Carlos Martínez Assad

Líbano, frontera de guerra

La narrativa impuesta es que ambas milicias están compuestas por locos radicales, pero se olvida que el objetivo que ya no se menciona es el de acabar con la ocupación de Israel sobre sus territorios.
lunes, 30 de septiembre de 2024 · 12:52

Luego de un ataque de Israel sobre Dahiye, en el sur de la ciudad de Beirut, el sábado 28 de septiembre último Hezbolá anunció la muerte de Hassan Nasrallah, el secretario general de la milicia. Fueron derribados seis edificios y entre los muertos hay varios de sus lugartenientes, así como civiles sin relación alguna con la organización. 

La estrategia comenzó en los días previos, como ahora queda claro. Se creyó que la incursión aérea del 22 de septiembre pasado por el mismo emplazamiento fue tan brutal que pudo considerarse la última que Israel ejercía para vengar el impacto de un proyectil de Hezbolá sobre la base militar del importante puerto de Haifa, el día previo. Junto con otras incursiones semejantes en los barrios periféricos de Beirut, se pueden contar 600 muertos. 

Aunque las incursiones continuaron en los días siguientes y aparte de la visible destrucción de infraestructura, resulta imposible contar a los muertos y heridos. 

La escalada había iniciado con la doble ola de explosiones de bípers y talkies-walkies usados por personas cercanas a la milicia; no ha logrado aclararse la instancia que causó ese acto terrorista, sólo semejante a las minas dispersadas por los países en guerra después de las contiendas, causantes de muertes y mutilación de cualquiera ser humano o animales que tienen la mala fortuna de sólo tocarlas. Imaginemos lo que puede ser el estallido de un artefacto que se lleva adherido al cuerpo de forma cotidiana. Y el Alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, declaró ante el Consejo de Seguridad que el derecho internacional prohíbe el uso de artefactos explosivos que pasen por objetos inofensivos. Y dándose por aludido el representante de Israel, afirmó: “Haremos todo lo posible para atacar a esos terroristas”.

El ministro israelí de la Defensa, Yoav Gallant, dijo: “El centro de gravedad de la guerra se ha desplazado hacia el norte”, es decir, se creyó que sólo al sur de Líbano, pero la aviación israelí ha dejado caer bombas más al norte, incluso en los pueblos fundamentalmente cristianos. Es claro que el Ejército de Israel va con todo si tomó la determinación de enviar a su frontera con Líbano a la división 98 compuesta por entre 10 y 20 mil efectivos, según el Times of Israel. La división tiene en su historia haber participado cercando los campos de palestinos refugiados de Sabra y Chatila entre el 16 y 18 de septiembre de 1982, aliada con los Kataëb –formada por los cristianos conservadores de Gemayel– que buscaban una alianza con Israel cuando Ariel Sharon, como Ministro de la Defensa, le puso cerco.

Nasrallah. Incertidumbre tras su asesinato. Foto: Vahid Salemi / AP

Y aunque Hassan Nasrallah, el líder de Hezbolá, retaba a Israel a una invasión por tierra, éste ha optado que su aviación continúe bombardeando los pueblos de los musulmanes chiitas que han dado su apoyo a esa organización, sin importar los daños colaterales, ni de paso golpear a los civiles, incluidos los de los pueblos cristianos.

El asedio de Israel a Gaza, luego del asalto de Hamas del 7 de octubre del año pasado, que dejó una estela de sangre y violencia así como cientos de secuestrados israelíes, encontró en la milicia libanesa de Hezbolá otro frente de guerra. 

La narrativa impuesta es que ambas milicias están compuestas por locos radicales, pero se olvida que el objetivo que ya no se menciona es el de acabar con la ocupación de Israel sobre sus territorios.

Su alianza se fue reforzando durante la guerra desproporcionada que dura un año, sin que se atiendan las propuestas de alto al fuego que se dieron desde el comienzo de la contienda hasta formar parte de la normalidad. 

Ni las intervenciones de la ONU ni de los países de la Unión Europea han tenido efecto para poner fin al conflicto. Al contrario, cuando parece que no hay nada más para destruir en Gaza, aunque sigue con los bombardeos, el ejército de Israel se desplaza a Líbano para, según su narrativa, neutralizar a Hezbolá, que insiste en mantener el constante envío de roquetes y misiles contra blancos militares en la frontera norte de Israel. Los dirigentes israelíes se han expresado en el sentido de que volverán al Líbano a la edad de piedra, que ya están cumpliendo con la destrucción  

De nuevo aparece la misma trampa narrativa de golpear a la población palestina de Gaza, identificada con el brazo armado de Hamás y en el límite, porque se escuda en ella; lo mismo sucede con Hezbolá, al confundir arbitrariamente a esta milicia con el país Líbano. Pero resulta que los libaneses ya han expresado su desacuerdo para participar en la guerra en Gaza y en contra de que su país se involucre en una contienda más amplia que se está desarrollando.

Los atentados con bíters. Foto: AP Photo/Hussein Malla

Ambos partidos han trascendido en occidente más por razones bélicas, por las arrogantes declaraciones de sus líderes y por estar subvencionados por Irán, que por las acciones sociales que realizan debido a la ausencia del Estado y que les han dispensado las simpatías de los poblados donde operan, tales como ofrecimiento de servicios de salud y establecimientos de escuelas que no sólo educan a los niños, sino que les proveen de lo necesario para su bienestar. Eso explica el entramado social que les apoya, lo cual tiene fuertes fundamentos teóricos de cómo operan las sociedades y recuérdense lo acontecido en países donde han operado las guerrillas. 

Emplazar a Líbano es parte de la guerra en Gaza y hacerlo cuando se hablaba de un alto al fuego entre Hezbolá e Israel, que gestionaban Francia y Estados Unidos, con el aparente acuerdo de Irán, a Netanyahu le resultaba muy conveniente mantener ese frente de guerra cuando el próximo 7 de octubre se cumple un año del asalto de Hamas, sin que se haya esclarecido totalmente la nula y en todo caso, tardía reacción de las fuerzas de seguridad cuando ocurrió. Pero dio un paso más allá con el asesinato de Hassan Nasrallah generando más incertidumbre y obstruyendo el camino hacia la paz porque está visto que no es con las armas como se construye. Israel, Palestina y otras naciones lo demuestran en las historias que han vivido y lamentablemente no parecen tener fin. 

          

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