josé gil olmos
Trump y su estrategia imperialista
En un mes si Trump considera que no se ha cumplido el compromiso, ordenará el aumento de impuestos a los productos mexicanos, lo cual tendrá impactos negativos ahora y en los próximos años.A los pocos días de tomar posesión Donald Trump hizo oficial la imposición de aranceles de 25% a las exportaciones de México y de Canadá a Estados Unidos a partir del sábado 1 de febrero 2025, sin que se pueda evitar. Mientras que a China un 10%, todo en el contexto de una supuesta crisis de fentanilo y migrantes.
La amenaza se emplazó un mes este lunes tras la conversación de la presidenta Claudia Sheinbaum con Donald Trump, pero bajo ciertas condiciones: que México refuerce con 10 mil elementos de la Guardia Nacional la frontera norte de manera inmediata para evitar el tráfico de drogas, sobre todo de fentanilo; y que Estados Unidos realice operaciones para evitar tráfico de armas a México.
Se acordó trabajar en equipo sobre los temas de seguridad y comercio y poner una pausa de un mes en la imposición de aranceles o impuestos a los productos mexicanos.
La amenaza, sin embargo, se mantiene viva y con ella la preocupación de empresarios e inversionistas de México que envía 83% de sus exportaciones al mercado estadunidense.
En un mes si Trump considera que no se ha cumplido el compromiso, ordenará el aumento de impuestos a los productos mexicanos, lo cual tendrá impactos negativos ahora y en los próximos años.
Pero más allá de esta decisión unilateral es claro que la estrategia de Trump tiene un perfil imperialista y como tal sus ambiciones son ampliar su territorio de control y, al mismo tiempo, imponer sus reglas comerciales pretextando amenazas de seguridad nacional con el consumo de fentanilo en su país, que ha generado más de 100 mil muertes de personas adictas y la migración de millones de personas, sobre todo de latinoamericanos.
Esa estrategia imperialista se observa con la idea de cambiar el nombre de Golfo de México a Golfo de América, con las claras intenciones de apropiarse de las reservas de petróleo que hay en el subsuelo marino ahora que ha dicho que dicho que será su fuente principal de energía.
En ese mismo tenor imperialista está el recuperar el control del Canal de Panamá, con la intención de intervenir ese paso estratégico de comercio mundial por el cual atraviesan mercancías de todo el mundo.
Este estrecho del continente americano es un punto de rivalidad comercial entre Estados Unidos y China, de ahí una de su enorme importancia estratégica.
Poco le importa a Trump el costo que tendrá para sus gobernados el aumento en los precios que importa de México, Canadá y China. Según él, con el tiempo sus gobernados serán beneficiados con el impulso que espera tener su economía con la renovación de su industria de tecnología, automotrices y comerciales.
En el caso del comercio que tiene con México, el manufacturero, particularmente lo relacionado con la industria automotriz, es el sector de mayor exportación por lo que la aplicación de aranceles a componentes de vehículos para el transporte de personas y mercancías puede incrementar sus precios finales en Estados Unidos.
Le siguen el sector de las computadoras y equipo eléctrico, componentes eléctricos, maquinaria y productos agrícolas. Según cifras de la Administración de Comercio Internacional de Estados Unidos en los primeros 11 meses del año pasado, las ventas de mercancías de México a ese país sumaron 466 mil 626 millones de dólares.
Trump está dispuesto a asumir el precio que tendrá para su país la guerra comercial que ya desató desde el primer día que se sentó en la silla presidencial. Aunque hable con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, nada cambiará sus planes. En todo caso, será desde los propios ciudadanos, empresarios e inversionistas de su país donde haya una reacción a sus planes imperialistas.
Por cierto... Piezas fundamentales de esta estrategia imperialista de Trump son los barones del mundo digital, encabezados por Elon Musk, el empresario multimillonario detrás de Tesla, SpaceX y dueño de Twitter. Los dueños de las principales plataformas digitales son quienes forman la primera línea de combate de Trump, pero eso será hasta cuando les convenga porque al fin al cabo son empresarios.