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En migración, como el día y la noche

Biden y Trump, en el tema migratorio, son como el día y la noche. Esto y más estará en juego este martes 3 de noviembre, en lo que será una de las decisiones más importantes del siglo.
martes, 3 de noviembre de 2020 · 11:04

“En los primeros 100 días de mi presidencia enviaré al Congreso una reforma migratoria conteniendo la ruta para la regularización de los 11 millones de indocumentados que hay en este país”, afirmó Joe Biden durante el segundo debate presidencial.

Esta afirmación del candidato demócrata fue una de las más sorpresivas y valientes de ese segundo debate, incluso de toda su campaña electoral. Para los republicanos, el tema de la regularización migratoria es imperdonable. Lo interpretan como premiar a quien violó la ley.

La administración de Trump desató en sus primeros cuatro años una verdadera guerra contra los migrantes, tanto legales como indocumentados. En este terreno, Trump le cumplió de sobra a su base. Mantuvo a raya a esos “migrantes mexicanos que son criminales y violadores”. Como joya de su corona antimigratoria, cerró la frontera parcialmente desde el pasado 21 de marzo: pasan las mercancías; los migrantes se quedan estancados y están desesperados.  

20 años de angustias

La comunidad migrante en Estados Unidos, en especial los indocumentados, ha sufrido por cerca de dos décadas todo tipo de vejaciones y amenazas; en especial, la guillotina de la deportación. Una madre migrante con dos hijos, uno indocumentado y otro nacido en Estados Unidos, me lo explicó así: “soy una madre que vive como alcohólica anónima, de 24 en 24 horas de pavor. Cada día, cuando regreso a casa por la noche después de mi larga jornada laboral, me asalta el pánico. Mi hijo el de 17 años se sale a la calle. Si hace cualquier cosa, me lo deportan. ¿Qué voy a hacer? El pequeño va muy bien en la escuela”.

En 2004, George W. Bush lanzó su campaña de reelección proponiendo una reforma migratoria –“el sistema está quebrado”–. Por 16 años ha habido un impasse migratorio. Tanto George W. Bush (2000-2008) como Barack Obama (2008-2016) apretaron las tuercas de la deportación. Si sumamos los deportados de Trump, más de 4 millones de mexicanos han sido removidos en las últimas dos décadas.

Ante el impasse migratorio, decenas de gobiernos estatales endurecieron sus posiciones ante la migración. Destacan los estados fronterizos de Arizona y Texas, que aprobaron legislaciones que fomentaron la xenofobia hacia el migrante, la mayoría de México.

Durante el impasse ha tenido lugar una verdadera cruzada antimigratoria mediática. Sus líderes morales fueron locutores extremistas y altamente populares: Rush Limbaugh en la radio y Lou Dobbs en la televisión. Día a día remachaban: nos invaden los migrantes, la frontera sur está fuera de control. Ellos son quienes, sin filtro alguno, inspiraron a Donald Trump.

La guerra antimigrante de Trump

Trump, el candidato que insultaba a los migrantes, vino como “anillo al dedo” a un grupo de republicanos antiinmigración e incluso supremacistas blancos. Lo arroparon en su campaña de 2016, pero le exigieron, una vez en el poder, provocar una guerra contra los migrantes. Se trataba de Jeff Sessions, primer procurador de Justicia; Steve Bannon, primer jefe de estrategia de la Casa Blanca; y Stephen Miller, asesor de Trump y el gran estratega de la cruzada.

A escasos días de llegar a la Casa Blanca, se quitaron los guantes. Prohibieron, en una medida sin planeación alguna, que ciudadanos de seis países de mayoría musulmana viajaran a Estados Unidos.

En la mira de Miller estaba la frontera con México. Sin escrúpulo alguno, como en la guerra, arrancaron a miles de niños de sus padres, muchos aún de pecho, para poder detener a los adultos indefinidamente. Le impusieron al gobierno entrante de AMLO el programa “Quédate en México” o Protocolos de Protección al Migrante (MPPs, por sus siglas en inglés).

A través de estos acuerdos, más de 60 mil migrantes, la mayoría familias del Triángulo Norte de Centroamérica, fueron retornados a las ciudades mexicanas para esperar su proceso de asilo. Los abusos y la incertidumbre han diezmado a las familias.

Según el profesor Wayne Cornelius, habrá que tener paciencia e imaginación para deshacer el legado de Trump. Su gobierno realizó más de 400 cambios de políticas o regulaciones para dificultar la migración. Desde no otorgar la residencia permanente (Green card) a quien utiliza un beneficio federal, como vales de comida o servicios de salud, hasta hacer prácticamente imposible para un centroamericano o mexicano aprobar una entrevista para asilo.

De entrada, Biden establecería una moratoria de deportaciones por 100 días. En ese tiempo, calibrarían el sistema, para sólo remover a criminales.

Una medida de enorme beneficio para la comunidad migrante mexicana será la protección permanente que recibirán los Dreamers, es decir, más de 1 millón de jóvenes que llegaron de niños de la mano de sus padres. Más aún, los propios padres (cerca de medio millón) serán protegidos.

Lo más importante para México será el compromiso del demócrata por ir a la raíz de la expulsión migratoria en Centroamérica. Ha señalado que invertirá hasta 4 mil millones de dólares en el desarrollo de la región para mitigar las causas: pobreza y violencia.

¿Podrá Biden cumplir sus promesas de campaña? Con enorme voluntad política, con carro completo y con la ayuda de México. El septuagenario conoce bien Centroamérica y México. No tendrá curva de aprendizaje. Pero necesitará de una gran voluntad política para hacer de la migración una prioridad en su agenda legislativa e introducir una reforma migratoria integral y viable.

Los demócratas se tienen que llevar el Senado para que la reforma migratoria tenga futuro. Es posible. De 100 curules, en esta elección hay en juego 35 y de éstos 15 podrían cambiar de partido, pues –siendo elecciones muy disputadas– 13 son defendidas por republicanos y sólo dos por demócratas. En la Cámara baja, se calcula, los demócratas fortalecerán su mayoría.

El carro completo para los demócratas sólo vendrá si Biden gana holgadamente la presidencia. Algunas encuestas pronostican ese escenario. Sin embargo, en un sistema electoral tan arcaico como el estadunidense, es muy difícil predecir.

Finalmente, el gobierno de AMLO podría ser el punto de inflexión para que los migrantes vuelvan a ver el sol bajo un gobierno demócrata. Primero, de ganar Biden, México tendrá que velar para que las redes de coyotes no provoquen una nueva andanada de migrantes de Centroamérica. Se trata de impedir una nueva crisis en nuestra frontera con Estados Unidos, como la del verano de 2014 en el cual llegaron cerca de 70 mil niños centroamericanos, o bien la de la primavera de 2019 con la llegada masiva de familias centroamericanas.

Y segundo, tomarle la palabra al presidente electo y convocar a una cumbre para el desarrollo de Centroamérica. Además de ser el anfitrión, México necesita colocar financiamiento fresco. AMLO sabe lo que es darle preferencia a una prioridad política.

Biden y Trump, en el tema migratorio, son como el día y la noche. Esto y más estará en juego este martes 3 de noviembre, en lo que será una de las decisiones más importantes del siglo.

*El autor es director del Centro de Estudios México-Estados Unidos en la Universidad de California de San Diego.

Este análisis forma parte del número 2296 de la edición impresa de Proceso, publicado el 1 de noviembre de 2020 y cuya versión digitalizada puedes adquirir aquí

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