Acaba de aparecer la edición facsimilar de Viento entero, uno de los más conocidos y hermosos poemas de Octavio Paz, publicado hace casi medio siglo. Hoy lo edita el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Es una pequeña joya bibliográfica que ningún lector interesado en la poesía debe perderse.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Las ediciones facsimilares tienen siempre un aire de reliquia: son, sin serlo, objetos venerables. Para quienes no podemos darnos el lujo de padecer esa costosa adicción llamada bibliofilia, el facsímil es nuestra oportunidad más cercana de tener entre las manos maravillosos y raros ejemplares de obras legendarias, como el Perseo vencido, de Gilberto Owen, que el Instituto Nacional de Bellas Artes reprodujo hace diez años siguiendo en todo la edición hecha en 1948 por la peruana Universidad de San Marcos, o como Muerte sin fin, de José Gorostiza, cuya primera edición (realizada por Rafael Loera y Chávez en 1939) fue duplicada fielmente por la Secretaría de Relaciones Exteriores en el 2001.
Quizá no a todo mundo le parezca necesario o importante conocer ese tipo de obras como las conocieron sus primeros lectores, pero quienes además del aprecio por la obra en sí –el contenido– sienten curiosidad e interés por la historia de esa obra y desean ver cuáles eran sus características físicas –el continente–, saben que la edición facsimilar es un modesto tesoro, pero tesoro al fin y al cabo.
Ahora el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes pone a circular, por medio de su Dirección General de Publicaciones, un facsimilar de Viento entero, el poema con el que Octavio Paz celebró su reencuentro con Marie-José Tramini en 1964, después de lo que parecía una separación definitiva.
Paz conoció a Marie-José en 1962, en la India, durante una recepción diplomática. Hubo una poderosa corriente de atracción entre los dos. Ella era muy joven, pero ya era esposa de un funcionario de la embajada francesa. Volvió con su marido a Francia sin dejar a Paz el menor dato de su paradero.
Pasó el tiempo. En un breve viaje a París para arreglar asuntos en la editorial Gallimard, él se alojó en el Hotel Pont-Royal, en el número 7 de la calle Montalambert. Pagaba la cuenta de su alojamiento en la recepción del hotel cuando volvió la vista y, a través de uno de los ventanales, vio pasar a Marie-José. La alcanzó en la calle. Ambos vieron en ese azar un signo definitivo. La fatalidad de la atracción dio paso a la libertad de la elección. Ella se divorció, regresó a la India y no volvieron a separarse.
Pero ése es sólo uno de los hechos que el poema celebra.
“Viento entero” es un término marítimo para referirse a cualquiera de los cuatro vientos correspondientes a los puntos cardinales (norte, sur, este, oeste) o a uno de los cuatro puntos intermedios entre estos (noreste, noroeste, sureste y suroeste). Son vientos que soplan con fuerza e hinchan las velas y ayudan a que las naves lleguen a buen puerto. En este caso cabe conjeturar que el viento entero al que Paz alude en el título es el que llega desde el Este y lleva a la pareja de amantes que protagoniza el poema en un viaje que comienza con la salida del sol en el oriente (la luz que acaba de nacer) hasta el crepúsculo (“soles destazados”) y la “noche de yerbas que andan sobre los muertos”.
Todos los espacios y los tiempos conviven en el poema de manera simultánea. Los siglos XVIII, XIX y XX. Los amantes se encuentran al mismo tiempo en Asia y en Europa. El poeta que escribe es un hombre enamorado, azorado ante el mundo y un niño que sueña.
Ese viaje los hace atravesar juntos “los cuatro espacios los tres tiempos”, como dice uno de los versos, siempre sobre el eje de una misma fecha: el 21 de junio, solsticio de verano en el hemisferio boreal, “día del comienzo”, propicio para el matrimonio y la fertilidad, en que se disfruta del mayor periodo de luz del calendario, momento especialmente apto para cosechar la miel de las colmenas, tras el cual el primer plenilunio es llamado, por extensión, “luna de miel”.
Se ha dicho muchas veces, con razón, que Paz fue un gran viajero.
Viento entero es fruto de un viaje por carretera desde Nueva Delhi a Kabul, capital de Afganistán, y de allí hasta Kunduz, ciudad al norte de ese país, cerca de la frontera con Tajikistán.1 Un total de dos mil seiscientos kilómetros (ida y vuelta) que Octavio Paz y Marie-José recorrieron a solas. De acuerdo con las fechas que Paz apunta al final del poema (del 21 de junio al 6 de julio de 1965) el poema fue redactado a lo largo de quince días en el trayecto de Kabul a Kunduz (trescientos kilómetros).
