Kaija Saariaho

El arte de contar la historia con música de Kaija Saariaho

Sobre las virtudes artística de Saariaho han escrito numerosos críticos musicales, por lo que busco resaltar lo que aportan los libretos realizados por Maalouf para entender el Medio Oriente.
miércoles, 14 de junio de 2023 · 11:02

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).– La compositora finlandesa Kaija Saariaho murió el pasado 2 de junio. Reconocida y galardonada internacionalmente por sus numerosas composiciones, dejó una obra única al lado del escritor libanés Amin Maalouf, a la que vale la pena referirse por su vínculo con Líbano. Su propuesta añade a esa historia que llega hasta el presente para contarse a través de la música.

Sobre las virtudes artística de Saariaho han escrito numerosos críticos musicales, por lo que busco resaltar lo que aportan los libretos realizados por Maalouf para entender el Medio Oriente. Su propuesta difiere de la interpretación de Edward Said, para quien la famosa ópera Aída de Verdi “cumple con muchas de las necesidades de la cultura europea y desde dentro de ella… (como) confirmar que Oriente es un lugar esencialmente exótico, distante y antiguo en el cual los europeos pueden desplegar sus exhibiciones de fuerza”. En cambio, la pluma de Maalouf extiende la historia que ha contado en sus novelas a sus libretos operísticos, expuestas desde adentro respetando sus rasgos culturales.

De tal manera que el escritor libanés ha mantenido su incansable labor amasando leyendas y relatos, con los recursos musicales de Kaija Saariaho; desde su primer encuentro en El amor de lejos (2000), que lo llevaron de nuevo a su Líbano histórico para narrar un amor imposible en tiempos de las cruzadas en Trípoli, donde aún señorea frente al mar la fortaleza construida por los cristianos para resistir a los musulmanes. Allí vive la condesa Clemencia, quien se ha enamorado de Jaufré Rudel, príncipe y trovador de Blaye, solamente por escuchar su voz y por la mediación de un peregrino que ha logrado alentar su enamoramiento, generando un apasionado amor de lejos.

El tema se sustenta en la leyenda de un príncipe viajero que se enroló en el ejército de una de las cruzadas, enfermó en alta mar y sólo llegó a su destino a Trípoli para morir junto a su amada Clemencia, a quien nunca conoció. Un libreto poético, excepcional por su sencillez, escrito en francés por el novelista y ensayista, musicalizado por Kaija Saariaho, que agrega un sorprendente giro operístico. La opera –dirigida por Peter Sellars e interpretada por Gerald Finley en el papel de Jaufré, Dawn Upshaw en el de Clemencia y Mónica Groop como el peregrino, según indicó el crítico musical Mark Sweed (Los Angeles Times, 15 de agosto de 2000) que asistió a su estreno mundial en el Festival de Salzburgo 2000– menciona la brillante y poderosa escena de transformación para Clemencia cuando los tres personajes logran una fuerte y conmovedora expresión, de acuerdo con la poesía de Maalouf:

Nunca antes había tenido ganas de embarcarme.

Pero ahora al final del viaje está Trípoli.

Al final del viaje está Clemencia,

Está mi segundo nacimiento.

El agua del bautismo será profunda y fría,

Al final del viaje empezará mi vida.

La clave del recitativo de Clemencia es la misma que ha emprendido el autor, expresado en la primera frase del poema final de la heroína: “Si te llamas Amor sólo a ti te adoro, Señor”. Clama por no sufrir y se conforma porque:

Sus canciones son más que caricias y no sé si

amaría al hombre como amo al poeta.

No sé si amaría su voz tanto como amo a su música.

La pareja de artistas, una europea y el otro con su corazón enraizado en Líbano, emprendió otro proyecto al convertir en música el poema Cuatro instantes (2002), una bella composición donde es el amor el motivo que prevalece:

Nuestros labios se frotan

Nuestros dedos se entrelazan

Nuestros cuerpos se descubren

Pero yo cierro los ojos

Para soñar contigo...

Más actual y acaso demasiado realista es Adriana Mater (2006), ya en nuestro tiempo de denuncia del sufrimiento de las mujeres y de la venganza que pueden ejercer; se trata del drama de una mujer violada en una de las guerras como las que asolan al mundo y que desgraciadamente enfrentan el propio país del autor, Siria, Yemen y Afganistán. En la obra debe enfrentarse el hijo de la acción criminal y la verdad que la familia le ha ocultado. El violador Tsargo, sin embargo, no es sino otra víctima, quien debe advertir a Adriana cuando la guerra se avecina:

(...) los Otros invadirán nuestras calles.

Van a degollarnos, a todos, mujeres y hombres,

como en la época de nuestros padres.

Llevan mucho tiempo afilando las armas,

están sedientos de venganza.

Cuando regresa de la guerra Yonas, el hijo que ha procreado, le espera y ante su reclamo: “Para mi desgracia, ¡he nacido de tu sangre!”, Tsargo le responde:

Esa sangre la perdí en la guerra,

hasta la última gota;

me han infundido otra.

La idea está presente desde el primer encuentro de Saariaho con Maalouf, cuando el coro canta:

Maldito sea el amor

cuando nos hace despreciar la existencia.

Maldito sea el amor

Cuando traiciona la vida y se hace aliado de la muerte.

El narrador no aceptó ya el silencio de sus libros poblados de palabras con personajes vivos, pero con la compositora adquieren más vida a través de la música y los podemos escuchar en francés, aunque imaginamos otras lenguas como las hablan quienes habitan las historias de sus novelas.

Demuestra así su cosmopolitismo y su insaciable sed de saber y conocer todo lo que enriquezca su propuesta cultural como libanés cristiano, como árabe que convivió con la cultura islámica, influido por el protestantismo de una educación en inglés, que escribe en francés, una lengua diferente a la del país de su nacimiento y que vive en Francia, histórica y afectivamente muy cerca de Líbano.

Con Adriana Mater los autores se unieron para contar una historia feminista en una descarnada escritura para un relato diferente de la pluma de Maalouf y a lo que suele cantarse en una ópera. Sin contemplaciones ni palabras amables, se vincula a la literatura de otro creador que carga en su obra teatral el estigma del exiliado. Se trata del libanés canadiense Wajdi Mouawad y su sorprendente obra de teatro Incendios, llevada al cine con el título de La mujer que cantaba (2011). Coinciden ambas obras por sufrimiento, el deseo de vengar las afrentas y las secuelas que dejan las guerras que engendran a los hijos del dolor. 

Este análisis forma parte del número 2432 de la edición impresa de Proceso, publicado el 11 de junio de 2023, cuya edición digital puede adquirir en este enlace

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