Análisis
La reputación de mi vacuna
Es difícil de aceptar que en estos gravísimos momentos por los que está pasando la humanidad, ciertos grupos de poder político y económico hagan manipulaciones mediáticas que instalan confusión e impiden que se cumplan los objetivos de vacunación.CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Cuando anunciaron que a la alcaldía Álvaro Obregón le tocaría la vacuna AstraZeneca, no fui feliz porque recordé vagamente que en Europa varios países detuvieron su aplicación por algo relacionado con la generación de trombos. Así que le hablé a mi ahijado, un científico riguroso que ha seguido con minuciosidad el debate sobre las vacunas, para que me ubicara sobre si mi aprensión hacia la AztraZeneca tenía bases.
Jonás fue aclarando punto por punto mis dudas y aprendí varias cosas, entre ellas que el promedio de trombosis ocurridas ahora es el mismo que ocurría desde antes de la pandemia y que, aunque no existe un riesgo especial con la AstraZeneca, siempre hay una minoría a quien una vacuna le cae mal. Pero él fue muy enfático en que el riesgo de contraer covid era mucho mayor.
Mi temor lo compartían también unas amigas coyoacanenses, ya vacunadas con la de Pfizer, quienes me sugirieron presentarme en Coyoacán con el predial del departamento de mi hermano. Me negué pues, por un lado, Jonás me había convencido, y por otro, me incomodaba hacer esa trampa.
Así, con una mezcla de actitud cívica y resignación por mi destino, llegué al Deportivo Plateros el jueves 1 de abril.
Me impresionó la impecable organización y el buen trato con que nos recibieron a los cientos de personas con quienes coincidí. En 45 minutos salí muy oronda y orgullosa de la eficiente y atenta labor del gobierno de Claudia Sheinbaum. Con todo, desde un principio, el brazo donde me vacunaron empezó a manifestar molestia y ardor, y por la tarde se inició la fiebre. Para la noche no sólo me dolía el brazo, también el lado izquierdo del cuello y una sensación rara me recorría el cuerpo. Pasé muy mala noche, entre la fiebre, un ardor fuerte en las pantorrillas y mi cabecita loca imaginándome los trombos que la vacuna me estaba produciendo.
Otras amigas, que también recibieron la AstraZeneca, no tuvieron ninguna molestia (ni siquiera les dolió el brazo), pero ellas no habían seguido, como yo, los comentarios mediáticos acerca de los supuestos riesgos de esa vacuna hecha en Oxford. En cambio, mi amigo Jorge, cuando supo que le tocaría la AstraZeneca, decidió no vacunarse. ¡Uf, qué miedo!
En el periódico El País leí la entrevista que Pablo Linde le hizo a Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología y uno de los técnicos que asesoran al gobierno español en su plan de inmunización frente al coronavirus. Aunque la evidencia científica sostiene que la vacuna es segura y muy eficaz para personas de cualquier edad, en la Unión Europea se establecieron distintos topes de edad, que se contradicen entre ellos. Según este experto, “es inaceptable que cada país de Europa tenga criterios distintos para la vacuna de AstraZeneca, y la EMA (Agencia Europea de Medicamentos) es la que debe regular su uso, pues la confusión existente le provoca daño no sólo a AstraZeneca, sino a toda la política de vacunación”.
García Rojas declaró: “Lo que es inaceptable en este proyecto común que es la Unión Europea, en una pandemia con matices epidemiológicos similares en todos los países, es que se adopten actitudes diferentes con relación a una misma vacuna”.
Sí, y también es inaceptable porque al provocar temores, ciertas personas deciden no vacunarse.
En otra nota de El País, Bernardo de Miguel consigna que la Unión Europea ha incumplido todos los objetivos de vacunación que se había marcado para el primer trimestre. De Miguel señala que “la falta de dosis se ha unido a los titubeos de algunas autoridades nacionales sobre el uso de la vacuna AstraZeneca, que en varios países europeos ha sido restringida a ciertos tramos de edad, a pesar de que la Agencia Europea del Medicamento la considera segura para todas las edades”.
¿Qué está pasando? Hay quien interpreta que en la campaña en torno al laboratorio anglosueco, que produce AstraZeneca, subyace, una vez más, una cuestión de intereses políticos y económicos. O sea, parecería estar vinculada con la salida del Reino Unido de la UE.
Es difícil de aceptar que en estos gravísimos momentos por los que está pasando la humanidad, ciertos grupos de poder político y económico hagan manipulaciones mediáticas que instalan confusión e impiden que se cumplan los objetivos de vacunación. ¿Cómo puede ser que ante algo crucial, como que las vacunas de todas las marcas lleguen hasta el último rincón del planeta, se construyan –¿de manera propositiva?– narrativas confusas tendientes a incrementar los temores de la gente? ¿Quién gana con esa narrativa? De entrada, quienes no ganan son quienes no se vacunan.
Dos días después de mi vacuna me volví a sentir bien. Y me enteré que mi amiga Sara, que recibió la de Pfizer, estuvo gravísima, al grado que ya no se quiere poner la segunda dosis. Como muchas cosas en la vida, es un misterio cómo va a reaccionar cada cuerpo en la interacción con el fármaco.
Yo espero ponerme la segunda dosis de AstraZeneca cuando el cuidadoso y eficaz equipo de la CDMX lo establezca. Además, seguiré criticando, igual que lo hago aquí, la manera en que intereses político-económicos que subyacen en ciertas campañas mediáticas, generan información confusa que transforma el miedo en un riesgo.