Antonio Salgado Borge

¿Presidenta Harris?

Kamala Harris ha tenido una poderosa irrupción en escena. Sin embargo, todavía tiene mucho camino por delante. Recordemos debido al funcionamiento del Colegio Electoral, en Estados Unidos no es necesario ni suficiente ganar el voto popular para ser presidente.
martes, 30 de julio de 2024 · 05:00

Kamala Harris será la candidata del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos. Su inminente postulación ha generado un fenómeno sin precedente: de la noche a la mañana los demócratas se han convencido de que pueden ganar, e incluso arrasar, a Trump y los republicanos. Atrás quedó la sensación de una inevitable derrota anunciada.

La pregunta obligada es si el sentimiento que ha invadido al partido demócrata está justificado. Y es que, a menos de 100 días de las elecciones, las encuestas disponibles todavía muestran a Trump como puntero en la carrera por la presidencia.

Para responder a esta pregunta, empecemos notando que la emoción de los demócratas tiene una base inmediata.

El ascenso de Harris ha representado una evidente inyección anímica para su partido. Los demócratas estaban instalados en un fatalismo derivado de un largo y lento declive de las posibilidades de Joe Biden. No hace falta gran sagacidad para concluir que, de mantenerse como candidato el actual presidente, su partido no iba a llegar a ningún lado.

Kamala Harris ofrece una nueva oportunidad. Prueba de ello es la irrupción espectacular en el terreno de las redes sociales. Mucho se ha hablado de la viralización de memes basados en videos antiguos de la demócrata bailando o riendo de sus propias bromas. Estas imágenes, que en el pasado habían sido utilizadas por sus rivales para presentarla como poco seria, han sido resignificados positivamente por las personas más jóvenes. 

A ello hay que sumar las encuestas difundidas, que muestran una mejora relevante de las posibilidades del Partido Demócrata desde que Kamala Harris se apuntó para reemplazar a Joe Biden como candidato. Para ser claro, no hay encuesta alguna que indique que, de ser hoy las elecciones, los demócratas mantendrían la presidencia. Sin embargo, es evidente que el despegue de Trump se ha detenido y que Harris es quien tiene ahora la tendencia ascendente.

Aunque es muy pronto para determinar si este fenómeno se mantendrá o será decisivo, su existencia ha hecho sonar las señales de alarma en el círculo trumpista. 

Hace apenas un par de semanas, el Partido Republicano celebró una convención en medio de un ámbito marcado por el exceso de confianza y el triunfalismo. Y no era para menos. Las encuestas le favorecían, la mayoría del electorado estaba preocupado por la edad de Biden, y las actuaciones del presidente se encargaron de mostrar que estas preocupaciones estaban sobradamente fundadas. Trump estaba preparado para enfrentar a un rival octogenario, débil y poco combativo. 

Ahora ese expresidente se muestra irritable, agresivo y exasperado ante la necesidad de adaptar su estrategia para enfrentar a una mujer más joven, combativa y con carisma.

Kamala Harris ha tenido una poderosa irrupción en escena. Sin embargo, todavía tiene mucho camino por delante. Recordemos debido al funcionamiento del Colegio Electoral, en Estados Unidos no es necesario ni suficiente ganar el voto popular para ser presidente. Lo que se requiere es ganar un número de estados suficientes para alcanzar 270 votos en ese organismo.

En realidad, son siete los estados en juego. Por una parte, están los estados del llamado “rust belt”:  Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Por el otro, los del “sun belt”: Arizona, Carolina del Norte, Georgia y Nevada. Aunque existen distintas combinaciones que podrían llevar al Partido Demócrata a la presidencia, con Biden como candidato la apuesta era por ganar el primer grupo de estados. 

Trump. Despegue contenido. Foto: Alex Brandon / AP 

En una lectura positiva, la eventual candidatura de Harris, apoyada marcadamente por personas negras y latinas, podría abrir la puerta a triunfos en estados del segundo grupo que parecían imposibles para Biden.

Sin embargo, dado que el número de votos electorales que corresponden al “rust belt” es mayor, los Demócratas muy probablemente necesitarán ganar en al menos uno de esos estados. Biden, un hombre blanco, moderado y nacido en Pensilvania, parecía ideal para apelar a los electores de esa región; esa fue la apuesta principal detrás de su candidatura en 2020. Pero está por verse si Harris, una mujer biracial que hizo su carrera en California podrá lograrlo.

Me parece que el optimismo demócrata tiene un fundamento que no ha sido lo suficientemente reconocido: la capacidad autodestructiva de sus rivales.

Y es que, ante el surgimiento de Kamala Harris, Donald Trump y el partido que ha secuestrado tenían sobre la mesa dos opciones principales. La primera era moderarse. Esta estrategia conservadora implicaba reconocer la atracción que su rival tiene entre las personas jóvenes, latinas o negras, pero intentar perder los menos votos posibles cortejando a estos sectores del electorado. Pero, sobre todo, evitar que estos grupos se galvanicen y salgan masivamente a votar en favor de Harris.

La segunda opción era pisar el acelerador y radicalizarse. Esta estrategia implicaba intentar arrollar a su nueva rival, tal como lo hicieron exitosamente con Biden. 

Desde luego, la selección de esta estrategia radical implica encontrar nuevas líneas de ataque: claramente la edad, la senilidad y la debilidad atribuidas al actual presidente no son aplicables a Harris. Y es fácil ver que para un grupo de personas sexistas y racistas, lo más natural es atacar con base en asuntos raciales, sexuales o de género. 

Trump y el Partido Republicano ya han insinuado su disposición a revolcarse en esa pila de estiércol. Y es que, todo parece indicar, no se contendrán de utilizar ataques racistas y sexistas contra Harris. Ejemplo de lo primero es la insistencia en presentarla como un “EDI hire”; esto es, como alguien que ha sido reclutada para cubrir con las apariencias de diversidad e inclusión, y no por sus méritos profesionales. 

Ejemplo de lo segundo es la afirmación de que la demócrata ha ascendido profesionalmente con base en favores sexuales. Esto pese a que Harris tiene una carrera brillante y llena de méritos que contrasta con las trayectorias de su rival.

Tampoco ayuda a los republicanos el haber elegido a JD Vance como candidato a la vicepresidencia. Aunque este republicano era un feroz opositor a Trump, desde hace al menos un par de años se reinventó como una versión más joven, y más conservadora, de ese expresidente. 

Biden. Lento declive. Foto: Manuel Balce Ceneta / AP

Por ejemplo, Vance afirmó que Harris era una de las muchas demócratas solteronas sin hijos y con gatos que querían hacer a todo su país miserable. También dijo que las personas que no tienen hijos no deberían tener derecho a decidir el futuro de su país.

Es pronto para saber a ciencia cierta si los elementos aquí analizados se mantendrán en los próximos meses.

Kamala Harris ofrece a los demócratas una nueva oportunidad, su campaña ha arrancado con el pie derecho y ha logrado que millones de personas se sientan esperanzadas. Una mujer joven, no blanca, independiente, profesionalmente exitosa, alegre y experta en justicia podría ser su próxima presidenta.

Trump y los republicanos claramente no estaban preparados para librar una batalla en condiciones semejantes. Sorprendidos, lo único que han podido hacer es refugiarse en sus instintos racistas y sexistas que tanto complacen a su base. Y dados los conocidos complejos de Trump, un cambio de estrategia es improbable.

En este contexto es fácil ver por qué los demócratas están emocionados, y entender que su optimismo está, al menos por ahora, sobradamente justificado.

*Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Nottingham.

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