Cultura

Desaparecido, el mural de García Bustos sobre la herbolaria

En el 20 aniversario de su creación, se desconoce el paradero de cinco frescos que abordan la historia de la medicina moderna realizados por el legendario grabador y muralista Arturo García Bustos.
sábado, 4 de diciembre de 2021 · 18:26

“Nadie sabe nada”, parafraseando el título de la obra teatral de Vicente Leñero. En este caso se trata de cinco paneles con temática de la historia de la medicina nacional, que el representante de la Escuela Mexicana de Pintura hizo para los laboratorios Glaxo Smith-Kline en el año 2000. La hija del creador, la arquitecta Rina García Lazo, dio a conocer los pormenores de la búsqueda, desde que la farmacéutica iba a cambiar de sede.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- En el 20 aniversario de su creación, se desconoce el paradero de cinco frescos que abordan la historia de la medicina moderna realizados por el legendario grabador y muralista Arturo García Bustos (1926-2017).

Se trata de La herbolaria, la farmacopea y los avances de la medicina moderna en México (2001), obra constituida por cinco paneles murales de 2.5 metros cuadrados cada uno, y que hasta el año pasado se encontraban situados en la parte exterior (aunque cubiertos) de las oficinas de la compañía farmacéutica Glaxo Smith-Kline, ubicadas en Calzada México-Xochimilco 4900, colonia San Lorenzo Huipulco, en la Ciudad de México.

Se alcanzaban a ver desde la calle, a través de unas rejas.

Los laboratorios hoy. Desmontaje. Foto: Eduardo Miranda

La obra monumental, además de sus méritos artísticos propios, cobra especial relevancia por varios aspectos: no sólo porque cumple dos décadas de haber sido creada por el discípulo de Frida Kahlo (uno de “Los Fridos”, junto con Fanny Rabel, Arturo Estrada y Guillermo Monroy) y uno de los representantes de la Escuela Mexicana de Pintura, sino por su temática (en el segundo año de la histórica pandemia por el covid-19 que azota al mundo). Además, por su referencia a la herbolaria, que actualmente se debate en el Congreso para reformar la Ley General de Salud en materia de Medicina Tradicional y Complementaria (Proceso 2346).

En los murales se representa también la medicina prehispánica, haciendo un recuento por sucesos y personajes hasta llegar a los más recientes avances de la medicina, la ciencia moderna y la farmacopea (hacer o elaborar medicamentos).

Los detalles de la obra se ofrecen en el volumen Arturo García Bustos. En el espacio mágico del muralismo mexicano (2014), editado por la Dirección General de Publicaciones cuando aún formaba parte del entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), ahora Secretaría de Cultura.

El libro recoge sendos textos del historiador Miguel León-Portilla, otro del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, del rector de la UNAM José Narro Robles, del crítico de arte Ricardo Pérez Escamilla y del primer secretario cultural del país, Rafael Tovar y de Teresa, entre otros que reflexionan sobre la trascendencia del artista nacido en la Ciudad de México.

García Bustos (entre cuya creación se encuentran los murales de la escalera principal del Palacio de Gobierno de la ciudad de Oaxaca) realizó en el año 2000, por encargo del laboratorio, La herbolaria, la farmacopea y los avances de la medicina moderna en México. Todavía se encontraban hasta mediados del año pasado en las instalaciones de Glaxo Smith-Kline, empresa de origen británico con filiales en distintos partes del mundo.

El paradero

Rina García Lazo –única hija del “frido” y la también muralista Rina Lazo (1923-2019), discípula a su vez de Diego Rivera–, refiere a Proceso que hacia finales de 2020 se retiraron y que desconoce su paradero.

Arquitecta de profesión, García Lazo explicó que a principios del año pasado la contactaron de los laboratorios para consultarla sobre qué podrían hacer con la obra, pues éstos se mudarían de sede, al parecer a oficinas en la Torre Mítikah (en construcción), en los límites entre las alcaldías Coyoacán y Benito Juárez:

“Ellos habían tenido una comunicación con mi madre bastante cordial; cuando me contactaron me comentaron que no sabían qué hacer con ellos debido a que se mudarían de oficinas. Primero los puse en contacto con el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam), y aunado a eso tengo entendido que los visitó una empresa especializada en traslados, Córdoba-Plaza.

