Ernestina Godoy
Violencia legislativa: La "Ley Godoy"
Es evidente que quien operó la reforma para la ratificación de Ernestina Godoy, como fiscal capitalina, no quiere que esta funcionaria sea ratificada. Afirma la oposición que Morena busca asegurar su permanencia por otros cuatro años, pero omite decir que sin sus votos eso sería imposible.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–“Han estado metiendo a las y los diputados de Morena por la puerta de atrás, por el estacionamiento… para lograr el quorum necesario, y cuando nosotros, los diputados de Acción Nacional… intentamos ingresar, nos fue prohibida la entrada. Nos estuvieron golpeando los granaderos, no nos permitieron acceder para… dar el debate al interior.”
Esta denuncia la hizo la legisladora capitalina Luisa Gutiérrez Ureña el martes 9, mientras en el pleno del Congreso capitalino se estaba votando lo que ahora se conoce como “La Ley Godoy.”
Las imágenes que recorrieron las redes sociales donde, en efecto, los granaderos de la Ciudad de México bloquean el acceso al recinto parlamentario, al mismo tiempo que unas 150 personas se manifiestan contra la mayoría oficialista, forman parte del álbum de la violencia política que se va normalizando día con día.
No hay bando que haya entrado limpio al lodazal y una vez dentro tampoco habrá quien vaya a sentirse orgulloso de lo que hizo.
Es evidente que quien operó la reforma para la ratificación de Ernestina Godoy, como fiscal capitalina, no quiere que esta funcionaria sea ratificada. Afirma la oposición que Morena busca asegurar su permanencia por otros cuatro años, pero omite decir que sin sus votos eso sería imposible.
La reforma propuesta por el diputado morenista Octavio Rivero Villaseñor, conocida como “Ley Godoy”, mantiene como requisito el que una mayoría calificada del Congreso de la ciudad apoye la eventual ratificación. Y Morena, con todo y sus aliados, no junta los dos tercios necesarios para prolongar el mandato de la actual fiscal.
Esta iniciativa no pretende arrebatar al Congreso capitalino, y por tanto tampoco a la oposición, ninguna facultad relacionada con este nombramiento. Lo que busca, según se razona en la exposición de motivos, es precisar con mejor detalle el proceso que la ratificación habría de recorrer.
Tiene razón Rivero cuando advierte que el constituyente fijó un mecanismo idéntico para dos procedimientos que son distintos. Una cosa es el nombramiento, por primera vez, de quien vaya a ocupar la titularidad de la fiscalía y otro muy diferente es la ratificación.
Por ejemplo, en el primer caso se justifica la formulación de una terna, mientras que en el segundo sería absurdo poner a competir a la persona que ostenta el cargo de fiscal con nuevos perfiles.
De ahí que la iniciativa prevea una valoración del desempeño de la fiscalía antes de decidir si se somete a la persona titular a la ratificación o, en su caso, si se desecha su candidatura y se procede a seleccionar una nueva terna.
Tal es la nuez de la reforma que tanto revuelo provocó el martes 9.
De haberse discutido con calma y serenidad seguramente la reforma habría prosperado sin aspaviento. Pero la violencia política que ha infectado la vida parlamentaria convirtió este asunto en otro misil para la guerra.
Más por calculo que por incomprensión, las oposiciones tergiversaron el contenido de la iniciativa y advirtieron que detrás suyo había una intención perversa para garantizar la ratificación de Godoy.
Omitieron informar que, aún después de la reforma, no podría lograrse la permanencia de la fiscal sin la participación de las oposiciones.
El día que debía discutirse la reforma propuesta por el diputado Rivero Villaseñor un cordón de 150 manifestantes rodeó el recinto de Donceles, según se dijo, para evitar que el Congreso capitalino consumara el albazo imaginario.
En respuesta, la Secretaría de Seguridad Ciudadana envió un contingente de granaderos. Fue así como comenzó a cocinarse el último capítulo de violencia que aquí nos ocupa.
Entre otras personas, la diputada panista Luisa Gutiérrez Ureña tomó un megáfono para denunciar, desde la banqueta, el secuestro del edificio legislativo.
Su relato se volvió creíble por el antecedente vivido en la Cámara de Senadores, el pasado 29 de abril, cuando el oficialismo, violando flagrantemente el proceso legislativo, se instaló de madrugada en una sede alterna y ahí aprobó 20 iniciativas cuya legitimidad, por lo mismo, estalló por los aires.
En efecto, el ambiente de violencia parlamentaria que recorre el país, particularmente dentro de los poderes que residen en la capital, dio veracidad a la denuncia de la vocería opositora.
El otro lado de la equivocación se gestó dentro del recinto de Donceles, dónde, en vez de abrazar la prudencia, el oficialismo aceleró la aprobación de la iniciativa de Rivero Villaseñor. Votaron la Ley Godoy con sólo 33 de los 66 asientos del Congreso ocupados. Al actuar de esta manera Morena y sus aliados otorgaron razón a quienes les denunciaban por arbitrarios y antidemocráticos.
En vez de hacer política, conversar, acordar, razonar y ser razonables, las y los integrantes de este Congreso ostentaron la peor representación de sí mismos: mintieron, provocaron, excluyeron, violentaron y, al final, entregaron evidencia de que, si es necesario, podrían continuar escalando los desmanes.
Pareciera que estos representantes populares fueron todos reclutados en la Arena México. Pero los luchadores de ese otro recinto son, por mucho, más sensatos que estos fajadores.
El resultado final de este episodio será nefasto para Ernestina Godoy, si es que en efecto tuviera intenciones de ser ratificada para un nuevo periodo al frente de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México. Después de lo ocurrido el martes 9 no habrá acuerdo posible entre el oficialismo y las oposiciones y sin el concurso de todos los votos será prácticamente imposible alcanzar la mayoría calificada.
Quien mintió respecto a lo que decía la iniciativa de Rivero Villaseñor conocía bien lo que iba a provocar. También lo sabía quién envió a los granaderos y quien les ordenó que no dejaran ingresar a Donceles a la oposición.
De todos los errores, el más grave fue haber votado, con exceso de arrogancia, la mentada Ley Godoy que de nada va a servir a la actual fiscal capitalina.
¿Estupidez o cálculo? Esta es una pregunta aún difícil de responder.