exigir que Navarro aporte la marca. También anunció que cuenta con una resolución de un juez federal que invalida la asamblea “espuria” del 9 de septiembre y advirtió a los patrocinadores y proveedores que no firmen nada con el grupo de socios. 

En respuesta, el 11 de septiembre el grupo de los nueve acusó, documentos en mano, a Quirarte de realizar 43 transferencias por 6 millones de pesos a una empresa que es propiedad de sus familiares directos (Empresa Mexicana de Tabasco), a la que también se le hicieron préstamos entre 2017 y 2020, de los cuales no han sido devueltos 3.4 millones de pesos.

A otra empresa (Controladora de Kioscos), cuyas dueñas son las dos hijas de Quirarte, éste le autorizó pagos por 3.2 millones de pesos por el servicio “análisis de mercado”. Otros 12 millones de pesos en mercancía de los Charros de Jalisco salieron del club para dicha empresa, sin que haya registro de un pago.

También revelaron que Quirarte abusó de la confianza de los socios al autoasignarse un salario mensual de 100 mil pesos y al haber usado la tarjeta de crédito corporativa para gastos personales entre 2018 y 2020, con un daño a las finanzas del club por 5.3 millones de pesos.

De igual manera, acusaron a su socio de transferir desde las cuentas bancarias de los Charros de Jalisco, y sin aval del consejo de administración, 3.2 millones de pesos para patrocinar al club de basquetbol Astros de Jalisco que es propiedad de Quirarte.

De acuerdo con el acta constitutiva de la empresa Holding Deportiva de Jalisco, desde el 27 de abril de 2016 la distribución accionaria de los Charros de Jalisco es la siguiente: 

Luis Armando Navarro Peña (26%), Jorge Arturo Navarro Peña (1%), Salvador Quirarte Villaseñor (25.5%), Álvaro Quirarte Villaseñor (0.75%), Juan Carlos Rendón Mora (0.75%), Guillermo Salles Alvo (2.5%), Gerardo José Rejón y Ruiz Velasco, líder empresarial priista y socio de la exgobernadora de Yucatán Ivonne Ortega (2.5%); Desarrollo y Creación de Infraestructura, S.A.P.I. de C.V. (5%), Centro Mueblero Placencia, S.A. de C.V. (2.5%), Passa Administración y Servicios S.A. de C.V., de Raymundo Gómez Flores, exsenador priista, dueño de camiones Dina y de la harinera Minsa, entre otras empresas (3%); Arturo Blanco Díaz, dueño de la empresa Potosinos (5%); y Chic, Accesorios, S.A. de C.V., del casinero Isaac Ganón (25.5%). 

El 16% en disputa es vital para definir si Quirarte es el socio con mayor número de acciones, pues en lugar de contar con 27% (las suyas, las de su hermano y las de su socio y amigo) subiría hasta 43%. 

En tanto, Navarro en lugar de tener 27% (las suyas y las de su hermano) bajaría a 11%, que es la cifra que Quirarte asegura que pactaron en la primera reunión que tuvieron en 2014, cuando decidieron asociarse. El 11% correspondía a la aportación de la marca, asegura. Desde el punto de vista de Quirarte, como Navarro no aportó la marca, ni siquiera es socio. Eso lo peleará en los juzgados, advierte. 

“Es un documento sin validez”, ataja Navarro sobre el contrato de compraventa de acciones. “Salvador sabe que cualquier transmisión de acciones tiene que ser avalada y firmada por todos los accionistas (de hecho, eso está plasmado en el documento). A mí con algunos cuentos me dijo eso de 16% de acciones y fue una promesa de hacerlo, pero sólo si está de acuerdo la totalidad de los socios. Nadie firmó de conformidad, entonces ese documento no tiene ningún valor. 

“Luego, sale con lo de la marca. ¿Quién la usa? El equipo. Es una cortina de humo para no acatar la verdad: que rinda cuentas. Dice que hicimos una auditoría a modo; bueno, que traiga él a un auditor. Ahí está la factura del dinero que le dio a su equipo de basquetbol. Él ordenó a contabilidad que hiciera el traspaso del dinero. Ese es el problema de fondo. Somos los socios dueños de 73% de las acciones contra él, que tiene 27%. Tenemos la razón nosotros hasta por sentido común.”

