Esclavitud moderna

Desigualdad y esclavitud moderna

El trabajo forzoso y las formas de esclavitud moderna son dinámicas muy presentes en el contexto actual del capitalismo mundial, pues millones de personas se enfrentan a esquemas de explotación humana y laboral que impiden el goce de mínimos de bienestar y de un pleno desarrollo.
jueves, 29 de septiembre de 2022 · 11:19

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–Por increíble que parezca, en pleno siglo XXI seguimos padeciendo uno de los fracasos civilizatorios más indignantes de la humanidad: el de la esclavitud. Este tema no es historia ni mucho menos, sino la peor injusticia y realidad para millones de personas en el mundo.

El trabajo forzoso y las formas de esclavitud moderna son dinámicas muy presentes en el contexto actual del capitalismo mundial, pues millones de personas se enfrentan a esquemas de explotación humana y laboral que impiden el goce de mínimos de bienestar y de un pleno desarrollo. La evidencia empírica señala que las y los niños, así como las mujeres y las personas migrantes, se encuentran en mayor riesgo de ser enganchados a dichas prácticas de explotación.

La esclavitud moderna es un término paraguas que engloba situaciones de explotación a las que una persona no puede negarse o abandonar debido a las amenazas, la violencia, la coacción, el engaño o el abuso de poder. Engloba los delitos de trata de personas, trabajo forzado, servidumbre por deudas, trabajo infantil forzado, matrimonio forzado y explotación sexual comercial.

De acuerdo con el Convenio sobre el Trabajo Forzoso de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el trabajo forzoso u obligatorio tiene que ver con “todo trabajo o servicio exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera y para el cual dicho individuo no se ofrece voluntariamente”.

El reciente informe de la OIT, la OIM y la organización social Walk Free, titulado Estimaciones mundiales sobre la esclavitud moderna: trabajo forzoso y matrimonio forzoso, documenta que 49.6 millones de personas vivían en condiciones de esclavitud moderna en 2021, de los cuales 27.6 millones estaban en situación de trabajo forzoso y 22 millones en situación de matrimonio forzoso.

Este informe, además, es claro respecto las responsabilidades compartidas que se tienen en esta calamidad: el trabajo forzoso no responde a un solo sector, sino que de los 27.6 millones de personas que se encuentran en esta situación, 17.3 millones son explotadas en el sector privado; 6.3 millones son objeto de explotación sexual comercial forzosa y 3.9 millones realizan trabajo forzoso impuesto por el Estado. Acá nadie parece salvarse.

Aun más: debido a diversas desigualdades estructurales que rigen los sistemas sociales del planeta, algunas mencionadas en colaboraciones anteriores, las mujeres y niñas se encuentran en mayor vulnerabilidad en este tema también y, por lo tanto, son con mayor frecuencia víctimas de explotación sexual.

Con los mismos datos del año 2021, el informe sostiene que las mujeres que están en esta condición de explotación sexual suman 4.9 millones. También, son alrededor de 6 millones de mujeres las que se encuentran en situación de trabajo forzoso en otros sectores de la economía. Sí, la cuenta es por millones.

Otros factores que inciden en estas dinámicas tienen que ver con la explotación y el trabajo infantil: sólo en 2021, 12% de las personas en situación de trabajo forzoso eran niños y más de la mitad fueron víctimas de la explotación sexual comercial.

No sorprende que la migración también aparezca en la ecuación: se encuentra relacionada con prácticas de esclavitud, pues las y los trabajadores migrantes tienen 300% más probabilidades de realizar trabajos forzados que los trabajadores adultos no migrantes.

Esto ocurre, sobre todo, en la migración irregular o por vía clandestina, en donde las personas son comúnmente enganchadas al trabajo forzoso, explotación sexual o al crimen organizado. La mayor presencia de niños y niñas no acompañados en los procesos migratorios los expone a la explotación, al trabajo forzoso y a la trata. A ello se suma la falta de oportunidades de los gobiernos de los países “en tránsito”, que propician que las personas se inserten en dinámicas de explotación laboral.

A pesar de existir a nivel global mecanismos para regular la migración, se observa que la mayoría cuentan con un diseño sesgado que responde a las necesidades empresariales en las cadenas de suministro, pero son ciegos frente a los derechos humanos de las personas ­migrantes.

No contamos con sistemas de reclutamiento éticos en los procesos de contratación laboral, situación por la que dichos instrumentos de regulación se convierten en trámites burocráticos, con fallas importantes en su concepción, que no garantizan un mínimo respeto a los derechos humanos laborales y no se alejan mucho de lo que constituyen formas de explotación y esclavitud moderna.

La organización mexicana Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan ha documentado que el matrimonio infantil forzado es una práctica vigente en la región de la Montaña en Guerrero. Desde marzo de 2020 esta organización ha acompañado 25 casos de uniones tempranas y alrededor de 10 casos de niñas que no desean casarse. La organización afirma que estos casos están íntimamente ligados a la explotación laboral; es decir, se trata de matrimonios serviles, pues después de que se formalizó la unión temprana o matrimonio forzado, los padres del esposo obligan a las niñas y adolescentes a trabajar en campos agrícolas.

Por otro lado, desde marzo de 2019 la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas ha documentado numerosos casos de explotación laboral, trata de personas y trabajo forzado entre las diferentes empresas agrícolas, principalmente del norte del país, que contratan trabajo jornalero migrante en comunidades indígenas, casi siempre en pobreza extrema, en los estados del centro y sur de México. Además de los bajos salarios y la precarización laboral, la ausencia de condiciones sanitarias y de seguridad para alojarse y realizar el trabajo agrícola, las trabajadoras y trabajadores enfrentan un sistema de préstamos y pagos que les impide dejar el trabajo.

La esclavitud está ahí, frente a nosotros, todos los días. A veces es visible, muchas otras está en los productos que consumimos. Lo cierto es que sigue formando parte de nuestras sociedades y, para variar, cruza las desigualdades más estructurales, pues las y los niños, así como las mujeres y las personas migrantes son quienes pueblan las estadísticas de la esclavitud moderna.  

*Directora ejecutiva de Prodesc

Análisis publicado el 25 de septiembre en la edición 2395 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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