Nuevo León
El Bronco y el teléfono rojo que AMLO "nunca responde"
El gobernador de Nuevo León, que concluirá su mandato el próximo domingo, muestra el dispositivo que le instalaron para comunicarse directamente con López Obrador y sus secretarios: “Está de adorno, nadie de la Federación te lo contesta”MONTERREY, N. L. (apro).- El gobernador Jaime Rodríguez tiene en su despacho un teléfono rojo que le instalaron para que se comunicara directamente con el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Basta con que gire la silla ejecutiva con ruedas para alcanzar el dispositivo que, se supone, debe conectarlo directamente con el Jefe de la Nación. El Bronco lo señala con desdén: “Este es el teléfono rojo, pero nadie de la Federación te lo contesta”.
Un día llegaron a la oficina especialistas en telecomunicaciones para hacer las conexiones y colocar el misterioso aparato marca Avaya, vistoso como un gran sapo colorado, que se encuentra a su espalda, cuando trabaja en el escritorio.
En otro mueble, junto a la pared, hay otro del mismo color, pero este antiguo, modelo góndola, de los que tienen forma roma, con botones en el auricular. Está en un cajón de madera descubierto y, aunque alguna vez fue funcional, permanece en la oficina solamente como una reliquia de ornamento retro.
Ese es tan inútil como este nuevo, dice el gobernador, que se queja de que el mítico teléfono rojo es una línea caliente que permanentemente esta fría, pues no puede establecer comunicación directa con el círculo del poder, como se lo aseguraron al instalarlo.
“Está el teléfono rojo para que tengas comunicación son los secretarios, con el Presidente. Está de adorno. Pero su función es que le hables al Presidente y que te conteste”, dice con una mueca, en referencia a la deficiente comunicación que hay con quien es la máxima autoridad en el país. Aunque, con o sin teléfono, en estos tres años que interactuaron, la relación con López Obrador nunca fue fluida.
Al lado del teléfono para las emergencias federales está otro, de color blanco, para uso interno, con el que se comunica, de inmediato, con las oficinas de su Gobierno. Otro aparato, negro, le sirve para llamar a cualquier integrante de su gabinete.
Y afirma orgulloso que él contesta directamente, cuando le hablan los secretarios, pues no tiene asistente que le atienda las llamadas. “¡Quihubo, wey!”, dice Rodríguez Calderón, simulando que levanta el teléfono y haciendo auricular con sus dedos pulgar y meñique, para ilustrar cómo atiende de inmediato a sus colaboradores.
“Antes había director de protocolos y de discursos. Vaya, hasta director para papel de baño, cabrón. Yo no tengo ni madre de eso”, ríe, al hacer alusión a la austeridad, el mandatario sin partido, que deja el puesto el próximo domingo 3 de octubre.
Para comprobar que no funciona el teléfono rojo que debería servirle de puente directo con el Palacio Nacional, pide a sus ayudantes el directorio. De buen humor, como si hiciera una travesura, se apresta a marcar.
“Vas a ver, me va a contestar un equis. Y le voy a decir: dígale al Secretario que soy el gobernador. ‘Está ocupado, está con el Presidente’. Siempre está con el Presidente, Uh, que la chingada.”, lamenta.
Antes de hacer la prueba lanza una apuesta: “Si me contesta, te llevo a comer wey, cabrito. Y si no, tú me pagas la pinche comida”. El de Galeana ríe con picardía. Parece relajado en los últimos días de su mandato.
Lee en voz alta el nombre del funcionario al que le marcará por la línea supersecreta: Secretaría de Hacienda, doctor Rogelio de la O.
Se coloca el auricular y presiona las teclas numeradas de la llamada importante. El número es 1800. En espera de respuesta se recuesta cómodamente en el sillón, descansando la barriga que presiona los botones de la guayabera clara. Rodríguez se desespera y se retira el aparato de la oreja, con gesto de resignación.
A los 19 segundos le responden. El gobernador asume tono informal, norteño, ranchero: “Quihubo, Eduardo, ¿está el Secretario…? Ándale… ¿Está ocupa’o? Pos’ ya le he hablado muchas veces. ¿Qué recado te puedo dejar? Lo estoy buscando, nomás pa’ despedirme. Dile que no le quiero pedir prestado”.
Bromista, El Bronco explica que solo habla porque quiere decir adiós, como un gesto de cortesía política.
“Ojalá y me pueda echar un grito… Órale, salúdamelo. Bye”, se despide el nuevoleonés y termina la llamada.
Abunda, sobre el funcionamiento del legendario dispositivo para las emergencias de la Patria que, según demuestra, parece solo un mito: “Este es el número del secretario de Hacienda, pero si le hablo al de Profeco, está peor. Siempre me contestan: ‘Está con el Presidente’. Uh, que la chingada. Y eso me dijeron, que está con el Presidente. Y es a cualquier hora y en cualquier momento. Está bien cabrón”.