Feminismo
Las feministas vs. AMLO
Desde mi perspectiva, la erradicación de las violencias requiere una transformación del sistema de justicia y muchos de sus mecanismos (así como modificar varias leyes).CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Indudablemente el presidente tiene posturas desacertadas acerca de la violencia de género y el feminismo, a los que, además, suele referirse con muy desafortunadas declaraciones. No abundaré aquí sobre mis discrepancias con esas y otras cuestiones de su política. Tampoco me interesa salir en su defensa. Aunque sus posturas me preocupan mucho, pues reflejan ciertas inconsistencias de la 4T como un proyecto de izquierda democrática radical; lo que me interesa criticar en estas páginas es la narrativa que circula acerca de una confrontación entre AMLO y las feministas.
Esa narrativa tiene dos vertientes: por un lado, oculta o niega una realidad compleja –hay feministas con AMLO, feministas contra AMLO y feministas indecisas y ambivalentes (ni con él ni contra él)–, y por el otro es utilizada por operadores y difusores de distintos grupos políticos para atacar a AMLO y a la 4T, y para ello falsean o deforman la postura crítica del feminismo.
A esta situación se suma un dato llamativo: a partir de la multitudinaria marcha del 8M de 2020 ha ido creciendo el número de personas, muchas de ellas figuras políticas e intelectuales, que se reivindican como feministas. ¡Bienvenidas las personas feministas de último momento… siempre y cuando su verdadero interés sea el feminismo! Sin embargo, en muchas de ellas lo evidente es su interés por blandir el feminismo contra AMLO y no un compromiso verdadero con la causa feminista. En especial, irrita escuchar las proclamas “feministas” de panistas y priistas, cuyos partidos han trabajado políticamente en contra de muchas demandas feministas. Tal es el caso del excandidato del PAN a la Presidencia, que con su ridícula crítica al presidente acerca de que “hay más interés en cuidar paredes que la vida de las mujeres”, parece olvidar que su partido lleva años obstaculizando en diversos estados del país la legalización del aborto libre y gratuito, una medida que justamente protege la vida de las mujeres que abortan.
Los opositores políticos de la 4T, muchos “feministos de último momento” con gran cola machista que habría que pisarles, centran el foco de la atención pública en esa narrativa del conflicto “AMLO vs. feministas”, y desplazan las reflexiones y argumentos políticos del movimiento. Así, en lugar de que se piense y se hable acerca de qué medidas son necesarias hoy para lograr avances sustantivos en el proyecto feminista de emancipación, las discusiones se empantanan en si AMLO es o no es machista. Los comentarios en los medios son distintas versiones de la narrativa “las feministas vs. AMLO” e ignoran la crítica feminista acerca de la imperiosa transformación de las estructuras patriarcales del sistema.
Si algo muestran las movilizaciones ocurridas el 8M es que es menester contar con una política de Estado verdaderamente feminista. No basta que AMLO le haya encargado la responsabilidad de la política de género a feministas (principal, pero no únicamente, a Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, y Nadine Gasman, titular de Inmujeres): una política de Estado verdaderamente feminista es integral. Y aunque en el gabinete hay varios funcionarios con perspectiva feminista, que están abriendo brecha en temas fundamentales, todavía este gobierno no tiene una política de Estado feminista, pues para ello se requiere, para empezar, la comprensión y el compromiso del presidente.
Además, es indispensable que el movimiento feminista, con todas sus tendencias y diversidades, se articule políticamente para avanzar en la precisión de ciertos puntos de la agenda. Ya es hora de que, junto con exigir el fin a las violencias de todo tipo, logremos explicar muy claramente cuáles son las reformas imprescindibles para la transformación que anhelamos. En lugar de repetir hasta la náusea que se necesitan más mujeres en lugares de toma de decisiones (como si el cuerpo de mujer garantizara el pensamiento feminista), hay que plantear con detalle y claridad cuáles son las medidas que fortalecen la agenda feminista democrática radical.
Desde mi perspectiva, la erradicación de las violencias requiere una transformación del sistema de justicia y muchos de sus mecanismos (así como modificar varias leyes), junto con un potente desarrollo de intervenciones educativas y culturales para incidir en la transformación de las subjetividades.
Pero esto hay que puntualizarlo y justificarlo mucho mejor. Un Sistema Nacional de Cuidados, que aligere la carga que mayoritariamente pesa sobre las mujeres, y otros mecanismos de política pública, van en esa dirección y ya los está trabajando el propio Inmujeres con el secretario de Hacienda.
Finalmente, vale la pena reflexionar acerca de hasta dónde y de qué manera la narrativa “las feministas vs. AMLO” que está circulando provoca que incluso colectivas del propio movimiento se interesen más en expresar su rabia e indignación, que en reunirse a debatir las medidas, reformas o políticas públicas que hay que plantear en un diálogo con quienes gobiernan y legislan.
Sin duda, no es fácil remontar el dolor y el coraje, pero hacer política implica sentarse frente a frente, de manera sostenida y responsable, para ir definiendo qué cambios concretos y estratégicos son esenciales, aunque hoy se crea que son imposibles.