–¿Qué pasará si no paga lo que pretenden que devuelva? –se le pregunta a Navarro. 

–Vamos a intentar tomar sus acciones, embargarlas para pagarnos con eso. La verdad es que no tenemos interés en que deje de ser socio. Nadie lo quiere quitar. Tiene todos sus derechos. El 15 de diciembre prácticamente ya teníamos un acuerdo y él seguía siendo socio, si aclara las cuentas, porque él delante de nosotros reconoce lo que hizo. Me mandó decir con una persona que quiere comprarnos el equipo. Primero que pague y luego hablamos de venderle.

“Todos confiamos ciegamente en él. Yo estuve grave, hospitalizado, y jamás toqué un centavo ni me paraba en el estadio más que para los juegos. Eso lo saben todos. Ningún proveedor o patrocinador negoció un peso conmigo. Él manejó el equipo, aunque yo fuera el administrador general. Lo dejamos hacer y deshacer porque confiábamos en él y abusó de la confianza. Lo que decimos ahora es que él no tiene capacidad para administrar. Hizo cosas buenísimas en Charros y se las agradecemos, pero ya no debe administrar. Le encontramos puras desviaciones (del dinero) descaradas. En la nómina estaba hasta el personal de su casa, de su rancho, sus choferes. Todo lo pagaba Charros.”

Por su parte, Quirarte dice que cada año él vendió 150 millones de pesos en patrocinios, de los cuales 120 millones servían para operar el equipo. El remanente (cerca de 190 millones de pesos), durante seis años, se reinvirtió en el equipo, por eso ningún socio de los Charros de Jalisco ha recibido utilidades.

Además Quirarte insiste en que le están reclamando gastos que reconoce, pero que fueron para atender necesidades del equipo, de los jugadores y de los propios socios, a quienes trataba a cuerpo de rey. 

Por ejemplo, señala que por concepto de boletos y uso de los palcos los socios que le reclaman tienen adeudos con el club por más de 10 millones de pesos y que la empresa de Carlos Valenzuela (Dynamica) fue contratada para hacer todas las remodelaciones del estadio de beisbol y, por ende, se ha beneficiado del dinero que generan los Charros de Jalisco. 

Al respecto, Navarro reitera: “Pagando se acaba la bronca. Es lo único que queremos: que nos pague lo que se demuestre que tomó. Como socios no tuvimos ningún beneficio. Nadie ha recibido un solo peso de los Charros y eso que la empresa es todo un éxito. Nosotros ya tomamos la administración y tratamos de sacar la temporada que acabó sin recibir un peso de taquilla, ni de cerveza ni los ciento y tantos millones que él dice que vendía. Logramos operar como pudimos. Bueno, a Jaime Castro le pagó el equipo en tres años cuando debió haberlo hecho en tres meses. Un día me lo dijo Jaime, que tres años lo trajo a las vueltas”.

–¿Cómo se dieron cuenta tanto tiempo después de lo que hizo?

–Ahí nace el problema. Nos invitaba a todos los socios a hacer las asambleas en San Diego. Nos llevaba a comer a un restaurante, después era la asamblea y cuando empezábamos a ver los estados financieros y las preguntas difíciles nos decía que tenía boletos para llevarnos al juego de los Padres. Pues órale, vamos. Salíamos del beis y nos íbamos a cenar. Al día siguiente, en la junta, desayunábamos. O sea, no eran asambleas: íbamos a eventos sociales.

“Como todos los socios son empresarios poderosos, menos yo, no les interesaba tanto que les repartieran utilidades porque creían ciegamente en lo que Salvador decía. Era un encantador de serpientes, así nos cuenteaba. Tiraba muchísimo dinero en San Diego y así nos tenía, hasta que llegó el momento que Calo Valenzuela y Placencia dijeron: ‘No salen las cuentas’.

“Es cuando yo abro los ojos. Le reclamé que agarró el dinero de los Charros para su equipo de basquetbol. En julio le escribí en WhatsApp: ‘Me has decepcionado, te di toda la confianza’, pero cuando se siente atrapado él cambia la conversación y nunca dice nada de lo que se le pregunta”, concluye Navarro.  

Reportaje publicado el 21 de marzo en la edición 2316 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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