Remesas
Disonancias: remesas, pobreza y municipios
Ordenados los municipios del país en función de la distribución per cápita de remesas, el primer lugar corresponde a Tlapa de Comonfort, en Guerrero, con 62 mil 150 pesos por persona en 2021, que equivaldrían a 5 mil 160 pesos mensuales para cada habitante.CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–Las remesas familiares que México recibe cotidianamente en enormes cantidades tienen impactos fundamentales para el conjunto de la economía y, sobre todo, son la red de protección social más relevante para millones de familias que directa o indirectamente se benefician. Si se considera al conjunto de las remesas del año pasado (51.6 mil millones de dólares) y, del otro lado, el total de población del país conforme al último censo (126 millones), en promedio a cada persona le corresponderían algo más de 8 mil pesos anuales. Vista la distribución per cápita y desde la perspectiva municipal, los resultados proyectan escenarios más que interesantes.
En principio, algo más de 50 municipios del país reciben 30% de las remesas; nos referiremos en la presente nota solamente a ese conjunto. De este grupo, los de mayor pobreza –usando la estadística del Coneval– son al mismo tiempo los que reciben los ingresos por persona más elevados. No se trata de los municipios con mayor población, como sería el caso de Tijuana, que recibe las mayores remesas de todo el país. Por el contrario, si se enlistan los municipios receptores en función de las remesas por persona, los de mayor población son los que reciben menos dinero del exterior. Y al revés, los de menor población tienden a recibir mayores remesas, considerando el indicador per cápita.
Una característica compartida por los municipios con más remesas per cápita es su indicador de pobreza y tener una población reducida. La tendencia muestra que los de menor población al mismo tiempo son los de mayor pobreza y, además, los de mayor ingreso per cápita de remesas. Como puede suponerse, para este grupo de municipios las remesas son extraordinariamente importantes, vitales en el sentido literal del término. Su pobreza es añeja, estructural, y han permanecido en el olvido para las políticas de desarrollo estatales y federales, ahora y prácticamente desde siempre.
Bajo esas históricas condiciones de exclusión, se las “arreglan por su cuenta”, dicho coloquialmente, mediante dos tradicionales prácticas: la emigración y las remesas, que son caras de una misma moneda. Ambas vías han sido insuficientes para superar la inaceptable pobreza, pero son su mayor recurso disponible. No obstante, como se mostrará enseguida, nominalmente las remesas pudieran tener la capacidad cuantitativa para superar la pobreza de los principales municipios receptores, pero no sucede así.
Ordenados los municipios del país en función de la distribución per cápita de remesas, el primer lugar corresponde a Tlapa de Comonfort, en Guerrero, con 62 mil 150 pesos por persona en 2021, que equivaldrían a 5 mil 160 pesos mensuales para cada habitante. Una familia de cinco integrantes tendría unos 26 mil pesos mensuales solamente por remesas. Sin embargo, a pesar de esas cantidades, al mismo tiempo el municipio de Tlapa tiene 71.8% de su población en condiciones de pobreza, conforme a los criterios de Coneval. Siendo así, la notoria disonancia entre las cifras sugiere que existe una concentración muy elevada en los destinatarios finales de las remesas.
El segundo municipio más importante en remesas por persona es Puruándiro, Michoacán. En este caso el per cápita fue de 51 mil 500 pesos en 2021, equivalentes a 4 mil 300 pesos mensuales para cada habitante. No obstante, 51.8% de su población vive en condiciones de pobreza. Es decir, como sucede en Tlapa, se infiere que la concentración de las remesas es también elevada. Un escenario similar corresponde al tercer municipio del orden, Huajuapan de León, Oaxaca, con un per cápita de 44 mil 600 pesos anuales, que corresponderían a poco más de 3 mil 700 pesos mensuales por habitante. Parecido a los casos anteriores, Huajuapan tiene un porcentaje de 45.4% de su población en condiciones de pobreza, comparativamente menor, pero igual apunta a que existe una elevada concentración de las remesas.
De esta manera, la principal paradoja de los tres municipios es recibir un monto importante de recursos mediante las remesas y, de otra parte, sobrevivir entre una aguda pobreza que nominalmente pudiera ser aliviada por éstas. Es claro que la relativa desconexión entre remesas y pobreza municipal requiere de análisis más finos y, sin duda, la incorporación de variables adicionales, como son los entornos comunitarios, productivos e, inevitablemente, los delictivos.
En el panorama nacional de la relación entre remesas, pobreza y poblaciones municipales, destaca que las primeras son centrales para la reproducción familiar y, en sentido más amplio, para la vida social y económica de los municipios. Son vitales, mucho más importantes que cualquier programa gubernamental. Más aún, en determinados casos –como pasa con los tres municipios que reciben más recursos per cápita– nominalmente pudieran ser capaces de reducir notablemente las condiciones de pobreza, lo cual no ocurre. Las disonancias son notorias y, por lo pronto, solamente registramos su reverberación.
Por otra parte, considerando ahora a los municipios que tienen muy importante actividad económica, que reciben importantes remesas y que al mismo tiempo incrementan pobreza, sobresalen los inaceptables casos de Acapulco, con 52.1% de su población en pobreza; hace 10 años el porcentaje fue de 49.1%. También destaca el municipio de León, Guanajuato, con 45.9% de población en pobreza; hace 10 años era de 36.8%. Y la alcaldía de Iztapalapa, en CDMX, con 43.9% de población en pobreza; hace 10 años era de 36.4%. De mal en peor.
En estos últimos casos no solamente las remesas son un soporte social de primera importancia, sino que además las propias economías locales y su entorno inmediato tienen grandes capacidades, suficientes para generar un cambio sustancial en las condiciones de vida, lo cual tampoco ocurre. En este grupo de municipios –al que se suman muchos más– encontramos una disonancia adicional que apunta especialmente hacia las élites económicas y gubernamentales, dedicadas a concentrar riqueza y poder sin preocuparse del bienestar social, dejando de lado la ética y la responsabilidad públicas. Si se lo propusieran con sinceridad, sus respectivas poblaciones vivirían en condiciones mucho mejores… pero evidentemente esa posibilidad es muy distante a su horizonte e incluso ajena a su naturaleza actual.
*Profesor PUED/UNAM, excomisionado del INM