Carlos Martínez Assad

Golán. La muerte en un campo de futbol

Los drusos del Golán viven en paz preservando su identidad a 60 años de la de la ocupación, y aunque se considera territorio ocupado por Israel, apenas algo más del 25% de sus habitantes cuenta con pasaporte israelí.
miércoles, 4 de septiembre de 2024 · 05:00

El Golán es una parte elevada de tierra entre Líbano, Siria e Israel, pero este país lo ocupó luego de la guerra de 1967 y lo anexó ilegalmente, según la ONU, en 1981, contando con el apoyo de Estados Unidos, que con el presidente Trump la declaró parte de la soberanía de Israel. Del territorio de 1 mil 800 kilómetros, 1 mil 200 permanecen bajo la ocupación y la pequeña parte llamada Granjas de Sheba ha sido motivo de constantes disputas con Líbano, que lo reclama como propio. Ese reclamo auspició el posicionamiento de Hezbolá que, formado por las mismas fechas de la anexión, hizo de su recuperación motivo de su reclamo para la soberanía de Líbano. Enfrentamientos fronterizos habían llevado a la ocupación de Israel de parte del territorio libanés hasta el río Litani en 1978 y al término se estableció la FINUL, las fuerzas de la ONU, para salvaguardar la seguridad de una frontera tan frágil. En 1982 una nueva invasión a Líbano por Israel en 1982 buscó erradicar a la OLP de Yasser Arafat, y Hezbolá logró se devolviera parte del territorio reclamado por Líbano.

Desde las Alturas de Golán puede verse el lago llamado Tiberiades en la tradición cristiana que los judíos identifican como Quineret en el territorio del actual Israel. Es receptor de las aguas que escurren desde los picos nevados del Monte Hermón y de la cordillera de Monte Líbano, enorme riqueza debido a las tierras que irriga y el agua para la vida cotidiana. Por esa razón el Golán es un territorio tan disputado, sólo que la población mayoritaria es drusa. Un pueblo que se avecindó hace siglos, se dice que procedente de Egipto y traía consigo influencia de la cultura helénica. Convivió con los más de 300 mil sirios que vivían allí hasta que fueron expulsados en 1967. Los drusos practican una religiosidad monoteísta abrahámica que agrega al esoterismo rasgos del islam que, sin embargo, lo considera herético. En Líbano sus aldeas se intercalan con las de los maronitas y su cercanía no ha evitado los enfrentamientos, siendo los más agudos los de la segunda mitad del siglo XIX, azuzados por las guardias del sultán.

Los drusos del Golán viven en paz preservando su identidad a 60 años de la de la ocupación, y aunque se considera territorio ocupado por Israel, apenas algo más del 25% de sus habitantes cuenta con pasaporte israelí; viven allí más o menos 23 mil sirios y 24 mil colonos judíos en asentamientos semejantes a los de Cisjordania.

Funciona como su capital Majdel Chams, donde se encuentra su mayor centro religioso y habita la mayoría de la población. El 27 de julio último, después de las seis de la tarde, cuando un grupo de niños y adolescentes jugaba futbol, un misil mató a 12 de los jugadores, convirtiendo la cancha en cementerio. La noticia de la masacre dio la vuelta al mundo y evidentemente estaba vinculada a la guerra que desde hacía cerca de diez meses se mantenía entre Hamás e Israel, en la cual se ha involucrado Hezbolá desde el sur de Líbano.

Cancha de futbol donde murieron los 12 niños. Foto: Maya Alleruzzo/AP.

Por razones estratégicas de la milicia armada liderada por Hasan Nasrallah, que el gobierno de Líbano no ha logrado controlar, decidió apoyar a Hamás con un hostigamiento diario a la frontera norte de Israel y recientemente cambió su estrategia para apuntar sus disparos hacia el Golán ocupado, que el gobierno de Siria ha presenciado complaciente. Por supuesto, la primera reacción fue criticar el incremento del número muertes de niños que se suman a los de Gaza. Israel de inmediato acusó a Hezbolá de haber provocado la matanza, y de inmediato Hezbolá mostró fotos para intentar demostrar que no partió de Líbano el cohete que provocó la tragedia. Siria acusó igualmente a Israel de haber lanzado el tiro mortal.

Aunque fue considerada la posibilidad de un desvío accidental como parte de los daños colaterales que traen consigo las guerras, y porque no había motivo en Hezbolá para lanzar ese ataque a una población civil y tampoco Israel lo catalogó como resguardo de armas. Sin ningún interés en la contienda, las encuestas ya han indicado que el cien por ciento de los drusos no está de acuerdo con la guerra que se libra en Gaza. El primer ministro Benjamin Netanyahu decidió visitar Majdel Shams dos días después, para contrarrestar las acusaciones y fue recibido con gritos de repudio acusándolo como criminal de guerra por el asesinato de niños apenas a 250 kilómetros del lugar.

La resistencia contra la ocupación ha tomado un nuevo impulso porque los residentes drusos se identifican como sirios pese a todo lo que ha hecho Israel para impedir los colegios privados y controlar la educación que enseña a los niños la historia oficial de los drusos, pero no su situación actual y el futuro que quieren. Parte de las tierras donde se producen manzanas, uvas y cerezas ha sido tomadas por los colonos quedándose con las fuentes de agua. En ciertos periodos se permitió salir a realizar estudios a Damasco, lo cual resulta cada vez más difícil y es debido a la mediación de clero que una decena de estudiantes drusos pueden viajar cada año a Damasco.

La vida cotidiana resulta muy complicada, algunos artesanos pueden vender sus mercancías incluso en la vieja Jerusalén y son, por lo general, muy apreciadas, pero la vida no es fácil, tal como lo demuestran algunas películas de éxito que han logrado exhibirse internacionalmente. La novia siria de Eran Riklis (2004) transcurre precisamente en Majdal Shams, se prepara la boda de Mona que ha aceptado casarse con un profesional sirio por lo que deberá renunciar a su familia para radicar en Damasco y nunca volver a verla, pasando la frontera no habrá forma de regresar.

Netanyahu. Repudiado en Majdel Shams. Foto: Ohad Zwigenberg/AP

En un territorio cercano, en la árida frontera del sur de Líbano con Israel acontece lo que podría ser la leyenda de El papalote (2004), de Ramda Chahad-Sabbag. Allí, en el pueblo de Deir Minas, los niños drusos vuelan sus papalotes en un alarde nacionalista porque ostentan la bandera roja y blanca con el portentoso cedro verde de Líbano, para colocarse por encima de la barda que separa de Israel. El drama es el del enamoramiento de una joven drusa libanesa de un vigía también druso, pero del lado de Israel. No es difícil imaginar que la historia no tendrá buen fin.

La identidad drusa se ha reforzado y las condiciones impuestas por Israel son rechazadas, ahora en las manifestaciones de los lugareños las banderas israelíes escasean, las sirias son desplazadas y ondean las banderas drusas.

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