Tlahuelilpan

Tlahuelilpan, a seis años: Las mismas demandas por la ayuda que no llegó, en medio del fuego cruzado

Muy pocos quieren hablar, porque en estos años los ha afectado el estigma social; que sin entender la historia de cada víctima ni las circunstancias que los llevaron a estar ahí en ese momento, desde afuera se hablara de todos como “huachicoleros”, como si hubieran merecido la muerte.
sábado, 18 de enero de 2025 · 18:20

TLAHUELILPAN, Hgo  (apro) .- Un hombre mayor arranca la hierba crecida junto a la cruz de mármol clavada en la tierra. Un espiral de abrojos cubre su mano, que muestra unas venas saltadas y envejecidas. Cuando aprieta el puño, esas venas parecen tensarse como si fueran cuerdas, mientras jala la raíz enterrada que se resiste a dejar su morada entre piedra y polvo. Bajo esa tierra cruza un ducto subterráneo, el que explotó el 18 de enero de 2019 en la parcela de San Primitivo, en los límites entre Tlahuelilpan y Tlaxcoapan, Hidalgo, con el saldo letal de 137 muertos. 

Sesenta y nueve cuerpos quedaron calcinados en el lugar; los demás fallecieron en hospitales.   

El hombre empuña la pala, saca una carga de tierra, la luego la coloca meticulosamente para dejar más firme la cruz, a la que coloca una coraza de piedras que la protegen. Después coloca un ramo de rosas amarillas y parte en silencio con una mujer mayor y un joven que le acompañaba. Silencio. La escena la guarda una cámara, pero nadie habla. Solo silba el viento. 

A seis años del estallido que enlutó al pueblo, las pocas personas que intercambian palabras mantienen las mismas demandas: ayuda para las viudas, los adultos mayores y los huérfanos. Los gobiernos pasados les prometieron mucho: becas vitalicias para los menores que perdieron padres, empleo para las mujeres sin sustento, proyectos productivos y apoyos para los ancianos, pero no todos llegaron. Del proyecto de memorial, después reconvertido en casa de oración, sólo quedó un cimiento. 

Lo que se mantiene en este poblado agrícola situado al poniente del territorio hidalguense, y en los municipios aledaños que son parte de la región del Valle del Mezquital, es una disputa entre grupos dedicados al narcomenudeo y al robo de combustibles mediante perforaciones a las válvulas de Petróleos Mexicanos (Pemex), las cuales picotean entre parcelas, construcciones clandestinas y predios abandonados. 

El gobierno estatal reconoce la pugna territorial, pero considera a estas agrupaciones pequeñas, de corto alcance.   

Justo a las seis de la mañana de este 18 de enero, dos camionetas con combustible robado ardieron hasta calcinarse en la comunidad de Munitepec, en Tlahuelilpan, y la policía municipal encontraron una manguera de alta presión de aproximadamente 130 metros de largo que se encontraba conectada a una toma clandestina, en un ducto. 

Un día antes, en Tepeji del Río, también en el Mezquital, se registró un incendio cerca de un poliducto que transportaba gas LP, lo cual activó un protocolo de emergencia que implicó el desalojo de toda la población cercana, incluidos tres planteles educativos, ante el riesgo de acercarse a un kilómetro, debido a que las llamas alcanzaron hasta 25 metros de altura. 

Los cuerpos de seguridad de los municipios aledaños se movilizaron y también los del estado y entidades vecinas. El recuerdo de Tlahuelilpan se volvió a avivar. Una pipa de agua de bomberos de Jilotepec, Estado de México, se quedó sin frenos durante su trayecto a Tepeji y se impactó en la parte trasera de un tráiler a la altura de la Cañada, lo que ocasionó que una persona muriera y una más fuera trasladada al Instituto de Seguridad Social del Estado de México y Municipios (ISSMYM) para atención. 

En Tlahuelilpan, el silencio impera. Muy pocos quieren hablar, porque en estos años los ha afectado el estigma social; que sin entender la historia de cada víctima ni las circunstancias que los llevaron a estar ahí en ese momento, desde afuera se hablara de todos de manera generalizada como “huachicoleros”, como si hubieran merecido la muerte. 

En el sitio del estallido, además de cruces, siguen los altares o capillas que las familias construyeron en memoria de los difuntos. Algunas guardan prendas, flores que se renuevan, a veces sólo en estos días, fotografías y pinturas en honor de las personas que perdieron. 

“Que la luna y las estrellas y las aves de dulce canto estén siempre contigo”, dice un verso escrito en una de ellas, que es parte del trazo a pincel de un hombre entre las nubes, a quien recuerdan, con el deseo de “que algún día nos veamos”, atentamente “tu familia y tus hijos”. Al lado, una cruz de madera y las flores, ya secas. Así se repiten los mensajes, la añoranza y el recuerdo. Hay también una cruz mayor de madera cerca de lo que, en el siniestro, se denominó la zona cero. La plegaria que tiene escrita con tinta blanca reza: “recibe a todos tus hijos y ten misericordia”.   

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