Colombia
Francia Márquez
La candidata a la vicepresidencia de Colombia inició su discurso de cierre de campaña señalando que muchas personas se preguntaban quién era ella. “Les voy a contar quién soy”, dijo la líder ambientalista.CIUDAD DE MÉXICO (proceso).- La candidata a la vicepresidencia de Colombia inició su discurso de cierre de campaña señalando que muchas personas se preguntaban quién era ella. “Les voy a contar quién soy”, dijo la líder ambientalista, y empezó: “Soy una afrodescendiente que de niña sintió vergüenza por el color negro de mi piel”. Habló también de la pobreza en que creció y de cómo empezó a trabajar para poder pagarse los estudios y comprarse zapatos. Relató que, como le ocurre hoy a muchas adolescentes, a los 16 años quedó embarazada de un hombre que huyó. Así, tuvo que irse a Cali a laborar como empleada doméstica. “No es fácil dejar a tu hijo para ir a cuidar hijos ajenos”. Trabajó sin seguro social ni acceso a los servicios de salud y con un salario miserable.
Luego de dos años en Francia regresó a Yolombó, el pueblo donde nació, que pertenece al corregimiento de La Toma, que a su vez es parte del municipio de Suárez, en el departamento del Cauca. En esa zona ella se involucró en la defensa del territorio, primero contra la desviación de recursos naturales y luego contra la política minera extractivista. Por su defensa del territorio recibió en 2016 el equivalente del Nobel para las personas ambientalistas: el Premio Goldman. Una primera lucha fue en relación con la desviación del río Ovejas, dirigida a alimentar así a la presa Salvajina, que había sido construida para dotar de electricidad a Cali y beneficiar a los grandes agricultores. A Francia le indignó que en su comunidad no había servicio de agua y se movilizó para detener la desviación.
Pero lo más grave estaba por venir. El área de La Toma, donde las personas afrodescendientes vivían de una minería artesanal del oro, la comunidad detectó una estrategia de extractivismo a gran escala. Las compañías multinacionales interesadas en hacer explotación minera en esa región del Cauca llegaron protegidas por paramilitares y la violencia que generaron fue impresionante, desde amenazas y agresiones hasta asesinatos e incluso masacres. En agosto de 2009 la comunidad recibió una orden de desalojo y los militares ocuparon La Toma. El gobierno había otorgado un permiso al empresario Héctor Sarriá para hacer minería a cielo abierto. Cuando la gente empezó a protestar, pues parecía que Sarriá se había aliado con la AngloGold Ashanti, una compañía sudafricana, los acusaron de guerrilleros y los intimidaron, y a algunos los mataron.
En Colombia está consagrado el derecho constitucional de las comunidades originarias a la tenencia comunitaria del territorio. Cuando la comunidad denunció al gobierno, pues había otorgado el permiso para llevar a cabo extracción de oro a alguien fuera de la comunidad, éste les respondió que, según cierta definición de la ley, ellos no eran una comunidad. ¡Cómo! ¿El gobierno negaba la raigambre histórica de la comunidad negra? Entonces Francia y varias personas iniciaron un litigio jurídico, para lo cual tuvieron que documentar que habitaban la zona desde 1635. Académicos de la Universidad del Cauca llevaron a cabo una investigación, que luego se transformó en el libro La Toma: Historias de resistencia y autonomía. El Proceso Comunidades Negras (PCN) se involucró en la lucha contra Sarriá/Ashanti, y decidió lanzar una campaña internacional para visibilizar lo que estaba ocurriendo. En 2010 el PCN mandó a Estados Unidos a Francia para que hablara con miembros del Congreso y diera conferencias en universidades, y así conoció a Angela Davis. Francia cuenta que esta líder la acercó al feminismo.
En diciembre de 2010 la Corte Constitucional resolvió el litigo a favor de la comunidad y revocó el permiso de Sarriá. Lamentablemente ahí no acabó la lucha, pues cuando los recursos legales para la desposesión se les terminaron, los empresarios mineros buscaron mecanismos ilegales para lograr sus fines. En 2013 varios bulldozers invadieron las tierras y abrieron puntos de minería. Una avalancha en una mina ilegal, que causó la muerte de mucha gente, puso en evidencia que el conflicto seguía. Mientras tanto el gobierno cerraba los ojos.
Para entonces Francia, que había estudiado leyes, se convirtió en la representante legal de su comunidad y empezó a recibir amenazas de muerte, incluso hubo varios atentados contra su vida. Cuando le preguntan cuál es su mayor triunfo, ella sonríe y responde: “Mantenerme viva”.
A la trayectoria política de Francia, como mujer negra proveniente de un área rural, la cruzan múltiples opresiones y violencias. Sin embargo, es optimista. Ella denuncia el colonialismo y el racismo del gobierno, pero defiende la necesidad de llevar a cabo una estrategia dual: entrar al “juego” de la política que aspira a gobernar y, al mismo tiempo, construir comunidad. Esa perspectiva la llevó a aceptar ser candidata en estas elecciones.
Participar en política es un juego, con sus reglas y sus jugadores. Francia no había entrado a la política patriarcal, hegemónica, clasista y racista. Pero le llegó el momento. “Quiero que Petro sea mi presidente” y aceptó acompañarlo como vicepresidenta. “Vamos por el cambio: reconciliación, alegría y paz”. De la resistencia al poder, “llegó el momento de sanar”.
Espero de todo corazón que en la segunda vuelta Francia Márquez y Gustavo Petro vuelvan a ganar.