Creel
A 13 años de la masacre en Creel, "la herida ya no sangra, pero permanece"
La misa concelebrada fue presidida por el obispo Raúl Vera, quien estaba en la región porque ofreció unos ejercicios espirituales a los sacerdotes diocesanos de la Tarahumara.CHIHUAHUA, Chih. (apro).- El obispo emérito de Saltillo, Raúl Vera López, presidió ayer lunes la conmemoración del aniversario número 13 de la primera masacre de la “guerra contra el narcotráfico” en el país, ocurrida en el pueblo mágico de Creel, en la Sierra Tarahumara, el 16 de agosto de 2008.
“La herida ya no sangra, pero permanece”, les dijo el sacerdote jesuita Javier El Pato Ávila, al iniciar la marcha anual en la que acompaña a las familias de las víctimas mortales.
Aquel día, un grupo armado irrumpió un festejo de jóvenes del poblado ubicado en el municipio de Bocoyna a unas 3 horas de la capital, y disparó contra los asistentes. Asesinaron a 13 hombres jóvenes, entre ellos un bebé de 11 meses que perdió la vida en los brazos de su papá.
Antes de mediodía, las familias y el jesuita caminaron acompañados del obispo y otros presbíteros, desde la parroquia de Creel hasta el lugar de la tragedia, convertida desde hace años en la plaza de la Paz y en memorial de la tragedia que marcó a la población.
Al frente de la marcha llevaban una manta que decía Memoria que resiste, para recordar que en esas calles, en ese pueblo, hay memoria y no olvido.
Como un ritual que realizan año con año, hijos, hijas, madres y padres, hermanas y hermanos, colocaron lonas grandes con los rostros de sus seres queridos asesinados, para gritar que siguen presentes y se les debe justicia.
La misa concelebrada fue presidida por el obispo Raúl Vera, quien estaba en la región porque ofreció unos ejercicios espirituales a los sacerdotes diocesanos de la Tarahumara.
La primera lectura de la misa, se refirió a un pasaje del profeta Isaías, cuya frase quedó grabada en la placa de acero delantera, de la plaza de la Paz, que alude a la convivencia.
En entrevista, El Pato Ávila explicó que esa lectura dice “en aquel tiempo, que el niño jugara con el tigre, el tigre jugara con la oveja, etcétera”.
Raúl Vera detalló que esa convivencia, como la conmemoración de esa tragedia, se hace para mantener viva la memoria, no para buscar venganza ni para tomar revancha, sino para llegar a vivir ese mundo de paz, que si se llega al olvido, se nos olvida que ese mundo es posible.
El evangelio se refirió a las Bienaventuranzas y los llamó a gozar la vida, no porque se trate de sufrir para alegarse, sino porque aprender a gozar aún con el dolor, les mete en otro estilo de vida que da plenitud, es no estar satisfechos con los estilos de la vida superficial, si no se desea ir por algo mejor.
El Pato Ávila dio detalles de la eucaristía y dijo que el obispo estaba emocionado y agradecido con la gente, y mencionó que esa experiencia la compartirá con su parroquia de Saltillo porque le ha impactado la fuerza y perseverancia en que mantienen viva la memoria en Creel.
“Porque los sistemas le apuestan al olvido, cuántas veces se nos dijo en el sitio de la masacre: ‘ya olvídenlo, ya déjenlo por la paz, no van a recuperar la vida de sus hijos’. No estamos manteniendo viva la memoria para recuperar la vida, sino para no perder la memoria precisamente”, recordó el sacerdote jesuita.
Refirió que las familias se convencen cada vez más que no se puede olvidar. Además de la misa que los reúne cada año, les da fuerza la oportunidad de encontrarse en comunidad. “Recordar que no hemos estado solos, que muchos hemos salido adelante, me sumo porque fue muy doloroso para mí todo. Había amor, había relación con muchos de ellos. El vernos, no perder nuestra solidaridad y podernos repetir los amores y hacer viva la presencia, eso es lo importante”, agregó.
Hay personas, padres y madres de familia de las víctimas que han perdido la batalla contra alguna enfermedad que padecieron como consecuencia de aquella tragedia. Uno de ellos fue asesinado dos años después, porque le costó la vida buscar a los culpables.