“Incluso me comentaron de la posibilidad de vender la obra, porque se ve que alguien se los valuó –a un precio muy bajo por cierto–, y cuando les comenté que tendrían un valor mucho mayor, invaluable diría yo, les sugerí que también podrían donarlo”.

El Cencropam a su vez, a través de la Dirección de Difusión y Relaciones Públicas del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), respondió a Proceso mediante un documento escrito. En él se menciona que, en efecto, acudieron a la revisión de la obra a petición de García Lazo, “en carácter de asesoría”, a una reu­nión en donde se discutió la posibilidad de la movilidad de los frescos:

“La revisión de la obra fue realizada por especialistas del Taller de Mural del Cencropam y se observó que se encuentra en buen estado de conservación y, por la técnica constructiva, es posible su traslado en caso de ser requerido. El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura está en posibilidades de apoyar, con profesionalismo, el traslado de la obra a un nuevo destino, sí así se considera necesario.”

Sobre la posible donación, la heredera de García Bustos refirió haber sugerido que se considerara a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a la cual ella misma acudió:

“La gente de la universidad me comentó que necesitaban someter a consejo la decisión.”

Posteriormente, de Glaxo solicitaron documentación, aceptando que se trasladara ahí. En la UNAM incluso se discutió la posibilidad de que tuvieran como sede la Facultad de Medicina, pero de un momento a otro Glaxo dejó de contestar. Explicó la arquitecta:

“Pasó un tiempo y, al buscar de nuevo a la persona con la que había tenido contacto, me comentó que ya no trabajaba ahí; me atendió un ingeniero, pero la comunicación decayó. De ser muy amables y cordiales, simplemente ya no tuve respuesta, dejaron de contestarme.”

Proceso buscó contactar a Glaxo Smith-Kline ante la posibilidad de visitar los murales; sin embargo la comunicación fue hermética desde la recepción, y aunque se enviaron correos electrónicos y se contactó vía telefónica al ingeniero Luis Aguilar –con el que García Lazo tuvo su última comunicación–, éste refirió que “no era la persona indicada para comentar al respecto” y pidió un tiempo para dar mayores detalles, pero al cierre de esta edición no ha habido respuesta.

Por otra parte, la UNAM, a través de su departamento de Bienes Artísticos y Culturales, declinó ofrecer mayores detalles sobre los diálogos en torno a la recepción del mural, y vía Comunicación Social respondió escuetamente que, como “no se oficializó ni se llegó a nada, ni en la intención ni en la donación, la UNAM no tendría nada que decir al respecto”.

Al respecto, García Lazo comentó:

“Desde un inicio las personas de la UNAM fueron muy amables y receptivas con la idea de la donación; primero pensaron que la obra podría trasladare a la antigua Escuela de Medicina en el Centro Histórico (conocida como Palacio de la Inquisición), y después a la Facultad de Medicina en Ciudad Universitaria. Glaxo de alguna manera dio el visto bueno, pero de un día a otro todo se paró porque los laboratorios dejaron de responder.”

Sin embargo, concedió:

“El mural es de Glaxo y de eso no hay duda.”

Si bien mostró su temor:

“Si retiraron el mural sin el apoyo de especialistas, me da pavor pensar que pudieran haber tenido algún accidente, porque a final de cuentas ni ocuparon la ayuda del Cencropam ni de la empresa especializada.”

Y reiteró:

“Me preocupa porque son cinco páneles murales y sería lamentable que se hubieran dañado, valdría la pena saber en dónde quedaron. Sólo espero que estén bien, que estén protegidos, y si decidieron que se quedaban con ellos ojalá estén en un lugar decoroso y digno.” 

Reportaje publicado el 28 de noviembre en la edición 2352 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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