Hoy una jornada similar sería imposible. En aquellos años Kabul, por ejemplo, era una ciudad cosmopolita, en la que una tienda de ropa británica como Marks & Spencer tenía cabida. Cincuenta años más tarde Kunduz se había convertido en un bastión talibán.
De cualquier manera, aun entonces, aun en la calidad de embajador que Paz ostentaba, un viaje de esa naturaleza era arriesgado, y dice mucho del espíritu audaz de la pareja, que como ocurre a todos los viajeros también enfrentaron momentos de angustia.
Mientras transitaban por una de esas increíbles carreteras que los afganos han trazado al borde de algún desfiladero –como la de Jalalabad– en las que la belleza del paisaje va aparejada con la peligrosidad del camino, el auto se descompuso, y se quedaron varados un largo rato. Su situación era delicada, no sólo porque corrían el riesgo de ser asaltados, sino porque en la región la temperatura baja tanto por la noche que quien queda a la intemperie puede sufrir indeciblemente.
Tras unas horas apareció un camión con una veintena de hombres. Marie-José se ocultó donde pudo y los hombres ayudaron a echar a andar el coche. “Llegaron cantando. Cantando ayudaron a arreglar el carro y cantando se fueron”, recuerda Marie-José. Por fortuna, toparon con gente noble.
Ese espíritu de vitalidad y audacia permea el poema, que abre nuevas perspectivas en la obra de Paz. No por el uso simultáneo de tiempos y planos, recurso que ya había empleado en Himno entre ruinas (siguiendo al Guillaume Apollinaire de “Zona”, que de un verso a otro pasa de una calle de París a un mercado de Marsella a una posada de Praga, y al José Juan Tablada de “Nocturno alterno”, que funde mediante una sola luna la noche de Nueva York y la de Bogotá), sino por la amplitud y hondura de la mirada que despliega para asir una realidad distinta, tan distinta de él como la mujer con la que viaja y a la que contempla hechizado, idéntica al paisaje, alma, motor del mundo. Es la mirada con la que comienza a gestarse otro de los más célebres poemas de Paz: Blanco.
Con absoluto tino señala Guillermo Sucre que Viento entero es un “Libro de la fascinación y también de una felicidad profunda: traduce una suerte de mística del cuerpo y del lenguaje, del espacio y del tiempo.” 2
El facsimilar que ahora se pone al alcance de los lectores reproduce el ejemplar número 27 de un total de 197 ejemplares impresos en octubre de 1965. Si se considera que buena parte de ellos circuló fuera de México, entre amigos europeos, asiáticos, latinoamericanos y estadunidenses de Octavio y Marie-José Paz, es fácil calcular que sólo la mitad o menos llegó a nuestro país, y que hasta ahora poquísimas personas han tenido la suerte de ver la hermosa edición de 24 páginas impresa con tipos Perpetua de 24 puntos que él preparó con la colaboración de Om Parkash, propietario de The Caxton Press.
Acompañan la reproducción del libro cuatro textos: una “Nota general” de Paz acerca del poema (bastante distinta de las notas que redactó cuando Viento entero se incluyó en el conjunto de Ladera Este), descubierta por Eliot Weinberger entre los papeles del poeta Paul Blackburn3 y presentada por el propio Weinberger (constante y siempre acertado traductor de Paz); un extenso y bien informado ensayo de Conrado Tostado –“Jardines para Viento entero– que sitúa muy bien el poema dentro de la trayectoria vital de Paz y explica de manera detallada muchos puntos cuya comprensión permite disfrutar mejor el poema, y un epílogo de Eduardo Vázquez Martín en el que hace un sucinto recuento de la biografía de Paz.
Aunque quizá Viento entero no es uno de los poemas que la crítica considera entre las cimas de la obra de Octavio Paz, es un poema de veras entrañable, lleno de luz y color, de versos maravillosos como
Hoy comienza el verano
Dos o tres pájaros
Inventan un jardín
que han de acompañar al lector de manera definitiva. ¿Es exagerado decir que se trata de una epifanía? Cuando uno lo lee siente que sopla en la página el viento entero de la poesía.
_______________________
1 Según lo asienta Eusebio Rojas Guzmán en Reinvención de la palabra (La obra poética de Octavio Paz), Costa Amic Editores; México, 1979, p. 22.
2 Guillermo Sucre: “La fijeza y el vértigo”, pp. 47-72, Revista Iberoamericana, núm. 74, enero-marzo de 1971; Universidad de Pittsburgh, Pennsylvania, EE.UU. El ensayo de Sucre es una de las mejores lecturas del conjunto de poemas que Paz escribió inspirado por la India.
3 Paul Blackburn (1926-1971) hizo una excelente versión en inglés de Viento entero, y su traducción del título es también muy buena: Wind From All Compass Points.