Opinión
El despido de Pablo Gómez
La presidenta Sheinbaum no está libre de culpa; al asumir el cargo no lo removió, a pesar de que eran evidentes la inoperancia de la institución y la incapacidad del nombrado.Por ironías de la vida, el expediente que encumbró a Pablo Gómez Álvarez y que lo llevó a ocupar cargos públicos ahora lo abate: su antiimperialismo. Su pensamiento no se actualizó; se anquilosó. No quiso admitir lo evidente: que México, por la negligencia de AMLO, pasó a ser satélite de la potencia del norte. En otras palabras: se convirtió en una colonia.
La Unidad de Inteligencia Financiera, por la naturaleza de las funciones que tiene encomendadas, debió investigar e intercambiar la información que recababa con nuestro principal socio en seguridad y patrón en todo lo demás: Estados Unidos. Al parecer, por cuestiones ideológicas, no lo hizo o no lo realizó en la medida en que las autoridades de ese país esperaban.
A Pablo Gómez Álvarez, por razón de su discurso antiimperialista, le era difícil aceptar que tenía que colaborar e intercambiar información con las dependencias responsables del combate al lavado de dinero en la nación del norte. Al parecer no lo hizo y ellas, aparte de quejarse, lo pusieron en evidencia y, seguramente, presionaron para que fuera despedido.
¡Cuándo él, un antiimperialista y antiyanquista vitalicio, iba a colaborar con el imperio más detestable!
Desde un principio se veía que Pablo Gómez no llenaba el perfil que era necesario para ocupar la titularidad de la Unidad de Inteligencia Financiera. Aunque economista, gran parte de su vida se la pasó agitando y medrando como legislador.
La culpa del mal nombramiento recae en AMLO; éste, para todos los cargos dentro de su administración, aun los técnicos y especializados, lo hacía en función de la fidelidad a su persona; enseguida, por existir razones de índole política que así lo indicaban, sin importar que el nombrado tuviera o no capacidad para ocuparlo y si la dependencia funcionaba o no de manera adecuada. La presidenta Sheinbaum no está libre de culpa; al asumir el cargo no lo removió, a pesar de que eran evidentes la inoperancia de la institución y la incapacidad del nombrado. En su descargo hay que reconocer que Sheinbaum no tenía el poder político para hacerlo, ni mediaba la presión de las autoridades norteamericanas para que lo hiciera.
Como desconocedor de la materia, el señor Gómez supuso que en la dependencia: UIF que se le confió, podía nadar de a muertito, tal como lo ha venido haciendo la señora Rosario Piedra Ibarra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Se equivocó.
La nueva posición que se confirió a Pablo Gómez es un expediente al que se recurrió para disfrazar su despido. Un hombre identificado con la izquierda, pero incapaz de desempeñar la responsabilidad que le había sido confiada, no podía ser despedido tan pronto; en los Estados Unidos de América se exhibieron a instituciones de crédito que supuestamente lavaban dinero para el crimen organizado y que él nunca detectó, o si lo hizo no compartió la información, o no lo en la medida de lo esperado. Al separarlo había que cubrir las formas y no dejarlo totalmente desocupado.
Tal como se ha venido informando, la llamada reforma electoral ya está hecha y se halla en el Congreso de la Unión; por ello la responsabilidad que se le confía es una función meramente simbólica; con ella se disfraza su despido. Prueba de que la iniciativa ya está elaborada es el hecho que Ricardo Monreal se ha opuesto a parte de ella. A la iniciativa existente, por la intervención de la comisión que presidirá el señor Gómez, tal vez sí se le quiten algunas comas; no más.
Algunos auguran que Pablo Gómez, en la nueva misión que se le confía, a como dé lugar tratará de destruir las pocas instituciones electorales independientes que aún se conservan; que es de esperarse que más pugne por destruir la democracia que en consolidarla; su pasado totalitario indica que su acción se encaminará a consolidar un estado absolutista. Nada que ver con un sistema de libres e imparciales elecciones o un Congreso de la Unión autónomo e independiente. La comisión nombrada no tiene razón de ser; tampoco existe fundamento jurídico (arts. 73 frac. XII y 126 constitucionales).
Se maneja la versión de que con el despido de Pablo Gómez la presidenta Sheinbaum se quitó un lopezobradorista de hueso colorado y que, al nombrar a alguien del equipo de Omar García Harfuch, se afianza en el Poder y, de paso, se fortalece la presencia política del secretario de Seguridad y que lo hace en detrimento de Andy, el hijo del “mejor presidente que ha tenido México”.
Vuelvo a insistir: los de izquierda tendrán que admitir que llegaron al Poder en el momento menos oportuno para su causa: cuando ocupa la presidencia de los Estados Unidos de América uno que no admite que en México alguien le salga con un discurso antiimperialista, nacionalista, de defensa de la soberanía, y con base en ello pretenda detener su acción intervencionista. A base de aranceles y amenazas Trump los ha hecho entrar en razón o, lo que es lo mismo, a aceptar ser domesticados y, por ello, estar sometidos.
Esos de izquierda están sufriendo en carne propia las regañadas que el Imperio es capaz de dar a todo el mundo, con excepción de China y Canadá. Trump se atreve a tronarle los dedos a Rusia, Ucrania, Israel, la India y a otros países. ¿Por qué razón México iba a estar a salvo?
Alguien, en el estado de Chiapas, pudiera no estar nada contento al ver que uno, que no es su subordinado y que además no se apellida López, haya salido fortalecido con la salida de Pablo Gómez; ese alguien debe de estar molesto al observar cómo, una a una, se van cayendo sus piezas. En el caso de Andy, esa pieza no se cayó, más bien nunca estuvo de pie. No levantó.