Festival de Cine de Guanajuato
Sueños y desencantos de América Latina
El fotógrafo y director bonaerense Martín Weber se llevó el triunfo en la sección Largometraje México, con un documental donde registró durante tres décadas esperanzas y anhelos que albergaron en sus corazones habitantes de medio centenar de ciudades de ocho países, desde Argentina a México.El fotógrafo y director bonaerense Martín Weber se llevó el triunfo en la sección Largometraje México, con un documental donde registró durante tres décadas esperanzas y anhelos que albergaron en sus corazones habitantes de medio centenar de ciudades de ocho países, desde Argentina a México. El cineasta explica a Proceso cómo la realidad rebasó las ensoñaciones de la gente, trocándolas muchas veces en decepción y utopía al pasar de los años, cuando regresó para concluir Mapa de sueños latinoamericanos.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El fotógrafo y cineasta argentino Martín Weber ha empleado 30 años de su vida en el proyecto fotográfico y fílmico Mapa de sueños latinoamericanos, por lo que recorrió 53 ciudades de Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Guatemala, México, Nicaragua y Perú para captar la realidad de la región.
Primero retrató con su cámara analógica a la gente con un pequeño pizarrón, donde escribieron sus sueños desde 1992 hasta 2013, publicando en 2018 un libro homónimo con más de 100 fotos en blanco y negro.
Años después regresó, cámara de video en mano, para buscar a los personajes que había retratado con el pizarrón y ver qué había pasado con ellos, creando el documental de 91 minutos Mapa de sueños latinoamericanos… Es el que acaba de ganar mejor documental en la sección Largometraje México de la 24 edición Internacional del Festival de Cine de Guanajuato (GIFF), efectuado del 17 al 26 de septiembre en León, San Miguel de Allende e Irapuato.
Weber, nacido en 1968 en Santiago de Chile –“pero mis padres son argentinos”–, no pudo asistir al festival, por lo que cuenta en entrevista telefónica que el objetivo del libro y la cinta (concluida en 2019) es darle voz a las personas:
“En la primera etapa del proyecto deseaba generar un espacio donde ellos contaran sus historias, que por lo general son invisibles, al ojo y la cámara, al preguntarles su sueños o su deseos. En 2010, cuando ya habían pasado casi 20 años de los primeros sueños en foto, me pregunté cómo habían cambiado sus sueños tanto a nivel individual como colectivo, es decir, ¿qué había pasado, qué los impactó? No con la idea de medir entre éxito y fracaso, esa no fue la intención, sino para pensar por qué a veces hay una distancia tan grande en nuestro continente entre expresar un sueño y la posibilidad de que éste se realice.”
Con esa premisa, regresó para ver lo sucedido, y anexa:
“En el largometraje están las personas que participaron en el proyecto original, y se sumaron testimonios de quienes dan cuenta de lo que significaba ese sueño desde el momento que fue expresado, hasta después de cinco, siete, 10, 15 o 20 años. A algunos no los encontré, pero son otros quienes de alguna manera ayudan a reconstruir este contexto.”
Mapa de sueños latinoamericanos, apoyado por Eficine (México), INCAA (Argentina) y Sørfond (Noruega), abarca varios temas: dictaduras, personas desaparecidas, pobreza, tortura, revoluciones, migraciones, exclusión, injusticia y violencia. Weber mezcla las fotos fijas que tomó inicialmente con las filmaciones de los personajes a quienes logró encontrar y de otras personas que conocieron a los que escribieron sus sueños. Algunos de los deseos que se leen en el pizarrón que portan los personajes son, entre otros:
“Que la necesidad no perturbe nuestros sueños.”
“Mi deseo es ver preparados a mis hijos para afrontar los problemas de desempleo.”
“Yo quiero ser poeta.”
“Ayudar a mis hijos que están en Estados Unidos a pagar su deuda al coyote.”
“Que los militares que mataron a mi hijo de 10 años no vuelvan más.”
“Tener la memoria de cómo mi viejo desaparecido vivía sus sueños.”
“Mi sueño es morirme.”
El filme ha obtenido, en 2020, Mejor Documental en Cinelatino en Rencontres de Toulouse (Francia), Mejor Documental en Seattle Latino Film Festival (EU), Mejor Largometraje Documental Internacional en el Festival Ícaro (en varios países de Centroamérica) y Mención Honorífica en Brasilia International Film Festival (Brasil).
