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Monreal, luces y sombras

Ahora en Morena ha sido un personaje crítico, si se entiende la crítica como identificar el acierto y señalar el error. El asunto es digno de análisis de lo que hoy pasa en el partido en el poder. Veamos.
martes, 21 de junio de 2022 · 10:22

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–El presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, Ricardo Monreal, se ha vuelto incómodo para el cuidado de las formas. Ahora en Morena ha sido un personaje crítico, si se entiende la crítica como identificar el acierto y señalar el error. El asunto es digno de análisis de lo que hoy pasa en el partido en el poder. Veamos.

Primero. La polarización en la narrativa y en la deliberación pública ha hecho que los extremos se apoderen del discurso: o blanco o negro. No pueden admitirse las diversas tonalidades de grises. Y esto es aplicable a los actores políticos tanto a los que forman parte de la 4T como a quienes son sus adversarios.

El presidente pide, un día sí y otro también, que los actores políticos, sociales, económicos y culturales se definan, pero el problema no es en sí la definición misma, sino la forma en que quiere que se manifieste, blanco o negro, donde reclama que haya aceptación total o rechazo completo para su proyecto y su respectivo método. Habrá quienes coincidan con el proyecto, pero no con su método o no, por lo menos, con todos y cada uno de sus elementos. Hay también, ni duda cabe, quienes no comparten ni el proyecto y, en consecuencia, tampoco el método.

Esta apreciación presidencial ha hecho que ponga en el mismo costal a periodistas, a toda la comunidad de la UNAM, a la clase media como si fuera un cuerpo social uniformado, tan sólo por citar unos ejemplos, lo que ha generado mayor disenso y, por el contrario, la tolerancia y el respeto a las más diversas formas en las que se manifiesta la diferencia se han convertido en víctimas de este intercambio de mensajes sobre la agenda pública.

Y en ese contexto Ricardo Monreal es un hombre leal al presidente y a su proyecto. No tengo la menor duda de ello, pero lo que ha sido un problema, su problema, es pensar por sí mismo, cuando ello enriquece, no debilita, muestra que no hay pensamiento único, sino acuerdo en lo fundamental con diferencias en lo accesorio.

En suma, en lugar de mostrar a propios y extraños que Morena es la unidad en la diversidad y donde se predica y practican las pautas democráticas, se opta por el camino de la exclusión discursiva y se apela al todo o nada, lo que por sí mismo es contrario a la política como servicio público.

Segundo. La lealtad de Ricardo Monreal no es como se acostumbraba en los regímenes del PRI: la obsecuencia, la obediencia y el silencio. Estas improntas del viejo régimen se encuentran más vivas que ayer en una reedición menos afortunada que la original.

Uno de los grandes ideólogos del PRI, don Jesús Reyes Heroles, acuñó la frase: “Lo que resiste apoya”, que significaba inclusión y ejercicio mínimo de la tolerancia. De ahí, habría que recordar que, con la reforma electoral de 1977 impulsada por este personaje histórico del priismo, nacieron los diputados plurinominales, se flexibilizaron los requisitos para formar partidos, a efecto de dar cabida a expresiones distintas al PRI en la Cámara de Diputados inicialmente y al Senado años después.

Hoy a nivel discursivo el presidente habla del cambio en las formas y modos de la política, pero en la práctica la exclusión, la obsecuencia, la obediencia y el silencio gozan de cabal salud. Por lo anterior, no basta con que Monreal se identifique a plenitud con el proyecto de la 4T, sino que se le exige que apoye en sus términos el método, que es el tema donde ha tenido diferencias por cuestiones específicas, no porque haya un desencuentro con todos y cada uno de sus aspectos. Lo que hace Monreal, desde la ética pública se llama congruencia, desde la dirigencia de Morena, indisciplina. Así el nivel de las cosas.

Tercero. Lo que hoy sucede en la 4T es una verdadera paradoja. Se premia a quien antepone su interés personal; es decir, a los que cumplen puntualmente con el código de la obsecuencia, la disciplina, el silencio y la exclusión, que a quien ve por el interés público, como lo ha hecho Monreal cuando toma postura racional sobre temas de la agenda pública ancladas en la lógica y en la gobernabilidad democrática. Ahí están su distancia con el discurso de confrontación y su llamado al intercambio de puntos de vista en ejercicios de deliberación pública donde nadie en su sano juicio podría estar en contra. Su respaldo a la UNAM como una comunidad diversa y compleja cuando ha sido objeto de algún señalamiento presidencial sin datos duros que respalden sus asertos. O incluso cuando se pronuncia por las elecciones primarias como método para designar candidatos a cargos de elección popular de su partido en lugar de las encuestas que, como se ha visto, son verdaderos actos de fe porque su metodología brilla por su ausencia. Y vaya que conoce del tema. Monreal sufrió en carne propia ese método para designar la candidatura a la Jefatura de Gobierno en 2018.

Pero con todo y las críticas que sus detractores internos le dirigen, Monreal ha hecho una labor destacada como líder del Senado al ser incluyente y lograr que pasen buena parte de los asuntos enviados por la Presidencia de la República en la Cámara de Senadores. Si no tuviera esas prendas profesionales e interlocución intrapartidista y con las distintas fuerzas políticas en ese cuerpo legislativo, probablemente ya hubiera sido condenado a la marginalidad. Las convicciones ideológicas no deben ser nunca enemigas de la inteligencia; al contrario, si van juntas tendrán un mejor porvenir. Veremos. 

@evillanuevamx

ernestovillanueva@hushmail.com

Este análisis forma parte del número 2381 de la edición impresa de Proceso, publicado el 19 de junio de 2022, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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