Guerra en Ucrania

El Papa usa la "Ostpolitik" con el patriarca de Moscú para ganar influencia sobre Putin: experto

Francisco mantuvo la semana pasada un encuentro por teleconferencia con el patriarca ortodoxo Kirill
miércoles, 23 de marzo de 2022 · 18:56

ROMA (EUROPA PRESS).- El Papa Francisco mantuvo la semana pasada un encuentro telemático con el patriarca ortodoxo de Rusia Kirill en un ejercicio de 'Ostpolitik', según explicó el sacerdote Stefano Caprio, experto en relaciones entre la Iglesia católica y la ortodoxa rusa. Caprio asegura que el objetivo es "mantener, pese a todo, el contacto" en un enfoque "posibilista".

'Ostpolitik' es el término que hace referencia a la política hacia la Europa del Este impulsada por el canciller alemán Willy Brandt en la década de los 70 del siglo XX y basada ante todo en la normalización y la negociación con los países del otro lado del telón de acero.

"La Santa Sede mantiene una posición de 'Ostpolitik' con un enfoque más posibilista. Cuánto más cerca está el Papa de Kirill más podrá influenciar a Putin", aseguró Caprio.

A su juicio, el Vaticano, "a pesar de lo embarazoso de la situación", quiere permanecer en contacto con Kirill. "Por eso cede y no tiene una actitud de contraste total", justificó el experto en un encuentro organizado en la asociación de la prensa extranjera, cuestionado sobre la mediación que está llevando a cabo la Santa Sede para lograr poner fin a la guerra en Ucrania.

Caprio, que fue misionero en Rusia desde 1989 hasta el año 2002, cuando fue expulsado del país, aseguró que en este momento la Iglesia ortodoxa "tiene dificultades" para influenciar al presidente Putin.

"El Patriarca Kirill ejerció una gran influencia en el presidente Putin sobre todo en la primera parte de su Gobierno. Fue el inspirador del soberanismo ortodoxo pero, tras las primeras dos décadas de mandato, Putin ha ido mucho más allá. La invasión agresiva de otros países no es lo que le pide la iglesia ortodoxa", explicó.

No obstante, aseguró que en este momento la Iglesia ortodoxa "tiene miedo y hay mucha presión" y por ello es difícil que Kirill pueda influenciar al jefe de Estado ruso. "Se ha instalado una especie de terror estalinista en Rusia. En cada oficina, en cada comunidad de vecinos hay folios para que la gente pueda denunciar a los vecinos o a los conocidos que hablen mal de los demás", explicó. Así, puso el ejemplo de un sacerdote que predicó un sermón por la paz y acabó detenido.

Por otro lado, hizo hincapié en que hay un sector de la Iglesia ortodoxa, sobre todo, ligado a los monasterios, que incluso son "más extremistas" que el propio Putin. "Piensan que es un debilucho que debería haber hecho más para luchar contra el pensamiento occidental", ha asegurado.

El Papa y el Patriarca Kirill, máximo representante de la Iglesia Ortodoxa en Rusia, conversaron hace una semana sobre la situación en Ucrania y, en concreto, sobre las condiciones humanitarias de la población y el avance de las negociaciones entre las delegaciones de ambos países para lograr un alto el fuego. Ambos estuvieron acompañados por los máximos representantes del diálogo ecuménico.

La oficina de prensa del Vaticano destacó que el Papa había insistido en el encuentro telemático en que las iglesias cristianas- tanto la católica como las ortodoxas- están llamadas a "reforzar la paz y la justicia" al considerar que "todas las guerras son siempre injustas" porque quien las "paga" es el Pueblo de Dios. Para Caprio la cuestión principal es lo que significa la "justicia" para cada uno de los interlocutores.

"Ambos dijeron que querían la paz. Pero Kirill ha dicho una paz justa. Es precisamente la interpretación de la justicia de esa paz la que es muy distinta. Kirill considera justa la unificación de los pueblos eslavos ucranianos y rusos. Mientras, el Papa reconoce el derecho de los ucranianos, como pueblo soberano, a su independencia y autonomía", detalló.

Del mismo modo, el sacerdote ha apuntado que estaba previsto un encuentro oficial entre Kirill y el Papa, como el histórico cara a cara que tuvo en lugar en el aeropuerto de La Habana (Cuba) en 2016, pero "ahora

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