Los productores son el mismo Weber, la argentina Paula Zyngierman, los mexicanos Yadhira Mata y Julián Baños, Arne Dahr & Finn McAlinden de Noruega, Jack Zagha & Yossy Zagha de México, y Owen Smith de Estados Unidos. La música es del argentino Gustavo Santaolalla (Rompan todo), dos veces ganador del Oscar por Secreto en la montaña de Ang Lee, y Babel de Alejandro González Iñárritu.
Recobrar testimonios
Los padres de Weber salieron de Argentina después de la Noche de los Bastones Largos, el desalojo que efectuó la Policía Federal Argentina en cinco facultades de la Universidad de Buenos Aires el 29 de julio de 1966.
Se trasladaron a Chile, donde radicaron hasta 1971, para luego irse a Boston, EU. En Argentina Weber estudiaba la secundaria, donde discutía con sus amigos la revolución nicaragüense que en ese momento sucedía:
“Me di cuenta que lo único que hacía era repetir información de lo que leía, nunca había estado en Nicaragua ni conocía gente que hubiera estado ahí. En general, la mayoría de las imágenes que llenaban mi cabeza eran producidas por europeos y estadunidenses. Ahí me surgió la idea de recobrar testimonios directos y no que yo hablara por otros.”
Estudió en la Universidad de Buenos Aires y completó su formación en el International Center of Photography de Nueva York; participó en residencias para artistas en Suecia y Estados Unidos. A finales de los ochenta, comenzó a desarrollar series fotográficas que publicó en varios libros. Su obra ha sido expuesta en el Getty Museum de Los Ángeles (2017), el Festival de Cortona, Italia (2014), el Museo Nacional de Bellas Artes y el Benzacar de Buenos Aires (2002 y 2011), el angelino The Project Gallery (2004), en Nueva York (2000 y 2002), y en The Photographer’s Gallery de Londres (2003). Hoy reparte su vida entre Buenos Aires y Los Ángeles.
Para tomar las fotos en las ocho naciones que escogió, tramitó becas y otros apoyos financieros. Primero efectuó una ardua investigación; luego, con ayuda de periodistas, grupos de derechos humanos y ONG decidió visitar lugares, a los cuales fue acompañado por ser peligrosos. Weber narra entusiasmado:
“Mapa de sueños latinoamericanos lo inicié a principios de los noventa, no existían ni redes sociales ni celulares con cámaras, no había la posibilidad de que las personas pudieran contar sus historias fuera de lo que eran los medios masivos de comunicación. Además, en ese tiempo estaban muy frescos dos aspectos: el hecho de que muchos de nuestros países acabábamos de recobrar, digamos, la democracia y la libertad de expresión, y el que estaban todavía bastante fuertes esos movimientos latinoamericanistas que nos llevaron a preguntar: ¿qué compartimos? En lo personal me cuestioné: ¿cuánto es lo que poseemos en común y qué es lo que nos diferencia?
“Esos ocho países es casi la mitad de los que nos constituye como Latinoamérica, me parecieron representativos por la cultura y la etnicidad, por su situación sociopolítica y sus procesos revolucionarios. La idea fue, entonces, elegir pueblos y ciudades, donde acontecimientos específicos de cada uno de esos países nos hubieran definido en los últimos años. Tratamos de encontrar distintas voces, de entender que la ‘verdad’ no está en un solo lugar, sino que la construimos entre todos, y es una construcción que debe ser cuestionada al mismo tiempo.”
Acentúa que el libro y el largometraje “ofrecen preguntas, mas no respuestas”.
Durante la etapa del regreso a filmar a las personas, menciona, “ellos son los que reflexionan qué pasó con su deseo individual y los sueños de sus comunidades y su país”. Le sorprendió que estuvieran dispuestos a participar en la película y la enorme capacidad de elaboración y articulación de sus propias historias:
“En la cinta hay frases que me dejan la piel de gallina por lo crudas, igual por lo reveladoras y tan sintéticas, las cuales logran de alguna manera cristalizar una situación. En Brasil, un joven de una favela menciona que él no se iría de ese lugar, pero entiende que muchos se quieran ir. Señala que 70% de sus amigos están enterrados ahí...”
