CIDE

En defensa del CIDE

En las últimas semanas el CIDE ha dado lugar a numerosas polémicas. Estas se encuadran dentro de un lamentable enfrentamiento entre el presidente López Obrador y grupos del mundo intelectual: académicos, formadores de opinión, periodistas, escritores.
jueves, 2 de diciembre de 2021 · 10:07

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Colaboré con el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) hace muchos años. De la mano de la renombrada economista Trinidad Martínez Tarragó –que da su nombre a la biblioteca de la institución– creamos el Departamento de Estudios Internacionales. Convivíamos muy de cerca con el Programa de Estudio de los Estados Unidos, dirigido por los entrañables amigos chilenos, entonces en el exilio, Luis Maira y José Miguel Insulza. Fueron épocas de creatividad y entusiasmo que no olvido.

Eran los primeros años del decenio de los ochenta. Después, la vida prosiguió por otros caminos, pero nunca he dejado mi cercanía y cariño por la institución. La considero, por su trabajo de docencia e investigación, uno de los centros más importantes de México; la calidad de sus egresados y publicaciones hablan por si mismos.

En las últimas semanas el CIDE ha dado lugar a numerosas polémicas. Estas se encuadran dentro de un lamentable enfrentamiento entre el presidente López Obrador y grupos del mundo intelectual: académicos, formadores de opinión, periodistas, escritores. Algunos de esos intelectuales nos entusiasmamos con su triunfo electoral; muchos no coincidimos, ahora, con el rumbo que ha tomado su posición ante diversos problemas.

El nombramiento de un nuevo director para el CIDE ha sido necesario después que las autoridades del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) presionaron para la renuncia del doctor Sergio López Ayllón. Los debates sobre el nuevo nombramiento han dado lugar a una intensa reflexión sobre el papel que deben desempeñar los centros de investigación pública durante el gobierno de la 4T.

Las medidas tomadas por el director general interino, doctor José Romero Tellaeche, en los días que ha estado a cargo de la institución; el rumbo que ha tomado el proceso para la elección del nuevo director; las implicaciones que todo ello tiene para el futuro de los centros de docencia e investigación en el país han producido preocupación, enojo y desaliento en la comunidad del CIDE.

El descontento de los profesores tiene que ver, entre otros puntos, con el desconocimiento, de manera unilateral y arbitraria, de órganos colegiados como la Comisión de Dictaminación Académica; el despido de la secretaria académica por haber convocado a la misma, tal y como lo estipula el reglamento; y la indiferencia para dar solución al problema de fideicomisos integrados por financiamiento proveniente de fuentes extranjeras. A todo ello se aúna la disminución generalizada de prestaciones a los profesores e investigadores, cuyo ingreso se ha reducido significativamente.

Todo lo anterior desembocó en una nutrida manifestación de protesta ante las oficinas del Conacyt que tuvo lugar el mismo día que se reunió el Grupo de Auscultación Externa para pronunciarse sobre los planes de trabajo de los candidatos que se han presentado para la Dirección del CIDE: el propio director interino, doctor Romero Tellaeche, y el doctor Vidal Llerenas.

Ambos candidatos tienen buenas credenciales académicas, doctorados obtenidos en prestigiadas universidades extranjeras y diversas publicaciones, en mayor número el doctor Romero Tellaeche. Ambos son conocidos partidarios del gobierno de Morena. Ambos se pronuncian, con matices muy distintos, por una revisión a fondo de la forma de operación del CIDE. Sus programas de trabajo han circulado abiertamente entre quienes tengan interés en consultarlos.

Tres opiniones expresadas en el documento de trabajo de Romero Tellaeche así como por miembros del Grupo de Auscultación Externa me parecen dignos de una reflexión más amplia. La primera tiene que ver con el número limitado de estudiantes que acceden al CIDE; sólo 30% de quienes lo solicitan son admitidos. Ante esa situación, se considera que están dejando fuera estudiantes que no tuvieron el privilegio de tener una educación media de mayor calidad, lo cual merece calificarlo como un centro elitista, indiferente a necesidades nacionales que llaman a proporcionar educación de excelencia a grupos más numerosos.

Cierto que sería deseable tener mayor número de estudiantes en centros de excelencia, pero estos no pueden abrirse indiscriminadamente. Por su tamaño y presupuesto, el CIDE requiere de un examen de admisión para mantener la excelencia. Solucionar el problema de la baja calidad de la educación media no corresponde al CIDE. Corresponde, y ojalá se lograra, a las autoridades educativas del país.

La segunda opinión, un tanto sorprendente, es que el cuerpo de profesores ha obtenido sus doctorados en el extranjero, principalmente Estados Unidos y Europa. Utilizan, entonces, conceptos “neoliberales” que en mucho han contribuido a políticas públicas con resultados desastrosos para la mayoría de los mexicanos.

Semejante lectura es una interpretación engañosa que, llevada a su extremo, conduce a estigmatizar a la mayoría de cuadros profesionales de nuestro país. Propone aislar a México de las corrientes para la adquisición del conocimiento que resultan del encuentro con ideas, metodologías, descubrimientos que tienen lugar en los centros con mayores recursos financieros y humanos que, comprensiblemente, se encuentran en los países más avanzados.

Si algo es deseable rescatar del buen encuentro que tuvo recientemente el presidente López Obrador con el presidente Biden es el buen ánimo para incrementar la cooperación en materia educativa. Según la información proporcionada por la Casa Blanca sobre sus conversaciones, “ambos reconocieron la importancia del entendimiento educativo y cultural entre los habitantes de ambas naciones y ofrecieron fortalecer esos lazos”. Poco tienen que ver esas palabras con descalificar a quienes estudiaron en universidades estadunidenses.

Ahora bien, la crítica más discutible y peligrosa es aquella que pide alinear las actividades del CIDE con las prioridades que establezca el gobierno y asegurar que los principios de la 4T “se apliquen con todo rigor en los centros de educación superior”.

Llevar a cabo docencia e investigación en ciencias sociales teniendo en mente los problemas nacionales es, indiscutiblemente, necesario. Pero algo muy distinto es trabajar aceptando los lineamientos ideológicos y metodológicos que marque el gobierno en turno. El trabajo académico es útil para tener diagnósticos rigurosos a partir de las teorías más pertinentes, evaluar los resultados que se obtienen y llevar a cabo las rectificaciones que sean necesarias.

El problema del CIDE encapsula, de cierta manera, los argumentos y contraargumentos que tienen lugar entre los intelectuales y el gobierno. El desenlace será significativo para las posibilidades de ampliar, o reducir, espacios para un diálogo constructivo entre ambos. Ojalá dicho desenlace, que se conocerá los próximos días, no profundice la distancia. 

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