Carlos Martínez Assad
Haniye o la muerte sin permiso
Las muertes de tantos líderes y jefes militares palestinos lo único que han demostrado es la continuidad de un conflicto sin fin.En los capítulos de sangre que se viven todos los días en Medio Oriente se busca que los asesinatos selectivos tengan las consecuencias de más impacto; el periodista israelí Ronen Bergman ha documentado más de dos mil 300 operaciones con ese fin, según su libro Rise and Kill First (2018). Todo apunta a que el de Ismail Haniye es uno de ellos. El jefe del buró político de Hamás fue asesinado en Terán el 31 de julio pasado, luego de asistir a la toma de posesión del nuevo presidente de Irán, Massoud Pezeshkian. Resulta aún inexplicable que no se hubiese podido controlar un sitio tan estratégico como la residencia del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica en la que siempre se alojaba sin colaboración desde el interior.
No se ha podido constatar la forma en que se dio la operación, pero de inmediato la sospecha cayó sobre Israel, que ha guardado silencio. No es para menos, si apenas el día anterior la incursión de su aviación en el sur de Beirut había liquidado a Fouad Shukr, uno los líderes centrales de la milicia de Hezbolá. En relación con Hamás, el 2 de enero Israel había liquidado del mismo modo a Saleh el-Arouri, adjunto de Haniye, y con ese mismo procedimiento se realizó el que acabó con la vida de Mohsen Fakhrizadeh en 2020, uno de los más reconocidos científicos responsables del programa nuclear iraní.
Luego entonces, las sospechas sobre la responsabilidad de Israel en el asesinato de Haniye no resultaban infundadas. La nueva versión de su muerte la proporcionó el periodista judío por más de 25 años Elon Perry, y con una experiencia de 28 años como soldado de élite de la Brigada Golani del Ejército de Israel, aparecida en el diario The JC (5 de agosto de 2024). Afirmó que el procedimiento fue puesto en práctica por el Mosad, a través de la infiltración con al menos dos miembros de la Guardia Revolucionaria. En la acción se habría colocado una bomba debajo de la cama destinada al líder que fue operada desde las inmediaciones, y aunque el gobierno iraelí no ha dicho una palabra sobre su participación, las credenciales de Perry hacen factible la versión.
El procedimiento sería en la práctica el mismo ya aplicado y lo importante es saber en beneficio de quién o de qué grupo se ejerció el crimen. Son varias las lecturas posibles: 1.- El descarrilamiento de las negociaciones para poner un alto al fuego en Gaza, ya que Haniye fungía como enlace entre Hamás y la Autoridad Palestina con Israel, con la mediación de Egipto y Catar. 2.- Considerado entre los moderados (si alguien puede serlo en alguno de los bandos), Haniye podría encabezar el posible Estado palestino, dada su relación con los palestinos de Gaza y Cisjordania. Esto se refuerza con su intervención en la reforma de la carta política de Hamás de 2017, en la que se asentó como objetivo: “la creación de un Estado palestino soberano e independiente ... en las fronteras del 4 de junio de 1967 ... como fórmula de consenso nacional”.
Ese planteamiento es profundamente político y alejado de las declaraciones ideológicas que desvían el más importante objetivo de los palestinos. Haniye tenía la popularidad de un personaje avalado por Hamás en las elecciones de 2006 en Gaza, algo que en ese momento fue considerado imposible pero sucedió. Dejó pasmados a los observadores y críticos de todas partes la realización de un proceso democrático realizado allí donde apenas en 2005 se habían desmantelado los asentamientos judíos –en su mayoría ortodoxos– aceptando a regañadientes una decisión del primer ministro israelí Ariel Sharon. Fue un proceso difícil porque incluso debió evitar el cumplimiento de amenazas terroristas de los expulsados y la condición fue la destrucción de todas las viviendas construidas y de la infraestructura: fábricas, talleres e instalaciones hidráulicas en los 21 asentamientos.
Por lo tanto, en un tiempo récord se organizaron unas prometedoras elecciones, en las que Hamás compartió brevemente el gobierno con la Autoridad Palestina, ganando varias plazas del Consejo Legislativo, que llevó a Ismail Haniye al cargo de Primer Ministro, mientras Mahmoud Abbas conservaba el de presidente. Llegaba revestido de los años que vivió en una cárcel israelí, por los cargos que se le imputaron de su participación en actos terroristas. Las divisiones internas le obligaron separarse del cargo, aunque continuó ejerciendo sus funciones para terminar al cabo de unos años refugiado en Catar. Su popularidad seguramente influyó para la intención de desacreditarlo de parte de Estados Unidos que lo llamó “terrorista global”. Su sino también fue trágico con la pérdida varios de sus familiares, sólo en abril en el contexto de la guerra que dura 10 meses, perdió a tres de sus hijos y cuatro nietos en un bombardeo israelí en un campo en Gaza.
3.- La liquidación de Hamás, su muerte es la segunda de la organización de la Franja de Gaza, él era el encargado del buró político del territorio gazatí, con la actividad que realizaba desde Doha, aunque el control en la Franja lo ejercía Yahya Sinouar; el otro líder ya asesinado fue Saleh el-Arouri, quien fungía como el representante de Cisjordania. Por su parte, Khaled Mechal es el representante de la diáspora palestina, por lo que su actividad la realiza desde el exterior.
Se especuló que sería éste el sustituto de Haniye, pero el grupo radical islámico optó por Yahya Sinouar, el jefe de las Brigadas de Ezzeldin Al-Qassam, concentrando en la misma persona el brazo armado y el político. Lo cual resulta un golpe bajo para Israel porque es el más buscado por atribuírsele la organización del asalto del 7 de octubre de 2023 y el que ha mantenido la resistencia desde los túneles de Gaza. Liquidarlo sería desmantelar a Hamás dejándola sin su actual dirección.
Se trata de un panorama incierto, porque este nuevo periodo no apunta sino a más de lo mismo, porque las muertes de tantos líderes y jefes militares palestinos lo único que han demostrado es la continuidad de un conflicto sin fin. Todavía queda la vía de la negociación, muy difícil dadas las posiciones radicales y la escasa sensatez de ambas partes.