Weber no es de los que creen que “al barrer hay que echar todo bajo la alfombra”, sino de enfrentar los problemas, porque “hay que ver las condiciones que seguimos replicando”:
“No podemos esperar distintos resultados si aplicamos las mismas fórmulas, pero al mismo tiempo se debe rescatar la enorme resiliencia de la gente. El filme ofrece una realidad cruda, pero también situaciones inspiradoras. Es importante ver cómo hay un espíritu de sobreponerse con una enorme fuerza, además preguntarnos de dónde venimos, dónde estamos y a dónde queremos ir. Esta energía que todos ponemos de un lado o del otro sería mucho más fructífera si uno encontrara un camino en común y dejara de tener tantos enfrentamientos. La idea es encontrarnos todos en nuestra humanidad, de entender que somos parte de un tejido que, desgarrado o no, se puede reconstituir.”
La productora mexicana
En la parte de México, Weber aborda la migración hacia Estados Unidos que realizan los llamados polleros, y el movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Se le pregunta por qué si nació en Chile no se incluye esa nación en el proyecto:
“No aparecen muchos países, pero no porque no quisiera… Cuando digo que fueron 20 años, es que la primera etapa fue de muchísimo trabajo y duro conseguir los recursos, lo mismo con la película; pero sí… Chile quedó fuera no por decisión a propósito, sino que se hizo lo que se pudo.”
El documental es una invitación “a ponernos en el lugar del otro”:
“La película arranca con una pelea de gallos. Es como un manifiesto de no convertir el sufrimiento ajeno en un espectáculo. El largometraje atraviesa situaciones muy críticas, que me mueven, me hacen reflexionar.”
Para Weber, “lo importante es sentarse a escuchar testimonios directos que te confronten contra estas construcciones de izquierda y derecha, las cuales son categorías que se han quedado pero debemos reformular para reinventar una nueva manera de hacer la política, y creo que ahí sí es una responsabilidad de todos.”
Yadhira Mata, de Cien Cine, conoció a Weber y a su productora Paula Zyngierman en 2013, y se vieron en la similar de noruega, Sørfond. Narra:
“Nos invitaron a un pitch market (mercado de lanzamiento). Yo me enamoré del proyecto fílmico en cuanto llegó a mis manos. Martín posee una sensibilidad muy particular para con sus personajes. Detecta cierta intimidad. De las fotografías que tenía, su productora y él empezaron a efectuar una selección, y cuando el proyecto llegó a nuestras manos en México, realizamos una nueva selección. Él ya había empezado a filmar en Argentina.”
Durante una charla en Irapuato, enfatiza que fueron justo las historias las que le llamaron la atención por tratarse de “relatos muy estremecedores”. Ahonda:
“América Latina está unida por una realidad devastadora. El sueño de una madre colombiana es recuperar los restos de su hijo muerto por los paramilitares, y en Nicaragua es muy parecido: una señora quiere saber dónde falleció su hijo que peleó contra la dictadura. En Brasil una mujer fue torturada y su papá perteneció al régimen de la dictadura. El documental habla de toda la transformación que hemos tenido durante décadas y cómo las cosas están empeorando. Es muy triste, pero es de lo que se debe hablar también a manera de una denuncia.”
Para Mata, mexiquense nacida en 1976, resulta trascendental “tomar las voces de las personas que no pueden alzar la voz de otra manera, y también de eso se trata el documental, reflejar, exponer, hacer demasiado evidente la problemática”. Señala metafóricamente:
“Intentamos alzar la mano, poner un foco. Queremos que este documental circule, que lo vea la gente que participó. Años después no lograron sus sueños, otros están en proceso… Hay una tremenda decepción también, como el señor que con su familia vende ataúdes en Nicaragua. Él fue revolucionario contra la dictadura de Somoza, su esposa ayudó a los fugitivos que estaban también en contra de la dictadura y la derrocaron, pero las cosas no han cambiado.”
Productora asimismo de películas de ficción, Yadhira Mata concreta:
“Mapa de sueños latinoamericanos es un gran logro. Desde que lo conocí, el documental me pareció revelador, muy entrañable.”