Análisis
Francisco propone potente y esperanzadora reforma de la curia
¿Francisco será capaz de revertir el descrédito y la pérdida de autoridad moral? ¿Junto con la Iglesia Sinodal, la restructuración de su cuerpo de gestión podrá ponerla a flote de un hundimiento inminente?CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El papa Francisco firmó el sábado 19 de marzo una nueva Constitución que reforma de fondo la curia romana. Francisco cumple una promesa, largamente esperada, de poner orden en una burocracia clerical que ha venido cometiendo abusos y ha ejercido el poder eclesiástico de manera arbitraria.
La Constitución Apostólica se llama Praedicate Evangelium (Predicar el Evangelio). Cuenta con 250 artículos. Registra cambios importantes en la estructura y reorganización del aparato de gestión, administración y servicios del Vaticano. La Constitución Apostólica es un texto mediante el cual el papa ejerce el dominio de gobierno para legislar sobre asuntos disciplinarios, de organización, territoriales o doctrinales, así como en cuestiones de la estructura de la curia romana. La nueva Constitución reemplaza totalmente a la Pastor Bonus, publicada por Juan Pablo II en 1988.
La Praedicate Evangelium será obligatoria, entrará en vigor a partir del 5 de junio y regirá en las próximas décadas. La reforma de la curia fue uno de los asuntos considerados prioritarios por los cardenales durante el cónclave de 2013.
¿Cuál es el origen de la reforma de la curia? Nos remontamos a marzo de 2013. Ante la renuncia del papa Benedicto XVI la Iglesia se encontraba convulsionada. Previo al cónclave, los cardenales votantes decidieron discutir los grandes desafíos de la Iglesia antes de elegir al nuevo pontífice. Había una batalla campal en la curia por la lucha del poder y de privilegios. Por ello, los cardenales votantes establecieron las llamadas Congregaciones Generales antes del cónclave, como el espacio para discutir los grandes temas de la Iglesia y así elegir al candidato idóneo y mejor preparado.
¿Por qué reformar la curia? Muchos episcopados acusaban excesivo intervencionismo de la curia vaticana, burocratismo y abusos de poder. Pero el centro del debate fue la despiadada lucha palaciega en la alta burocracia vaticana. Sectores afines a Ángelo Sodano, secretario de Juan Pablo II, contra los sectores encabezados por Tarcisio Bertone, secretario de Benedicto XVI. Lobos contra cuervos. Dichas luchas intestinas desembocaron en traiciones y fuga de información clasificada que incomodaron y expusieron al papa Ratzinger. El episodio se llamó popularmente “Vatileaks”. Ahí se desnudaron ante la opinión pública acciones de corrupción, lavado de dinero, uso y atribuciones indebidas de funcionarios vaticanos, vidas de lujo y extravagancias de funcionarios, y la existencia de varios lobbies gays que hacían de los secretos de alcoba instrumentos para encumbrar a personajes o para destruir trayectorias.
En suma, el momento de la Iglesia previo al cónclave de 2013 era muy preocupante. Estaba también jaloneado por los escándalos de abusos sexuales. Debido a ello, las llamadas Congregaciones Generales no sólo se centraron en la elección de un nuevo pontífice, sino también abordaron graves problemas de la Iglesia. Por ello, los cardenales electores, antes de conocer al sucesor del trono de Pedro, recomendaron poner fin a los escándalos cortesanos, en especial debilitar los diversos grupos de poder antagónicos, poner orden y transparentar las finanzas de la Iglesia, y reformar la curia, entre otros mandatos.
Una de las primeras acciones del papa Francisco, en mayo de 2013, fue establecer una comisión para la reforma de la curia, integrada por respetados cardenales de todo el mundo. A dicha comisión se le llamó el G-9. Por tanto, el resultado de la Constitución es un largo trabajo colegiado y de construcción de consensos.
La nueva Constitución trata de contrarrestar el excesivo clericalismo reivindicado por Juan Pablo II, al cual Francisco cataloga como lastre canceroso en la Iglesia. Francisco reconoce la sentencia del también jesuita cardenal Martini: “La Iglesia está atrasada 200 años”. El papa argentino pretende una Iglesia del futuro, cercana a su misión y a la Iglesia del tercer milenio. Pretende operar cambios profundos y radicales en la curia, destinada a ser un servicio a la misión evangelizadora de la Iglesia y no más una estructura de poder. Afecta diversos roles y funciones tradicionales. Fusiona y compacta diversas estructuras con la finalidad de adelgazar y economizar la burocracia vaticana.
Con la nueva Constitución Apostólica, por ejemplo, laicos y fieles hombres y mujeres podrán ser nombrados en el cargo de gobierno de la curia. Bastará ser bautizado para que laicos ocupen cargos de gobierno. ¿Estamos ante la revolución del papa Francisco? En todo caso Francisco está empeñado en renovar su Iglesia.
Uno de los cambios más significativos recae en la Secretaría de Estado. Anteriormente dotada de gran poder y vastas líneas de incidencia, ahora tendrá la función de “secretaría pontificia” y de “asistir de cerca al romano pontífice en el ejercicio de su suprema misión”.
Otro gran cambio de la reforma de la curia romana está en la transformación de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ahora será el “Dicasterio para la Evangelización”, que será presidido directamente por el papa.
En la nueva curia romana diseñada por la Constitución nace un nuevo “Dicasterio para el Servicio de la Caridad”, también llamado Limosnería Apostólica, como dice el texto: “Expresión especial de la misericordia y, a partir de la opción por los pobres, los vulnerables y los excluidos, lleva a cabo la obra de asistencia y ayuda hacia ellos en cualquier parte del mundo”.
Se crea la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores. Se lee en el documento que los miembros de la comisión “son nombrados por el romano pontífice por cinco años y son elegidos entre clérigos, miembros de institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, y laicos de diversas nacionalidades que se distingan por sus conocimientos, probada capacidad y experiencia pastoral”. Igualmente, en la administración y gestión de los recursos se estrenan estructuras.
A reserva de hacer una lectura más fina del texto, retomamos la sensibilidad de Francisco, quien en el preámbulo afirma: “La reforma no es un fin en sí misma, sino un medio para dar un fuerte testimonio cristiano”.
En efecto, la reforma sirve “para favorecer una evangelización más eficaz; promover un espíritu ecuménico más fecundo; para fomentar un diálogo más constructivo con todos”.
¿Francisco será capaz de revertir el descrédito y la pérdida de autoridad moral? ¿Junto con la Iglesia Sinodal, la restructuración de su cuerpo de gestión podrá ponerla a flote de un hundimiento inminente? Al entrar en el décimo año de su pontificado, Francisco promulgó la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium que cambiará la fisonomía del gobierno central de la Iglesia católica durante muchas décadas.